Hace unos días veíamos un importante anuncio, que hizo el presidente del Banco Central de Reserva, con relación al entorno económico del país. Desde luego, se trata no de una solución a los problemas de la población, ni siquiera de una meta cumplida, sino de una esperanza, una señal en medio de toda esta convulsión pandémica y política.
El Salvador es un país que, a mi forma de ver, había perdido la esperanza, y por esa razón tomó la decisión de hacer cambios profundos, trascendentales en la forma, los ideales y la capacidad de respuesta de sus dirigentes, porque ya no podía tolerar más de lo mismo que había venido soportando por varias décadas.
Decía que se trata de una esperanza muy significativa, lo anunciado por el BCR (de una proyección de crecimiento del 9 % para este año), porque este tipo de índice no es producto del azar. En el mismo anuncio, el BCR hablaba de un incremento de las remesas, y esto es también muy esperanzador, pues no habla solo de la economía salvadoreña, sino de la recuperación de las dinámicas internacionales de las que dependen nuestros compatriotas en el extranjero.
En cuanto a nosotros, a nuestra propia economía, esta proyección de crecimiento del BCR se debe enmarcar en uno de los períodos económicos más difíciles de nuestro país y de un impacto dramático en el mundo.
En El Salvador, dos elementos hacen meritorio el anuncio de crecimiento del BCR: el estado deplorable del sistema de salud, con el que El Salvador recibió la llegada de la pandemia; y la fragilidad de la economía, que venía muy afectada por décadas de corrupción y decisiones orientadas con intereses partidarios. Además de esta compleja situación, hay que sumar una actitud intervencionista y el bloqueo legislativo que los políticos salientes hicieron al Gobierno, al negarle un marco legal a la altura de un problema tan grande como el manejo de la COVID- 19.
El inicio de la gestión de la pandemia en nuestro país estuvo marcado por una durísima decisión. Con el paso de los meses, hemos comprobado que El Salvador optó por el camino correcto al poner la protección de la salud de la población como la principal meta en las acciones a ejecutar. Lamentablemente, grandes potencias económicas tomaron otro tipo de decisiones, y se enfrentan ahora a una situación de imposibilidad de recuperación económica, que no muestra indicios consistentes de mejora.
Precisamente, por eso calificaba como «esperanza» al 9 % que se proyecta para la economía en general, porque este repunte, que no es común para el área, muestra la importancia y la influencia de la salud en un pueblo como El Salvador, cuya economía descansa en los hombros de salvadoreños que en su mayoría, desde sus pequeños negocios buscan y replantean sus ingresos, tan impactados en estos meses. Pero vamos viendo estas señales consistentes para encaminarnos a la recuperación.
Pese a todo ello, no debemos perder la perspectiva. El virus ha mutado, y las finanzas públicas están también muy golpeadas por el paso de esta enfermedad, así como por el nivel de esfuerzo desarrollado para rescatar la red nacional de salud. Ahora la estabilidad de la economía está en la decisión personal de ponerse las vacunas, usar la mascarilla, desinfectarse las manos y evitar aglomeraciones innecesarias. Pero lo más importante es que tenemos la esperanza de seguir por el camino que vamos, el rumbo correcto.