En el mercado de Navidad de Landshut, en el sur de Alemania, no falta lo esencial, como la nieve artificial, el vino caliente, los dulces y la música kitsch, pero este año hay que venir a comprar sin salir del coche.
Al anochecer, este «drive-in» atrae a docenas de vehículos cuyos ocupantes esperan dentro pacientemente a que un empleado con mascarilla y con el típico sombrero de Navidad llame a su ventana para entregarles el menú.
«Nos inspiramos en las cadenas de comida rápida», dice sonriente Patrick Schmidt, de 31 años, organizador del mercado y propietario del restaurante Zollhaus Landshut.
Desde principios de noviembre, los restaurantes y bares están cerrados en Alemania para combatir la pandemia de la COVID-19. Solo se permite la venta de comida para llevar.
Las restricciones, que acaban de ser prorrogadas hasta enero, también afectan a los aproximadamente 3,000 mercados navideños que se celebran cada año.
Unos 160 millones de personas los visitan cada año y un cliente gasta una media de 18 euros, según la unión alemana de expositores.
En el noroeste de Alemania, la ciudad de Kalkar también ofrece un mercado de Navidad sin bajarse del coche.
Abierto desde mediados de noviembre, el mercado de Landshut ha sido noticia en la prensa local y atrae a mucha gente. «El sábado pasado tuvimos 500 coches», dice Patrick Schmidt.
El vino caliente, servido en termos, no es lo único que atrae a los clientes, que a menudo vienen con sus familias.
«Estoy aquí para apoyar a los restaurantes, porque los echo de menos», explica Markus Renneke, de 55 años, que vino con su esposa. «Y creo que es una gran idea».