Desentrañar lo que significan los petroglifos del lago de Güija no ha sido tarea fácil. En el país, solo un hombre ha tenido la paciencia, perseverancia, imaginación, estudios, métodos y técnicas para develar una parte de ese grandioso mundo indígena.
Formalmente se llama Edgardo Quijano, pero gusta que lo llamen Edgar. Nació el 6 de febrero de 1954 en Dulce Nombre de Jesús (Chalatenango), pero su vida siempre ha estado vinculada a Santa Ana (donde trabajaba su madre), el departamento donde está Güija, el lago que se formó hace 1,000 años y sumergió en sus aguas alrededor de 7,000 años de historia indígena antes de la era cristiana y 1,000 años más después de Cristo.
Su interpretación de los petrograbados está plasmada en el libro «Las estrellas y las piedras» (publicado en coautoría con Ricardo Lindo en 1992).
«Las imágenes de Igualtepec (Igualtepeque) incluyen figuraciones animales y humanas y también formas que en una primera aproximación pudieran ser consideradas como animales mitológicos. Las líneas y puntos que las acompañan, y que por momentos se entremezclan con las figuras, pudieran ser elementos narrativos, una prefiguración de la escritura y un inicio de las matemáticas. Punto y línea son elementos numéricos en la antigua Mesoamérica. Pero […] estos puntos pueden ser estrellas y los grabados el producto de una observación (y una imaginación) del reino de los cielos», explica el autor en su obra.
En el libro se presentan 37 figuras y todas pueden ser leídas por Quijano. Por ejemplo, identifica una U (en mayúscula) como una evocación de los «yugos» que los jugadores de pelota se colocaban en la cintura. «El rostro que flota sobre la escena, como un espíritu vigilante, aparece, de hecho, enmarcado por el casco de los jugadores de pelota».
De las bocas de las serpientes salen «volutas» que, a juicio del investigador, simbolizan el don de la palabra. Las diversas «volutas» indican la diversidad de discursos.
«El pez con cabeza de serpiente de la figura 3, puede ser un animal fantástico, o bien la representación de una especie extinguida».
Hay formas fáciles de reconocer como venados o guacamayas; no obstante, por formar parte de un pliego de figuras tienen una interpretación diferente. Por ejemplo, Quijano identifica la muerte de una persona poderosa, posiblemente un sacerdote y la guacamaya que está al extremo derecho puede significar la trascendencia a otro plano de ese ser que ha muerto.
«El jaguar humanoide de la figura 7 representa acaso un sacerdote, con los atributos del dios jaguar. Era práctica común en la zona que los sacerdotes se disfrazaran para las ceremonias como las deidades a las cuales servían. Mientras en unas imágenes vemos auténticas fábulas, en la figura 8 se nos presenta quizás un sacerdote-narrador con su tocado ceremonial».
Otra talladura recrea a otro personaje terrestre «provisto de grandes orejeras, de esos gruesos aretes de jade prehispánicos (que) escucha un mensaje del cosmos, representado por una serpiente».
La serpiente es el ser que más se repite. Hay serpientes muy estilizadas, suspendidas en el cosmos, con fauces de jaguar. «Los ligeros espíritus situados sobre las cabezas de las sierpes, representados por aves o rostros infantiles, son como los nahuales de esos animales que son, a su vez, nahuales de los humanos, y parece establecerse entonces una jerarquía de los protectores cósmicos».
El profesor de la historia del arte cree que las rocas fueron parte de altares y sobre ellas se sacrificaron aves o se quemaron las entrañas de peces. Descarta que se hayan registrado sacrificios humanos en ese lugar, «pues parece en abierta contradicción con el gentil humor de los dibujos».
LA LECTURA DE TRES PETROGLIFOS
Edgardo Quijano ha logrado crear una narrativa de los grabados en piedra. La mayoría recrea personajes que alguna vez existieron o situaciones que estos vivieron. Algunos símbolos hacen referencia al sol, la luna, un eclipse y la comunicación que las deidades tenían con los humanos.
En una de las figuras, el investigador considera que se trata de una representación similar a la que pintó Miguel Ángel en su obra «La Creación de Adán». A continuación, se presenta una selección de tres petrograbados, de 37 imágenes que tiene su libro y que, a su parecer son muy significativas. Se transcribe literalmente lo que el investigador lee en cada una de las piezas.
Figura 1
Esta es una imagen preciosa. Es una escritura, es una palabra escrita. El primer elemento significa casa. estas máscaras significan que un sacerdote al morir se transformó en perro volador o perro emplumado. Además, tiene la fecha como un quipu y la imagen del niño que fue. Ellos se presentan siempre de manera infantil, así como los faraones que se presentan siempre jóvenes.
Figura 2
Aquí aparece una serpiente con su aleta como de tiburón y aparecen dos signos concéntricos dentro de su cuerpo. Usualmente, se infiere que los círculos concéntricos, de esta manera de tatuaje en la piel se refiere a que hubo dos soles o dos acontecimientos, posiblemente, un eclipse. La serpiente emite una voluta que significa su hablar y tiene de tocado la imagen infantil de su infancia. A la vez, le transmite el mensaje a otro niño mayor que tiene en su cabeza plumaje.
Figura 3 Esta es otra serpiente, que es otra variación de Quetzalcóatl. Luce en su piel tatuadas dos medias lunas, que indican un acontecimiento cósmico. A la vez, tiene sus fauces en posición de hablar y sus ojos concéntricos. Cuando los ojos son concéntricos significa que la imagen es sagrada y entiendes que esta voluta es diferente, porque cada serpiente emite una voluta distinta.