En la actualidad se está hablando mucho del turismo espacial de una forma que hubiera sido impensable hace unos años atrás, de tal manera que hace solo unos días el hombre de la frase de arriba, Richard Branson, viajó al espacio en su propia nave, ganándole en esa carrera espacial a otros multimillonarios como Jeff Bezos, fundador de Amazon, o Elon Musk, fundador de Tesla.
Es increíble la forma en que el desarrollo tecnológico se ha venido dando en las últimas décadas. La ciencia y la tecnología antigua se desarrollaron lentamente; sin embargo, desde finales del Renacimiento el crecimiento científico se ha acelerado conforme pasa el tiempo. Sin duda, es el cumplimiento de la profecía que encontramos en el libro de Daniel: «Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia aumentará» (Daniel, 12:4).
Estas palabras en el libro del verdadero profeta Daniel (porque hay muchos falsos profetas y charlatanes hoy en día) escritas hace cientos de años se están cumpliendo increíblemente al pie de la letra; así como se han cumplido y se cumplirán todas las profecías bíblicas, como prueba irrefutable de que la Biblia es la palabra de Dios, como ella misma lo afirma.
Al leer estas palabras, recuerdo que en casi todos los eventos importantes, como lo fue el Día D para los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, o como cuando nos estamos preparando para algún evento especial, un plan de trabajo, algún lanzamiento de producto, una conferencia o sucesos de mayor envergadura, es normal que se nos pida dar un esfuerzo adicional y extraordinario, que algunos llaman el último aire, el último esfuerzo requerido. Este correr de aquí para allá, este aceleramiento de todas las cosas, esta urgencia, que hace que los días se acorten, aunque tienen la misma duración de 24 horas, es el presagio de lo que anunció Daniel, del día final, del día más glorioso que le espera a la humanidad, el día en que los cielos pasarán con grande estruendo y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán pasadas por el fuego para su purificación y renovación final y eterna.
Ese día donde ir al espacio será poca cosa, porque aparecerá en el cielo la señal del gran líder que vendrá, la señal del Hijo del Hombre en el cielo, porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también su venida para reinar sobre la tierra. Pero el día y la hora nadie lo sabe ni aun los ángeles de los cielos, sino solo el Padre.
La gran pregunta es si estamos preparándonos para recibir al gran líder que vendrá, si cuando venga seremos como aquellos que se les cumple su sueño o de los que se lamentan porque no estaban preparados.
Que no te pase como en los días de Noé, cuando venga Jesús. Porque en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos.
¡Apresúrate! No hay tiempo que perder. Ponte en paz con Jesús en arrepentimiento y fe, mientras hay oportunidad, el rey ya viene.