Los últimos acontecimientos en nuestro país han sido motivo de extensos reportajes en cadenas televisivas internacionales. La mayoría de ellos, presentando la información sin sesgo alguno.
En uno de ellos, el periodista dijo: «El Salvador, país que fue ubicado entre los más violentos del mundo, ahora es el centro de atención mundial por su seguridad y su incesante guerra contra las pandillas».
Los videos e imágenes estaban enfocados en el traslado de privados de libertad hacia el Centro de Confinamiento del Terrorismo llevado a cabo la semana pasada. Con lujo de detalles, expuso el cambio de vida de la sociedad salvadoreña como resultado del firme combate a los grupos criminales por parte del Gobierno del presidente Nayib Bukele.
Y es que esta nueva realidad, que algunos perversos se niegan a aceptar por los motivos conocidos, está impactando positivamente en el desarrollo de todas las actividades locales. Un ejercicio simple: el turismo crece exponencialmente, pues la gente se desplaza sin miedo en las carreteras, playas, montañas, parques y lugares llenos de cultura; los estudiantes, con su laptop o tableta en mano, ya no tienen temor de ser acechados por los criminales; las actividades económicas se desarrollan con tranquilidad en grandes, pequeñas, medianas y microempresas; de igual forma, en mercados, supermercados y centros comerciales. Muchos negocios que fueron cerrados por amenazas y extorsiones han vuelto a abrir.
Nuestros hermanos en el exterior ya no regresan con miedo a la patria que los vio nacer. Algunos de ellos ya están haciendo inversiones principalmente en turismo, ayudando al dinamismo económico del país.
Para nadie es un secreto que la violencia generada por grupos delictivos, solapada por los corruptos gobiernos de ARENA y del FMLN, secuestró todo el desarrollo económico y social, hizo que miles de familias perdieran sus hogares, que cientos de niños abandonaran sus estudios. El estancamiento en educación, salud, empleo, obras públicas, entre otros aspectos, fue tal que se perdió la esperanza de un punto de retorno.
En lugar de poner tras las rejas a los criminales, areneros y efemelenistas encarcelaron a la sociedad en un sistema político de sangre y luto del que sacaron lucro.
Pero ahora la historia es otra. Es entonces que los salvadoreños cuestionamos por qué estas nuevas realidades altamente reconocidas a escala mundial no son plasmadas por las plumas o los micrófonos que se dicen «defensores de la verdad» y se autodenominan «independientes» y «honestos». Y que, al contrario, se dedican a dar la vuelta al mundo con informes sesgados y falsedades, ocupando espacios de «medios internacionales afines». ¿Por qué esconder la nueva realidad en un cofre?
No se equivocó la periodista española Rosa María Calaf cuando en 2017 hizo sonar las alarmas para contener el veloz deterioro de los medios de comunicación. Ella denunció las grandes mentiras del periodismo, alertó que «hay que aprender a detectar la toxicidad» y señaló «la necesidad de dar información pública en lugar de emoción pública». Yo le agrego la imperiosa necesidad de desterrar el activismo político financiado por mentes maquiavélicas y oscuros empresarios, algunos de ellos operando desde el exterior para evadir la justicia.
Sin duda, hay una profunda crisis de periodismo sin ética y sin valores y, pese a que más que nunca es necesario un periodismo riguroso e independiente que esté al servicio de la sociedad y no que se sirva de ella, acechan grandes amenazas en el mundo de la comunicación por la contaminación informativa, la politización mediática, el deterioro de sus finanzas que hacen extender la mano a la injerencia mercantil y de grupos de presión, y es evidente la ruptura de la frontera entre información y lucha de intereses de particulares.
Estudios recientes confirman que el pueblo salvadoreño reconoce lo negativo y tóxico de cada medio de prensa, su baja influencia en las percepciones para la toma de decisiones. Sabe bien quién le mece la cuna.
Los salvadoreños entendemos perfectamente las nuevas realidades y las abrazamos. Más del 90 por ciento no queremos volver al pasado y damos total respaldo a las valientes y heroicas acciones del presidente Bukele.
Como he mencionado en columnas anteriores, los carniceros del «periodismo-activismo» ya están subidos en el cuadrilátero, en este año preelectoral. Pero en guerra anunciada, no hay soldado caído. El cofre de las nuevas realidades está abierto.