Un clima de pereza intelectual dominó por décadas los cuarteles de los que tomaban decisiones sobre la cosa pública. El Salvador estuvo sumido en ese ambiente en el que la derecha solo se movió para atender los intereses de los pudientes, mientras que la izquierda fue un esperpento de ideología.
Los liderazgos que aparecieron al final del conflicto armado terminaron cayendo en el mismo saco de la continuidad bipartidista, sin ideas nuevas, pero haciendo sentir su desprecio hacia el pueblo. El antagonismo de las ideologías fue una total farsa, pues fueron compadres en la corrupción.
Lo que sí polarizaron ARENA y el FMLN fue la justicia, dejando desamparada a la sociedad, pero protegidas sus cúpulas y a sus financistas. No es de extrañarse que tantas personas perdieran el interés y la fe en la política. Es que siempre fue la política del azadón, no la de servir a la gente.
Como no tenían contrincante que se les subiera al cuadrilátero y les arrebatara el poder, no les interesaba gobernar para el pueblo.
La llegada de Nayib Bukele no solo revirtió el interés de la gente, sino que, además, exhibió la podredumbre de las ideologías, quienes nunca entendieron que en política es más importante tener principios sólidos que simplemente muchos principios.
Durante varios años, Nayib les ha demostrado que la política es el arte de lo posible, del servicio a la sociedad. Su alta capacidad de gestión, su inteligencia, valentía y perseverancia están llevando a El Salvador a niveles mundiales impensables. Ha logrado que el mundo vuelva a ver hacia nuestra pequeña nación por situaciones positivas.
El liderazgo del presidente es tenaz, autoexigente, riguroso y sólido. Posee un enorme olfato político, sabe mover las piezas, sabe cuándo actuar, cuándo hablar y en dónde hacerlo. Tiene la visión acertada para resolver los problemas del pueblo y hasta de ofrecer ayuda a otros.
Sabe que gobernar para la gente irrita a algunos, los cuales lanzan a sus sabuesos a esparcir saliva venenosa, incluso desde púlpitos, en contra de sus acciones valientes.
Su liderazgo por gobernar para los salvadoreños honrados y honestos es mundial. Es por eso el reconocimiento de la gente de otras naciones, de destacados personajes, funcionarios y parlamentarios, quienes se desarman en elogios públicos hacia Nayib.
Los medios de prensa internacionales retoman la nueva historia que vive El Salvador. En sus espacios hay debates sobre la adopción del modelo de Bukele, incluso hasta en la nación más poderosa del mundo.
Una famosa conductora de una prestigiosa cadena televisiva expresó textual mente: «Aplaudimos los esfuerzos de Bukele, honestamente. Las medidas que él ha tomado, que han sido drásticas, para asegurar el país. Él ha sido criticado por algunos, pero la realidad es que todo le ha funcionado. Aquí, en EE. UU., deberían poner la misma mano dura porque el crimen está en sus niveles más altos en décadas».
Es que nadie, honesto e inteligente, puede cuestionar que la verdadera operación triunfo se dio en nuestro país. Es imposible dejar de ver y analizar el éxito del plan de seguridad salvadoreño, el boom en turismo, el camino majestuoso que lleva el Centro Histórico, la ruta económica emprendida en este quinquenio, entre otras acciones.
Y falta mucho por hacer. Pero todo esto se ha logrado con la complicidad de un pueblo valiente, que sufrió por décadas, pero que al ver un liderazgo real y con los pantalones bien puestos tomó la decisión de quebrar el sistema político del bipartidismo elaborado por el poder fáctico. Y ahora disfruta de los resultados de su decisión.
No es casualidad ni suerte que el presidente Bukele esté solo en la escalera del liderazgo mundial al iniciar 2025. World of Statistics así lo confirma: con el 91 % de aprobación, Nayib Bukele está a la cabeza del ranking global.
Por todo esto, gracias, pueblo salvadoreño, por ser cómplice de esta nueva historia de seguridad y de desarrollo.