Para perseguir un sueño, Stanley Ramos, de 29 años, decidió dejar el país y de forma ilegal viajar a Estados Unidos. La travesía la emprendió el 28 de octubre de 2011 sin imaginarse todas las dificultades que se le presentarían en el camino.
«Todo marchaba bien hasta que llegué a la frontera de México. En el transcurso del camino llegando a Baja California, salí corriendo y me subí en la parte de atrás del tren. Iba con un amigo, quería ayudarlo para que él también se subiera, pero el tren iba en movimiento, cuando tomé del brazo a mi compañero, pasó otro tren a la par y me pasó llevando mi brazo derecho», contó Ramos.
Stanley enfatizó que por viajar de forma ilegal decidió no decir nada, a pesar del dolor que sentía. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo el dolor se agudizó tanto que tuvo que pedir ayuda a otras personas que viajaban con él, quienes decidieron llevarlo a un hospital.
El joven, que en ese momento tenía 19 años, pasó 12 meses en recuperación en Denver, Colorado, Estados Unidos.
A pesar del tiempo, el salvadoreño no se acostumbró a verse sin un brazo, por lo que se deprimió y decidió regresar a El Salvador junto a su familia.
«Al año de que había llegado a El Salvador, después del accidente, mis amigos me propusieron estudiar teatro, acepté y fui a Costa Rica a estudiar teatro con ellos. Tomé como una opción incursionar en el teatro para despejar mi mente y salir de mi depresión», expresó el joven.
Añadió que al principio le costaba mucho estudiar, especialmente escribir, porque estaba acostumbrado a hacerlo con su mano derecha y ahora tenía que hacer todas sus actividades con una sola mano.
«No fue nada fácil porque al principio las personas me miraban extraño. Los comentarios de la gente eran “mirá, mamá, ese hombre no tiene brazo”, “mirá cómo está parado”. No había mucha aceptación de las personas. Hoy en día algunas ya me ven con admiración», manifestó.
Cuando Ramos terminó sus estudios de teatro, decidió enfocarse en lo aprendido y entrar al mundo del estatuismo. Así creó al Catrín, y desde este momento llega todas las mañanas a la plaza Morazán, en San Salvador, disfrazado de minero, ilustrador, barrendero, mago o catrín.
Ahí se gana la vida como estatua viviente y cobra $1 a quien quiera fotografiarse junto a él. «Fue bien difícil cuando empecé con el estatuismo, porque debía pintar el traje que usaba, colocarle los accesorios necesarios y hacer todo esto con una sola mano», enfatizó.
Agregó que en ocasiones es muy molesto, porque el traje cuenta con varias capas de pintura, además de la que debe utilizar en su rostro y en las zonas expuestas.
Después, como parte de su presentación, se le ocurrió agregar un rótulo en honor de las personas con discapacidad que como él deben hacer un esfuerzo grande a diario por salir adelante. Este dice: «En honor de las personas con discapacidad».
El estatuista asiste a festivales en diferentes partes del país para ayudar en su hogar y, especialmente, a su hijo de dos años.
A pesar de las pocas ganancias que le genera el estatuismo, Ramos desea continuar con sus estudios y aprender más sobre el teatro, por lo que pide a las personas que lo sigan apoyando cuando lo vean en el centro de San Salvador o en alguno de los festivales donde asiste.
«Deseo continuar mis estudios e irme a aprender más sobre el teatro y el estatuismo a Europa para ganar más dinero y lograr ser un expositor de arte reconocido», apuntó Ramos.