Cuando Hérbert Aceituno nació, el 1.º de noviembre de 1985, los médicos le pronosticaron tres días de vida. El diagnóstico de acondroplasia e hidrocefalia complicó los planes de sus padres, Celia y Gilberto. No había antecedentes en la familia. Pero dejaron todo en las manos de Dios. Pasaron los tres días y Hérbert vivió.
El desarrollo físico no fue el de un niño convencional. Hérbert sufría una discapacidad física que provocó la burla de más de alguno de sus compañeros en el colegio. Pero el apoyo familiar fue fundamental para superar todo lo que la vida le ponía enfrente. Sus papás nunca lo ocultaron. Siempre estuvieron a su lado. Y eso que Aceituno fue siempre inquieto: se quebró un pie, botó un muro, anduvo en patines, lo expulsaron tres veces del colegio. Don Gilberto le decía siempre que confiara en sí mismo, que las burlas de los demás no importaban.
El señor Aceituno estuvo presente cuando Hérbert cambió el fútbol por el levantamiento de potencia. Hérbert primero probó suerte con atletas regulares y luego se probó en el Comité Paralímpico de El Salvador. Ya ahí había aparecido la figura de Jorge López, su entrenador, amigo, confidente, compañero de andanzas y malandanzas.
En Hérbert, el deporte paralímpico encontró a un diamante por pulir. Primera competencia: una copa de mundo en Río y el primer oro. ¡Ah!, y la clasificación a los Juegos Paralímpicos de 2016. Ahí también llegó la primera blanqueada. Es decir, de los tres intentos que hizo, falló en los tres.
El oro en los Juegos Parapanamericanos confirmó que Hérbert podía aspirar a meterse entre la élite mundial; sin embargo, no se trata solo de la fuerza de Hérbert y de la estrategia de Jorge, su entrenador, se trata de brindar un apoyo integral, un acompañamiento efectivo que provea las condiciones necesarias para lograr los fines propuestos.
Hérbert, por ejemplo, tenía un estímulo deportivo mínimo. Entrenaba con maquinaria vieja y con un banco de pesas inapropiado. Y ahí fue que, conscientes de lo que Hérbert podría lograr con el respaldo adecuado, como Indes entramos en acción.
Lo primero fue consensuar con el Comité Paralímpico de El Salvador las acciones a ejecutar: el mejoramiento de su estímulo deportivo, la adquisición de un banco profesional y con las características apropiadas y de estándar mundial para sus entrenamientos, el plan de fogueos de acuerdo con la ruta trazada para llegar a Tokio, entre otras.
Hace poco más de un año, Hérbert sufrió la pérdida de su amado padre, pero la muerte de don Gilberto, lejos de amilanarlo, le dio más fuerzas, le dio más coraje. Y desde el Indes redoblamos el apoyo, sabedores de lo que se venía.
Lo que Aceituno logró el pasado 27 de agosto en el Foro Internacional de Tokio (26 de agosto por la noche en El Salvador) tenemos que enmarcarlo y resaltarlo como uno de los puntos más altos a los que ha llegado un salvadoreño: un bronce paralímpico.
No nos vamos a montar en el triunfo de Hérbert. Nunca lo haremos ni con él ni con ningún atleta. Únicamente lo hemos acompañado y apoyado, y hoy estamos celebrando este triunfo junto con él, en memoria de don Gilberto, y como producto de la disciplina, el esfuerzo, la pasión y la calidad humana de Hérbert.
La semilla ya estaba sembrada. Y con disciplina, constancia, esfuerzo y rigor, la cosecha tardó poco en llegar.
Nuestra tarea siempre será que los atletas dejen atrás la frustración y logren triunfos; que dejen atrás el engaño y la falta de apoyo y encuentren sinceridad y acompañamiento; que dejen atrás las burlas y logren el reconocimiento y el orgullo de toda una nación. Nuestra tarea siempre será construir ese camino.