¿Cómo puede una nación superar todos los problemas que carga desde décadas atrás cuando hay grupúsculos y personajes que se oponen usando máscaras de decencia, ética y transparencia?
La guerra civil, que fue cruel para todos los salvadoreños, casi acaba con los sueños de una nación diferente. Pero siempre hubo personas honestas que mantuvieron la esperanza de un cambio. La desgracia fue que las opciones políticas de ese entonces no tenían la más mínima intención de terminar con el conflicto armado. Es que era un negocio redondo para sus cúpulas.
Prueba de eso fue lo que sucedió el 16 de enero de 1992. Aquel acto «solemne» en el mexicano Castillo de Chapultepec, que revivía la ilusión de un El Salvador sin balas, fue como ganar un torneo relámpago, pero quedar eliminado en la primera ronda del torneo largo. Fue una total farsa. ¿Cuál paz?, por favor.
Lo que sucedió es que ese primer chorro de dinero proveniente de los protagonistas de la Guerra Fría se había cerrado para la derecha y la izquierda. Sus «modus operandi» para volverse millonarios, a costa de la sangre inocente de todo un pueblo, se había acabado. Eso los obligó a realizar la pantomima más grande de la historia salvadoreña, la llamada «firma de acuerdos de paz».
El pueblo sabe que, mientras se repartían los últimos billetes extranjeros, se ingeniaron el sistema político bipartidista corrupto para continuar con la fiesta, y ahí aprovecharon para crear ONG con el fin de circular el billete que «mamarían» del Estado. ¡Cuántos políticos desviaron fondos hacia ellas!
Los dirigentes de ARENA, del FMLN y sus partidos aliados, en su «democracia» de alternancia de binomio, fueron tan sinvergüenzas que se enfocaron solo en ellos y dejaron tirados a sus combatientes, no se preocuparon por la sanidad mental de la gente luego de las atrocidades de la guerra, no se enrollaron las mangas para sacar del retroceso a la nación y conducirla por senderos de desarrollo social y económico, en un entorno de verdadera paz.
Desde esa firma de acuerdos de cúpulas, las ONG vivieron cómodas con esos gobiernos rastreros; otras fueron creadas dizque para llevar a cabo programas de fiscalización de las entidades públicas, de lucha contra la corrupción y de «seguridad ciudadana y espacios públicos seguros», y así, además, consiguieron financiamiento de instituciones internacionales serias. Es que les creyeron.
Pero terminaron usando el dinero de la ayuda externa al estilo «Paco Flores», desviándolo para cuestiones personales.
Porque ¿cuál seguridad ciudadana?, si el pueblo fue sometido al accionar criminal de las maras y pandillas, ¿cuál transparencia?, si ellas mismas vivían de fondos del Estado provenientes de los impuestos de la sociedad.
Por más de 20 años, los salvadoreños vivimos en el régimen de zozobra y luto que impusieron estos terroristas. Es por ese régimen que tanto luchan desde 2019. Hasta los activistas con pluma se hicieron amigos y apologistas de esos «angelitos».
Eso sí, lo acepto, hasta «periodistas» de web lograron «enganchar» a algunos de la comunidad internacional para que les enviaran dinero y «continuar haciendo periodismo de investigación». Gran paja. Claro, otros personajes oscuros, como Soros, simplemente los financian para sus propósitos particulares.
La verdadera agenda de estas ONG y del «periodismo incómodo» es de conocimiento de todo el pueblo salvadoreño. Se venden como protectores de los derechos humanos y la «democracia», como soldados contra la corrupción, como benefactores de la transparencia y la moralidad, cuando son activistas políticos con agenda destructiva.
Por eso se mantienen en sus trincheras lanzando falsedades de todo tipo para intentar desestabilizar al Gobierno de los salvadoreños. ONG y plumíferos se comparten datos para crear grandes cuentos y buscar golpear la percepción internacional. Es que por la plata se hacen tantos reportajes y se elaboran tantos informes.
Solo que ahora, a algunos les cerraron un chorrito de dinero. Y el crujir de dientes ya se escucha.
Sé que en el mundo hay ONG que realmente trabajan con fines sociales y humanitarios, que realmente representan a la sociedad civil y que, de verdad, son «sin fines de lucro». Son personas éticas, que enfocan su actividad para conseguir cambios positivos en familias, comunidades o sobre el planeta.
Pero eso no sucede en El Salvador, ni con algunas ONG internacionales. Aquí, la gran mayoría hace activismo político con el fin de regresar el país al sistema ladrón y asesino, del que se aprovecharon los financistas de areneros y efemelenistas para hacer crecer sus negocios y no pagar millones en impuestos. Son los mismos que tenían la nación como su finca.
Estas organizaciones y plumíferos son sus «muppets». Simple.
Lo bueno de todo esto es que el pueblo salvadoreño no solo no les cree nada —todas las encuestas lo confirman—, sino que además se los hizo sentir con la paliza de cantina que les propinó en febrero de 2024, cuando decidió darle el segundo mandato a Nayib Bukele, y lo hizo de forma arrolladora.
Es que los salvadoreños sabemos que estas ONG y los carniceros con pluma están y estarán siempre en contra de todas las acciones que emprenda el presidente Bukele por el bienestar de la nación.
Se sabe que se inventan o falsean todo lo que pueden, y que lo envuelven con papel de «la verdad», para seguir engañando a financistas locales y extranjeros. Pero ya no les queda bien esa máscara. Está claro que son títeres de intereses oscuros y que solo estorban el desarrollo del país. Hasta se han opuesto a que el país viva una verdadera paz. Es increíble.
Veremos ahora, con chorritos cerrados, cómo harán para subsistir. ¡Hipócritas!