Muy a menudo le damos demasiada valía a lo que opinan de nosotros o incluso a los pensamientos negativos de nosotros mismos sobre nuestra propia existencia; de ahí nace una profunda herida interior que no logra sanarse tan fácilmente, ya que lo que nace del propio ser no puede trabajarse desde afuera, sino desde la propia esencia de sí y para sí. Por lo tanto, es importante que sepamos discernir aquello a lo que damos fuerza o no.
El maestro Charlotte Bronte solía decir: «El interés del que escucha estimula la lengua del que habla». Saber escuchar es de suma importancia, pero saber no escuchar en ciertos momentos sabiamente es mayor grandeza espiritual. Puesto que se debe y se puede acceder a un nivel de espiritualidad más elevado en la medida en que todo el ser se desprende de la materialidad que no abona, sino que estanca y destruye.
Por ende, la única forma de mantener el equilibrio en la vida es poder escuchar la existencia con sus circunstancias y saber cerrar el oído a las nimiedades de la misma subsistencia. Al final, el camino es único y, como tal, no hay fórmulas ni compañía, simplemente veredas y deseos de caminar en esa línea, a veces recta otras tantas encumbradas, pero siempre hacia adelante o, como mínimo, para atrás, pero por impulso o estrategia.
El maestro Bernardo Stamateas expresaba al respecto del tema tratado lo siguiente: «La crítica nace del malestar interior de la persona que la emite y de la frustración que siente». Es decir, si lo que se escucha daña innecesaria o injustamente (pues pueda que sirva escuchar cuando no se camina correctamente), entonces es irrelevante atender si viene de quien no posee mérito para nuestra presencia.
Está claro que saber escuchar y observar la vida es de magna necesidad, pero escuchar los comentarios tóxicos de algunas personas a nivel social, laboral o religioso solo es perder el tiempo y no comprender que el viaje se debe hacer solo y se debe construir solo; claro, a veces con la ayuda de la naturaleza, de la fe y el estudio, otras tantas conversando y aprendiendo de otro, pero al final siempre es personal, individual.
Por lo tanto, solo quien sea capaz de caminar y abrir senderos donde no los hay, de ver hacia adelante y no perder el tiempo escuchando o viendo a quien no amerita, solo él o ella, sabrá caminar con presencia, con sapiencia y, ante todo, con autenticidad, que es la marca ineludible de la vida verdadera. ¿Se anima usted, apreciado lector? Espero que sí y que juntos sepamos escudriñar el misterio de la vida interior y de la paz que viene con ella.
De tal suerte que, al caminar su propia realidad interior y exterior, usted mejor que nadie sabe sus luchas, sus renuncias, sus logros, sus dolores, sus éxitos y sus supuestos fracasos (oportunidades); entonces, ¿qué sentido existencial posee el escuchar más de lo necesario a quienes no tienen ningún interés genuino en su vida y adelanto? No se deje embaucar, viva su vida inteligentemente, abra vereda y sepa escuchar a su Dios, a su esencia y nada más, y cuando deba o tenga que escuchar a alguien más, que sea un ser que esté por encima de usted en adelanto sapiencial.