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De Opinión
Por Manlio Argueta
Poeta y escritor
Nihil Novi/ Artículos sobre literatura / Quinta entrega
Expongo algunos motivos literarios que me llevaron a investigar sobre Consuelo Suncín (1901-1979): darle representatividad a El Salvador en el mundo por medio de su historia de vida, reconocer su aporte a la literatura y borrar los prejuicios patriarcales en su contra.
Mis nuevos datos de quien se conoce como la condesa salvadoreña se originan en México, aspectos poco revelados en su biografía de 600 páginas (2007, en francés) ni en «La Rose du Petit Prince» (Paul Webster, 2000) ni en sus «Memorias» (2000), editadas por Alain Vircondelet (en inglés, francés y español), publicadas simultáneamente en Nueva York, París y Madrid. Memorias que originó que se calificara en Europa al año 2000 como la resurrección de la marginada Consuelo Suncín.
Lo de México es cuando ella tenía 22 años confesados (1922-1923) y sobre su relación con José Vasconcelos, humanista mexicano conocido como el educador de la Revolución Mexicana, a quien ella llamaba el Pitágoras de América. Aunque hay bastante en «Una novia vestida de negro» sobre Consuelo y Vasconcelos, pero aún no traducida del francés, obra de MarieHélène Carbonel, de quien he recibido el libro autografiado. .
Mis datos son de «El desastre» (1938) y van entrecomillados. Vasconcelos da a conocer detalles íntimos poco conocidos de nuestra compatriota en una obra que sobrepasa las 1,500 páginas, por lo que no es fácil descubrir las 60 páginas dedicadas a la salvadoreña. Además para ocultar su identidad la llama Charito, aunque en un párrafo al editor se le olvidó cambiar Consuelo por Charito; y aunque el libro revela que ella es de El Salvador.
Vasconcelos: «No recuerdo cuándo la conocí. De pronto se hizo una visita cotidiana en La Antorcha… era salvadoreña, educada en un colegio de California. Se había divorciado y había regresado al Salvador [sic]… Residía en México porque no le gustaba vivir en la aldea de Armenia: zona tediosa y ardiente, enclavada en la selva del trópico y amenazada siempre por un volcán activo».
Después del divorcio en California, Consuelo regresó a El Salvador y luego viajó a México, ocasión que aprovechó para pedir audiencia al famoso ministro Vasconcelos. No se la concedió. Dos años después, por razones políticas Vasconcelos renunció al cargo. Ella lo visitó en La Antorcha para solicitarle trabajo. «Así conocí a la jovencita de 22 años». Él tiene 42 años. Vasconcelos responde: «Tú eres una muchacha bonita, no necesitas trabajar, y aquí no se da trabajo a mujeres bonitas» (Vasconcelos, Op. Cit.).
En «El desastre» describe a Consuelo: «Pelo negro, un poco crespo, algo corto, labios delgados, nariz nerviosa, cuello fino y torneado, largo, movido, tormentoso». Posteriormente agrega: «Llegaba de la universidad, estudiante de Leyes: era musicalmente ruidosa, despierta, efusiva, júbilo total… rumor de violines, acompañada de claridad». El filósofo afirma que por ella comenzó a escribir cuentos. «Charito me inspiró a escribir “La casa imantada”, que concebí soñándola». Y la compara a una Sherezade contando realidades de El Salvador.
Reafirmada la confianza, Consuelo le recrimina: «Cuando me dijiste de no dar trabajo a mujeres bonitas, salí odiándote, pues ¿qué querías?, ¿qué me dedicara a la prostitución? Y me prometí no verte nunca».
Hay una fortaleza femenina desde temprana edad en la Suncín. Por eso no debe extrañarnos que años después cultive amistades famosas en Francia: Picasso, Maeterlinck, Breton, Dalí, Miró o D’Anunnzio, aunque sus enemigos intelectuales franceses lo atribuían a ser «ligera de faldas». Ignoran adrede que esas amistades las había «heredado» de su hogar parisino, mientras estuvo casada con el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, reconocido en Europa como «príncipe de la prosa castellana». Ella quedó viuda por segunda vez luego de nueve meses de casada.
La visita a Francia la hace con Vasconcelos, quien dice antes del viaje: «En esa época comencé a escribir “Teoría de la raza cósmica” (obra magna de Vasconcelos)… Me vencía la fatiga; me estorbaba Charito, le huía solo para caer rendido a sus pies». Un día ella le dijo que iba a viajar a El Salvador:
—Hablaré con el presidente Quiñónez para que te invite a El Salvador.
—Cuidado no vayas a enamorarlo primero
—le advertí.
—Ja, ja, ja, si es gordo, así, mira
—y extendía sus manos cruzadas sobre su vientre tierno y extraplano.
Vasconcelos: «Pensé ¡¡maldita chiquilla coqueta!! Pero los ojos se me humedecían al pensar en la salvadoreña Charito; en sus ojos negros y fosforescentes, mezcla de sangre italiana, española e indígena, había una visión épica». ¿De visión épica la califica el humanista mexicano? ¿Fue lo que vio Antoine de Saint-Exupéry?
¿No que sus méritos obedecían a ser ligera de faldas? — según la crítica francesa que creó el prejuicio patriarcal que se revirtió después del 2000, llamado año de la resurrección de Consuelo Suncín (murió en 1979 y el conde falleció en 1944).
Consuelo, La Rosa, yace en el cementerio de Père Lachaise, ddonde descansan personajes universales: Wilde, Molière, Balzac, Proust, Edith Piaf, Doré, Delacroix, Apollinaire. Además, los liceos de Costa Rica y El Salvador llevan el nombre de ella y de su esposo Antoine. De ese modo, El Salvador vive en «El principito», la obra más traducida después de la Biblia.
De Poesía
«El Salvador, mi país»
Por Humberto Zelaya
Es un chico que se cae y se levanta.
Conquistado por españoles.
No fue Cervantes, el manco de Lepanto,
que se enfrentó a los turcos
contra una coalición cristiana y a la cual
se llamó Liga Santa.
No fue el Barça ni fue el Real,
fuimos esclavos y ya no hay tal.
Fueron católicos los que impulsaron
la expansión.
Someten y violan a nuestra gente
esos señores de expedición.
Sufren el yugo de ese imperio
que un papa reconoce el cautiverio
de esa época cruel de desprestigio y
pide perdón por la esclavitud
del negro, indígena y la Santa Inquisición
sin derecho y sin razón.
Llega la conquista independentista
de los europeos criollos.
Sigue la esclavitud no en la ciudad,
pero sí en el campo con gran crueldad.
Así lo sufre nuestro indígena Aquino,
que pagó con su vida por protestar,
para cambiar destino.
Se inicia la era de los presidentes donde todos se
volvían terratenientes.
Llega la época de los militares,
de dictadores y protestas libertarias,
sin expresión morían torturados
maestros, obreros, campesinos,
también universitarios.
El Frente va a una guerra cruel y despiadada luchando
por cambios en nuestra patria amada.
Se hacen partido y se olvidan de la lucha prometida.
Siguen las dictaduras de la política
oligarca y de partidos que aguantan la corrupción,
emigración este país sufrido.
Terremotos, huracanes, deslaves,
pandemias hemos tenido,
pueblo chico que nunca es derrotado,
levantándose de tantos malestares.
Salvadoreño fuerte, trabajador y abnegado.
Tierra de Salarrué,
Gavidia, Espino, Claudia Lars y Roque Dalton.
Este último luchador social
admirado que sufrió el asesinato
de envidiosos y no en combate.
Un febrero se levantó este pueblo
en elecciones eligiendo a Nayib presidente
para terminar con los partidos corruptos.
Otro febrero se espera muy urgente
para terminar de dar el
golpe de castigo a la casta de legislativos de partidos.
Pueblo chico nunca se espanta, se cae y se levanta.