Desde 1992, la sociedad salvadoreña fue sometida a un sistema político fabricado a la medida de los poderes fácticos, en el que, por medio de sus institutos políticos, confeccionaron leyes, crearon decretos e impusieron funcionarios de segundo grado. Todo al servicio de sus intereses.
Las elecciones presidenciales, legislativas y municipales simplemente servían para la alternancia de dos corrientes políticas que aparentaban perseguir diferentes objetivos, pero que en la realidad estaban sujetas a esos mismos poderes. Es decir, siempre fueron lo mismo.
Algunos salvadoreños llegaron a confiar, de acuerdo con sus ideologías, en que los partidos políticos de derecha y de izquierda eran verdaderos servidores del pueblo. Sin embargo, hoy se dan cuenta de que todo fue una farsa.
La frase «en política nada es lo que parece» fue aplicada magistralmente por estos subalternos de esos grupos de la sociedad que actúan al margen de las instituciones políticas, pero que ejercen sobre ellas una gran influencia, basada en su capacidad de presión.
Los protectores de ese sistema ocultaron sus verdaderos intereses y engañaron a la población.
Centenares de leyes y decretos aprobados por esos partidos políticos desde la Asamblea Legislativa tuvieron el sello de protección y beneficio para sus patrones, sin importar el inmenso daño a las grandes mayorías.
De la misma forma, como lobos con disfraz de oveja, llevaron a cabo cientos de nombramientos de magistrados, fiscales, procuradores, presidentes de instituciones como la Corte de Cuentas, entre otros, como parte de la sustentación de ese mismo esquema maquiavélico.
Mientras, ante la sociedad, mostraban una careta de «paladines del pueblo».
Todos los salvadoreños hemos sido testigos de cómo ese sistema nefasto desangró al país con la galopante corrupción, con sus descarados robos millonarios y con los millones de dólares que se embolsaron de las ventas de activos del Estado. Por si fuera poco, estaban protegidos por su mismo sistema e hicieron que la clase trabajadora pagara los costos de la millonaria evasión empresarial institucionalizada.
Cuando asumimos como diputados del partido Nuevas Ideas, el 1.º de mayo de 2021, aceptamos la responsabilidad que nos otorgó el pueblo para cambiar la historia costara lo que costara.
Desde entonces, cada día peleamos nuevas batallas para derribar ese sistema nefasto y oscuro, y devolverles la patria a los salvadoreños con la aprobación de leyes y decretos para beneficiarlos, así se saldan las deudas históricas.
Desde ese día también emprendimos el camino para lograr uno de nuestros blancos: sepultar el sistema corrupto de «selección» de personas para cargos de segundo grado afines únicamente a los intereses de los poderes fácticos, porque la población merece instituciones robustas e independientes que estén a su servicio.
Es por ello por lo que nuestra misión y compromiso es elegir profesionales idóneos, imparciales y éticos en todas las instituciones. De esa forma limpiaremos la suciedad que dejaron los mismos de siempre, y crearemos un verdadero sistema de democracia e igualdad en justicia y oportunidades.
Estamos tomando decisiones radicales porque el país las necesita. Se están tocando sectores que jamás habían sido tocados. Y, obviamente, esos poderes influyentes han iniciado ya una encarnizada guerra.
Pero no vamos a retroceder porque nuestro camino está trazado y mandatado por el mismo pueblo salvadoreño y es al que nos debemos.
No vamos a dar marcha atrás porque tenemos puesta la fe en Dios.