El 27 de febrero de 1858 se creó el Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador, y con esto inició, sin pensarlo, una espectacular colección de documentos, objetos y sobre todo de anécdotas de funcionarios salvadoreños vinculadas con hechos históricos de trascendencia regional, continental y hasta mundial.
Pocos saben que en 1937 el entonces cónsul de El Salvador en Liverpool (Inglaterra) José Arturo Castellanos —que posteriormente fue cónsul general en Alemania y en Suiza en 1938 y 1941, respectivamente— salvó a judíos en peligro de muerte por el régimen totalitario de Hitler; y que de aquella peligrosa y valiente decisión se conservan las copias de pasaportes y certificados de nacionalidad para las familias que escapaban de los campos de concentración nazi.
Tampoco se conocía que en plena Segunda Guerra Mundial, específicamente el 6 de octubre de 1939, diplomáticos salvadoreños escucharon uno de los discursos de Hitler, en especial porque obtuvieron una copia original de sus palabras (discurso) y la enviaron a El Salvador.
No menos importante es que luego de que las tropas de los aliados derrotaron al nazismo, el embajador Héctor David Castro suscribió la Carta de las Naciones Unidas que puso fin a la Segunda Guerra Mundial. La firma del embajador aparece junto a la de personajes históricos que se comprometieron a mantener la paz en el planeta.
Como estos, hay muchos documentos históricos en el archivo de la cancillería: fotografías, acuerdos, objetos, de todo.
«La importancia de esto es que permite reconstruir una etapa desconocida de la gestión pública de El Salvador. Una etapa que no la podemos encajonar dentro de la diplomacia, ya que ha sido un punto central de El Salvador y que prácticamente es desconocido por las personas. Lo otro es rescatar la historia que permite conocer los puntos donde El Salvador ha incidido en la comunidad internacional», explicó Raúl Menjívar.
Conscientes de la relevancia que posee el archivo de la cancillería, ya se han tomado acciones para preservar su enorme legado y una de estas es formar parte de la Red de Archivo Diplomático Iberoamericano (RADI). «Somos miembros fundadores de esta red, que nació en 1997, donde nos apoyamos para recibir capacitación técnica y participaciones, siempre de cara a mejorar la administración de los archivos», manifestó Iris Juárez, oficial de gestión documental y archivo de cancillería.
El acervo histórico diplomático posee alrededor de medio millón de documentos, pero hasta el momento solo se ha logrado conocer en profundidad un cinco por ciento del contenido alojado en los depósitos que se atesoran en la sede central del ministerio, así como en el edificio anexo ubicado en San Jacinto.
La colección es una mínima parte en comparación con los hechos históricos relevantes que ha vivido el país y que quedaron definidos en estos documentos. Lamentablemente en 1889 muchos fueron destruidos por el incendio que acabó con el primer Palacio Nacional. Presentamos en esta edición una mínima parte del gran acervo que constituye el tesoro de la cancillería.
Sedes de Cancillería
Diferentes lugares albergaron la cancillería a lo largo de la historia. La primera oficina comenzó en Cojutepeque, Cuscatlán, donde funcionó desde 1858 hasta 1870, cuando se trasladó al primer Palacio Nacional, en el Centro Histórico de la capital.
El 20 de noviembre de 1889, el palacio fue consumido por las llamas, y debido a la falta de fondos para la construcción del nuevo edificio hubo que esperar hasta 1911 para que la cancillería tuviera otra sede. La inauguración del nuevo palacio se llevó a cabo de manera solemne durante la toma de posesión presidencial de Manuel Enrique Araujo, el 1.º de marzo de 1911.
En este segundo palacio se dieron diversos acontecimientos oficiales, como tomas de posesión de presidentes y entregas de cartas credenciales a diplomáticos extranjeros acreditados en el país.
En 1959, el asocio privado que manejaba El Salvador Country Club, fundado en 1926, dejó las instalaciones a disposición del Gobierno. Es en ese momento que se decide designar el edificio para la cancillería, y se mantiene hasta 2001.
Ese año (2001), el país sufrió el azote de dos terremotos que acabaron dañando la antigua casa presidencial en el barrio San Jacinto, por lo que el presidente Francisco Flores decidió su traslado al antiguo Country Club. Mientras, la cancillería se trasladó a diferentes oficinas en la colonia San Benito y el Centro de Gobierno, hasta 2006, cuando migró al actual edificio.
Evolución de las relaciones diplomáticas
Aunque la historia de Relaciones Exteriores comienza en 1858, es entre 1860 y 1865 que se crean relaciones externas con Estados Unidos y Europa. Los primeros temas tratados fueron las ciencias, la educación y el comercio.
Con el paso del tiempo, las relaciones internacionales se fueron expandiendo. Según los registros, para 1989, El Salvador tenía presencia en el exterior con 29 representaciones diplomáticas, 16 consulados y cuatro misiones permanentes, las cuales aumentaron luego de los sucesos de 1992.
Para 1993 se tenía representación en los cinco continentes, con 31 delegaciones diplomáticas, 23 consulados (la mayoría en Estados Unidos y México) y cinco misiones permanentes, estas últimas vinculadas al trabajo de la ONU, la Organización de los Estados Americanos (OEA) y frente a la Comunidad Económica Europea.
Actualmente, cancillería tiene relaciones diplomáticas con 141 países y cuenta con 45 representaciones: 34 son delegaciones diplomáticas y además consulares, tres solo como representaciones diplomáticas (EE. UU., Australia y la Santa Sede) y cinco misiones permanentes ante organismos internacionales localizados en Ginebra, Roma, La Haya, Viena y Bruselas. También hay tres oficinas con tareas exclusivas ante organismos internacionales.
Reliquias invaluables
El archivo de la cancillería no solo permite un viaje al pasado para conocer los temas de importancia para el país plasmados en convenios o acuerdos con naciones amigas, también conserva notas firmadas por polémicos personajes de la historia, como el expresidente salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez y el exmadantario nicaragüense Anastasio Somoza; más allá de las decisiones tomadas, son sus respectivas firmas las que transforman algunos documentos oficiales en verdaderas piezas de colección.
Igual de importante es el donativo del mazo y de la biblioteca de José Gustavo Guerrero, quien luego de ser funcionario de Relaciones Exteriores ocupó la vicepresidencia de la Corte Internacional de La Haya entre 1946 y 1949.