Muchos parecen haber olvidado que no hace mucho tiempo vivimos una pesadilla. Un día de 2015, 51 salvadoreños se levantaron sin saber que ese día su existencia se vería reducida a un fugaz instante de horror, al morir asesinados. Los sistemas de emergencias en todo el país eran un caos: tiroteos y escenas violentas en todas partes y un fantasma del conflicto armado de los ochenta renació por un instante, al ser el día más violento registrado desde la guerra civil. Ese día se sumó a una racha de violencia que nos ubicaría, en ese entonces, como el territorio con estado no declarado de guerra más violento de la faz de la tierra.
La cifra de asesinatos de agosto de 2015 sobrepasaba las 750 víctimas. Muchas personas ahora hablan mucho o poco de lo que eso significó y dejó como cicatriz en una sociedad y cientos de familias que tuvieron que pasar por una de las experiencias más difíciles de un ser humano: saber que tu pareja, tu padre, tu madre, tu hermano o tus amigos fueron asesinados. El duelo se había convertido en un estado perenne de la sociedad salvadoreña.
Hoy, en 2021, pareciera que hubiese pasado mucho tiempo desde aquellos días, ya que la realidad muestra una concepción tan distinta, en donde el homicidio como delito se ha reducido exponencialmente. Sabemos que queda mucho por hacer, que la delincuencia y la violencia son fenómenos sociales complejos que requieren de muchas aristas para poder erradicarlos; sin embargo, las buenas decisiones en materia de seguridad pueden arrojar indicios esperanzadores, como los que estamos viviendo. El Plan Control Territorial ha venido a transformar muchas comunidades y sectores de nuestro país, la expansión continúa con cada día que pasa, para que más salvadoreños puedan vivir la paz que se merecen.
El trabajo en conjunto con la sociedad salvadoreña y la Policía Nacional Civil ha logrado grandes avances en materia de prevención social y seguridad ciudadana, pero es un proceso que lleva tiempo y que requiere el apoyo y la concienciación de la población. Ninguna civilización a lo largo de la historia creció sin primero solventar sus problemáticas internas; en este caso, la seguridad es un ápice para la transformación social y la maquinaria del progreso.
Pero mirar hacia atrás no siempre es malo cuando las memorias oscuras del pasado nos ayudan a valorar el presente y a mirar hacia un mejor futuro.
En memoria de las víctimas del 27 de agosto de 2015.