En el taller del artista Guillermo Perdomo habitan piezas de mujeres y animales con una exuberante belleza que de inmediato capturan la atención de quienes lo visitan, no solo por la «imperfecta perfección» de sus formas, sino porque al verlas transmiten diferentes sensaciones que solamente el arte puede ofrecer.
De joven estudió Ingeniería Civil, pero siempre estuvo seguro de que el arte lo apasionaba; aunque sus padres soñaban con que se convirtiera en un gran ingeniero, finalmente en el cuarto año de estudios decidió dejar la carrera y comenzar a dedicarse a la escultura.
«Sabía que era difícil vivir del arte en un país como el nuestro, y para mí no ha sido nada fácil, pero tomé la decisión y así comienzo», recordó.
Nació en Santa Tecla y su incursión en el arte fue autodidacta, ya que solamente la pasión de hacer arte fue suficiente para experimentar con diferentes formas y materiales.
En 2001, ya con una trayectoria artística nacional y gracias a una beca del Gobierno mexicano, se vio rodeado de diferentes artistas y métodos que definieron el concepto y la técnica de la escultura que trabaja hasta ahora: bronce a la cera perdida.
«Yo me traje todo mi equipo de fundición de México en bus. Recuerdo que me vine de escondidas, porque parte de las reglas de la beca era no salir», explicó sonriente el escultor.
Es gracias al método aprendido que logró exclusivas exposiciones alrededor del mundo, como en París, Madrid, Panamá y Miami. Además de exportar sus figuras de metal a decenas de países hasta ser un referente del arte a escala mundial.
La obra mejor ubicada
Una de las obras más reconocidas del escultor es sin duda la de san Monseñor Óscar Arnulfo Romero, colocada en el Parque del Valle Egeo, en Roma.
Según el artista, fue una experiencia que no buscó, pero que lo ha llenado de mucha satisfacción. «Hasta que uno no conoce la ciudad de Roma, no dimensiona lo importante que es para un artista tener una escultura ahí», dijo.
«Fue cómico, no produzco obras por encargo y no me gusta trabajar obras religiosas. Presenté un boceto de lo que como artista quería hacer con la escultura, le puse mi sello personal y gané», relató.
La obra presenta una serie de cortes bruscos y asimétricos en la sotana de Romero, a la que él llama «desfases», un estilo que distingue a Perdomo y que hace en todas sus piezas como sello de su trabajo.
Según Perdomo, ser el creador de una obra tan representativa en Roma no fue sencillo, ya que los italianos sienten gran devoción por el santo salvadoreño, por tal motivo, querían ser los creadores de la pieza conmemorativa.
«Es increíble pero no fue fácil. Me tocó ir a Roma a convencerlos de que un salvadoreño debía hacer la escultura. Se montó una comisión y se llegó al acuerdo».
La obra fue develada en 2018 y, además de conmemorar al mártir salvadoreño, es una pieza de arte con un verdadero aporte artístico.
«Lo esencial es invisible a los ojos»
Para el artista, la situación que se ha vivido como consecuencia de la pandemia ha sido realmente lamentable. Muchas de las exposiciones en las que iba a presentar sus piezas han cerrado y, por consiguiente, ha reducido la producción.
Aunque el panorama sea incierto y hasta desolador, aseguró que no todo fue malo. Reconoció que por mucho tiempo llevó un ritmo de trabajo que no le permitió disfrutar los pequeños logros que el arte le estaba dando, debido a la exigencia de piezas perfectas que los mercados internacionales requieren.
«Había dejado de hacer cosas que a mí me gustaban. No disfrutaba mi trabajo por cumplir estándares, y este momento me ayudó a replantearme», añadió.
Aseguró que el confinamiento en casa por la pandemia fue suficiente para recuperar su esencia, esa que había perdido con el pasar de los años. «Esas piezas que una vez fueron imperfectas, ahora me parecen perfectas. He vuelto a recuperar mi esencia», admitió aliviado.
Su obra menos comprendida
El escultor considera que su obra menos comprendida es «Homenaje a la memoria», ubicada en San Salvador. La obra, conformada por 96 troncos de cemento, es un tributo a la naturaleza muerta o cada vez más destruida por los seres humanos. Por medio de ella, el escultor quería causar impacto, desolación y tristeza con el fin de concientizar sobre la preservación y el cuido de la flora y la fauna.