Decenas de millones de personas desde México hasta Canadá, pasando por Estados Unidos, serán testigos de un raro fenómeno celestial que no se repetirá en esa parte del mundo hasta 2044: la Luna tapará -en algunos lugares por completo- la luz del Sol.
Los seres humanos no miran normalmente al Sol por la incomodidad que ello provoca, pero, durante los eclipses, algunos «anulan» este instinto, explicó a la AFP Aaron Zimmerman, profesor de optometría de la Universidad Estatal de Ohio.
El principal peligro asociado a este fenómeno, según el experto, procede de la «toxicidad fotoquímica», cuando ondas cortas y potentes de luz azul, violeta y ultravioleta -esta última invisible- desencadenan reacciones químicas que dañan los bastoncillos y conos de la retina, la membrana situada en la parte posterior del ojo que recibe las impresiones luminosas y las transmite al nervio óptico.
El resultado son visitas a los servicios de urgencias de personas que se quejan de visión borrosa, cambios en la percepción de los colores y manchas negras, a veces sin certeza de que vuelvan a la normalidad.
Una importante revista médica recoge el caso de una joven que acudió a una clínica oftalmológica de Nueva York tras haber visto el eclipse de 2017 «varias veces durante unos seis segundos sin gafas protectoras» y luego con ellas puestas.
Unas horas después, comenzó a ver los objetos borrosos y distorsionados, los colores empezaron a cambiar y la paciente informó de la aparición de una mancha negra en el centro de su ojo izquierdo.
Los daños observados a nivel celular persistieron por seis semanas.
«Mancha negra»
Según la revista, los adultos jóvenes pueden correr más riesgo debido a que tienen las pupilas más grandes, una estructura ocular más clara o una «percepción más pobre de los peligros» que supone contemplar un eclipse de proporciones.
«En algunos casos, el daño es parcial y puede ser tratado para que deje de ser perceptible», precisó a la AFP Neil Bressler, profesor de oftalmología de la Universidad Johns Hopkins y redactor jefe de la revista JAMA Ophthalmology.
Aunque la recuperación suele durar unos meses, algunos pueden no tener esa suerte.
«En otros casos, puede dejar una mancha negra permanente y no tenemos un tratamiento para revertirla. Es como el tejido cerebral: una vez que lo has perdido, no vuelve», añadió Bressler.
La mejor forma de observar un eclipse es utilizar gafas especiales, que bloquean el 99,99% de la luz.
Para comprobar la calidad de esos equipos, «localice la bombilla eléctrica más brillante de su casa y mírela de cerca. Apenas debería poder ver la luz», aconsejó el profesor Zimmerman.
Si es demasiado tarde para hacerse con unos lentes especiales, existen métodos indirectos, como hacer un agujerito en una hoja de cartón y dejar que la luz incida sobre otra superficie, o incluso utilizar del mismo modo un simple colador de su cocina. Otra opción es seguir el fenómeno a través de la página web de la agencia espacial estadounidense, la NASA.
Quienes tengan la suerte de encontrarse en la trayectoria del eclipse total podrán verlo cuando esté formado totalmente sin gafas y admirar la atmósfera exterior del Sol, su corona, brillando tras la silueta de la Luna.
Para el profesor Bressler, el peligro radica también en saber protegerse antes y después de este particular momento, que puede durar de solo unos segundos a varios minutos, según la posición geográfica en que la persone se encuentre.
«Es absolutamente necesario saber cuándo empieza el eclipse y ponerse las gafas de antemano», enfatizó. Del mismo modo, si se logra ver sin ellas la fase de eclipse total, hay que saber cuando volver a colocarse la protección en el momento adecuado, «aunque se esté cautivado por el espectáculo», acotó el profesional.