En junio de 2023, un sondeo de una de las universidades del país reveló datos interesantes sobre la credibilidad de los medios de comunicación y la forma en que los salvadoreños se están informando. Algo que se sospechaba desde hace varios años y que fue confirmado por la misma sociedad encuestada.
De cada 100 salvadoreños, menos de 20 confían en lo que publican los periódicos tradicionales que un día fueron de mayor circulación, esos que se jactan de tener 87 años y 108 años. Y estas sí son noticias de verdad.
En cuanto a los periódicos digitales o mejor llamados sitios webs, los que se autodenominan «incómodos» (término que ni sus padres se tragan), menos de 10 de cada 100 salvadoreños les creen. Ni aunque se vendan como inocentes los «violines» o anden de «autoinvitados» en foros internacionales o comprando premios. Bueno, hay algunos poderosos con intereses perversos que les sueltan el billete y esa es la realidad.
Encontraron los verdes en las ansiedades de los que luchan por regresar a El Salvador al estado de finca.
¿Por qué son interesantes estos datos en estos días? Porque estamos siendo testigos de la cantidad de reportajes o notas que salen de las cloacas editoriales. Una fetidez de letras impresionante en una campaña electoral que agarra forma al fiel estilo de los grupos de campaña de antaño.
Lo que están haciendo es crear un bosque negativo, tomando datos para colocarlos fuera de contexto en sus sartas de mentiras. Magnifican actos de ONG montados por la oposición, como los de las últimas semanas, para servirlos en vitrina e inducir, al menos, la percepción internacional. Claro, a los salvadoreños no los engañan más y son los que votan.
Presentan reportajes de casos como si fuera la generalidad, mientras ocultan las atrocidades que sucedieron en El Salvador durante la guerra que protagonizaron sus ahora financistas, y también esconden los altos índices de criminalidad, desapariciones, feminicidios, secuestros, robos y extorsiones en manos de maras y pandillas durante los seis gobiernos después de la firma de acuerdos de cúpulas.
Por cierto, esos grupos criminales fueron el regalo mortífero que ARENA, FMLN y Párker dieron a los salvadoreños. Asesinos a quienes prefieren llamar «inocentes capturados en el régimen de excepción» y exigen su liberación.
Es obvio el odio hacia las instituciones que hoy gozan de toda la confianza del pueblo
salvadoreño, porque ahora sí lo cuidan y lo defienden de los terroristas. Todos tenemos claro que, por intereses políticos, los plumíferos y las ONG activistas mantienen bajo ataque a la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada. Ataque que proviene de los hígados de los directores de cloaca editorial. Interesante el futuro que se construyen a partir de 2024. Ya no habrá mucho loco botando el dinero en ustedes.
También han comenzado a proliferar «artículos» de total falsedad sobre el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot). Como activistas del bloque opositor, piden a sus «amigos periodistas» internacionales que difundan las mentiras sobre tratos preferenciales o torturas, golpizas y violaciones de derechos humanos. Lo que están logrando es arrastrar a esos «medios de prensa amigos» a que nadie les crea.
A estos seudoperiodistas no les bastó ser portavoces de mensajes criminales, cayendo en apología, refugiándose en un periodismo que ya no existe, pues se encargaron de desaparecerlo del país desde hace muchos años. Lo que ahora hacen es activismo político por el que los propietarios y directores reciben sendas cantidades de dinero. Dinero que, obviamente, no baja a sus empleados.
Sin duda, la cantidad de basura informativa que están lanzando incrementará de aquí hasta el 4 de febrero próximo, cuando nuevamente el pueblo, el soberano, les vuelva a golpear la cara y le otorgue un segundo mandato al presidente Nayib Bukele y la mayoría legislativa a Nuevas Ideas.
Entonces, los financistas se arrepentirán de haber despilfarrado su dinero en cruzadas perdidas y de enriquecer a los propietarios y directores de los medios de prensa activistas.
Sus letras fétidas solo se las creen ustedes mismos. Sigan con su concierto, que el pueblo no les cree nada.