La feligresía católica volvió a participar ayer, luego de un año de suspensión, en la misa solemne en honor de Señora Santa Ana durante el cierre de las fiestas julianas, de las que este año solo hubo actividades religiosas con público limitado.
El año pasado, en plena cuarentena domiciliaria obligatoria a causa de la COVID-19, fueron suspendidas todas las actividades religiosas de los festejos patronales, y las que la Iglesia católica celebró se hicieron sin público y con transmisión en redes sociales.
Pero este año las puertas de la catedral santaneca fueron abiertas al público, permitiendo el ingreso limitado a las actividades programadas, principalmente las misas del quincenario, en las que participaron diferentes parroquias, movimientos y colegios católicos del municipio.
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La misa solemne no fue la excepción. Los feligreses tuvieron que cumplir las medidas de bioseguridad, y también participaron como invitados las autoridades civiles del municipio.
El obispo de Santa Ana, Miguel Ángel Morán, resaltó en su homilía la importancia de los adultos mayores en la sociedad, tomando en cuenta la función que tuvo Señora Santa Ana y su esposo, san Joaquín, como abuelos del Niño Jesús.
«Celebrar el día de los abuelos nos ofrece la oportunidad para compartir la alegría y las penas», manifestó.