os cambios impulsados en el país desde la llegada a la presidencia de Nayib Bukele han hecho de El Salvador un país mucho más seguro, con mayores oportunidades para la inversión extranjera y con una seguridad jurídica sin precedentes.
Durante los tres años del Gobierno del presidente Bukele, El Salvador ha salido de la lista de países más peligrosos y con las altas tasas de homicidios, que nos heredaron los gobiernos de ARENA-FMLN.
Esta determinación y voluntad política ha provocado una confrontación con los antiguos sectores con poder, que tratan de evitar a toda costa que las transformaciones se consoliden en el país. La oposición ha hecho «lobby» internacional, tiene el apoyo de varias organizaciones y grupos políticos que en el pasado le dieron respaldo para tratar de retroceder en la agenda de cambios que en el país se está impulsando.
¿A quién le interesa regresar a un pasado de corrupción, a un pasado de inseguridad donde las pandillas mataban a mansalva, torturaban a salvadoreños, desaparecían a ciudadanos honrados, cometían extorsiones e imponían el terror en las comunidades?
Realmente, el Plan Control Territorial ha devuelto la tranquilidad de muchos barrios, colonias, cantones y caseríos. El régimen de excepción ha permitido que más de 46,000 pandilleros hayan salido de las calles y estén en prisión.
Ahora, las instituciones están funcionando y se combate la corrupción no solo en niveles políticos o empresariales, sino que también ha llegado la hora de limpiar el fútbol nacional. La Fiscalía General de la República investiga lavado de dinero y administración
fraudulenta en la Federación Salvadoreña de Fútbol (Fesfut), que, al igual que hicieron otros grupos de poderes
fácticos, se resiste a soltar la fuente de sus millonarios ingresos, muchos de ellos de dudosa procedencia.
Mientras existe esta cruzada nacional en contra del crimen y la corrupción, hemos visto también que hay expresiones en contra del Gobierno para tratar de evitar que esas transformaciones se implementen.
Sin embargo, a pesar de la presión internacional o del boicot interno que puedan provocar algunos sectores, lo que el pueblo salvadoreño tiene claro es que no quiere regresar al pasado.
Las mayorías están dispuestas a continuar con este proceso de transformaciones y de verdadero cambio, de disfrutar, por fin, la tranquilidad en los hogares y de tener esperanza de estar construyendo en estos momentos un desarrollo para todos.
No será un camino fácil y en el trayecto habrá muchos obstáculos. Sin embargo, hay una verdadera voluntad política y la determinación de un pueblo por acompañar a su Gobierno en estas transformaciones