Cuando se visita el Teatro Nacional, en el Centro Histórico de San Salvador, se observa un hermoso decorado viviente a su alrededor. Para muchos, se trata de un oficio, pero en realidad el estatuismo es todo un arte.
Idalia Laínez, quien domina esta destreza, comparte que el estatuismo nació en Roma, Italia, en los años treinta después de Cristo, y ha ido cobrando relevancia con el tiempo. «En El Salvador, el estatuismo, aunque existe desde antes, toma mayor auge hace unos seis años, porque se convirtió en arte urbano», afirma.
Se trata de un arte teatral donde los cuerpos representan esculturas reales, ya sean mitológicas, clásicas o de personajes antiguos, y donde se deben poner en práctica ciertas técnicas de caracterización.
«Son cinco técnicas. El punto fijo, la creatividad y la quietud, que es una práctica. Desde el momento en que uno viene debe estar inmóvil, aunque la gente pase, le hable, uno debe tener concentración, que es otra técnica que se debe saber manejar. La mirada, el no parpadear, también es otra técnica que se utiliza», agrega Idalia.
Esta manifestación se deriva del teatro o arte escénico, y en muchas ocasiones se estudia teatro para dominarla.
«Yo estudié teatro hace casi 12 años, estudié en el Roque Dalton. Allí pasé haciendo teatro casi tres años, y el estatuismo es una rama, porque es escénico. Se trabaja mucho la escenografía, el maquillaje, la parte teatral, que es donde uno interactúa con la gente. Cuando uno se mueve, técnicamente decimos que es teatro, porque nos movilizamos y hacemos alguna pieza o gestos que honorifiquen al personaje que se está haciendo. El que sabe de este arte tiene que trabajar por lo menos las técnicas, desde la confección de sus trajes hasta las expresiones», relata.
Para el estatuismo, el atuendo, los gestos y movimientos leves son esenciales para que las personas entiendan la historia que se pretende contar. «En este caso, la mía es una mujer trabajadora que va al campo, que tiene un hijo y que lo debe cargar. Es una mujer que va al río porque anda un cántaro. De igual manera, con mi pareja, se representa la unidad de la familia», explica Idalia.
La miscelánea del estatuismo
Vestuario, maquillaje y accesorios escenográficos son importantes al momento de exponer este arte urbano; cada elemento debe poseer una técnica que resalte al personaje que se está interpretando. Los actores se transforman (visten y pintan) en unos 15 minutos, dependiendo del personaje y el vestuario; no obstante, su representación puede durar largo tiempo.
«Los trajes son importantes, hay que trabajarlos porque también tienen técnicas, no solo es ponerse el disfraz, también tienen su arte. Por ejemplo, mis trajes son hechos en acrílico mezclado con diferentes colores.
También se pueden manejar otros materiales, como tierra, arena, piedras, dependiendo de cómo quieran representarlo o trabajar al personaje. El traje lleva un proceso. Yo me estoy tardando de 15 a 20 días para hacerlo y que quede como deseo. Cuando ya está listo se busca el maquillaje para que dé los tonos con el traje».
En el maquillaje fusionan colores; el negro, el dorado, el blanco y el plateado son los que más se usan.
En El Salvador no hay una industria de maquillaje, sino que se importa de países como México. «En el maquillaje también hay diferentes tipos: está el graso y está el de base agua. Ambos deben ser aptos para el rostro», describe la artista
Un poco de historia
Según las referencias más antiguas, este arte fue creado como una manifestación para tener aceptación. A Cleómenes, escultor ateniense del siglo I a. C., nunca se le reconoció su arte ni la excelencia de sus obras, por lo cual ideó la manera de demostrarlo, creando una escultura de sí mismo, mostrándose al público como una de las mejores creaciones. Para ello, decidió vestirse todo de blanco y cubrir las partes visibles de su cuerpo del mismo color, y posó en las diferentes calles atenienses con quietud y silencio.
El estatuismo también fue considerado una estrategia militar o combativa. En el siglo XV d. C, en Japón, cuando un samurái perdía a su amo por alguna tragedia, debía vengar su honor. Una de las estrategias que ponía en práctica era simular ser una estatua, en total inmovilidad dentro de su armadura pintada de color blanco, para, de esa manera, emboscar a su enemigo.
Como los anteriores puede encontrarse diversidad de datos históricos que comprueban la presencia del estatuismo en diferentes culturas, pero es en 1928 aproximadamente cuando se considera el estatuismo humano como una expresión artística.
Grandes dramaturgos, como el alemán Bertolt Brecht, han dedicado espacio en sus libros para hablar de este arte.
Brecht escribió en uno de sus «Cuentos de almanaque» detalles de cuando paseaba por La Cita (pequeño puerto de la Costa Azul), donde vio a un soldado pintado de dorado, inmóvil, con un cartel a sus pies que decía: «Hombre estatua. Fui soldado en Verdún, allí aprendí a quedarme inmóvil. Es una enfermedad para la que no encuentro cura» (batalla de Verdún, Francia, 1916). En cuanto a la formación, las academias más recientes que se conocen estaban en Francia y España, fundadas en 1980 con el fin de cultivar y divulgar este arte, pero desaparecieron por limitaciones presupuestarias; sin embargo, la huella que dejó el estatuismo ha sobrevivido hasta llegar a nuestros días.