El conflicto que se desarrolla en Ucrania nos muestra un enfrentamiento geopolítico entre Occidente y Oriente. Lo que se llama Europa nació como una idea que mostraba la superioridad de Occidente ante el Oriente primitivo, atrasado y peligroso. Esta idea aparece desde la creación de la mitología griega sobre la ninfa Europa que, violada por Zeus, generó una civilización de la cual nació la cultura, el arte, las letras y la ciencia.
Este planteamiento ignora el innegable aporte que el oriente del planeta ha hecho en la matemática, la geometría, la física, la química, en la producción del cero como categoría, y en el desarrollo de la actividad comercial. Es, en este terreno de reflexión, en donde Rusia aparece como una sociedad vasta, desconocida y amenazante.
Todas estas ideas marcan los acontecimientos que se desarrollan en estos momentos. El mundo occidental, que comprende Estados Unidos, Europa, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, no puede comprender ni aceptar que Rusia, habiendo salido del derrumbe de la Unión Soviética, que para Estados Unidos fue una victoria, y habiendo entrado a jugar en el mundo del capitalismo, terreno en el que Occidente era invencible y todopoderoso, en un par de décadas se haya convertido en una fuerza económica, energética y militar, capaz de competir y superar a toda Europa, de tal manera que ha resultado que Europa depende de Rusia en materia energética, que las empresas rusas compiten con las europeas en muchos terrenos, que la aeronáutica espacial rusa es superior a la europea, que Rusia tiene fuertes inversiones en Europa, y que Europa resulta ser un enano ante Rusia.
Este resultado muestra que el oriente del planeta es en el siglo XXI una fuerza con condiciones para tomar la delantera en todos los terrenos en los que Occidente ha mantenido el control planetario: el control sobre el comercio internacional, los adelantos científicos y tecnológicos, las fuerzas militares, el coloniaje en África, Asia y Latinoamérica, el control de los mares y el monopolio en el mundo de los valores.
En todos estos terrenos, Occidente ha dejado de avanzar, y es Oriente el que está ocupando, paso a paso, el predominio en todos estos terrenos. Este es el conjunto de problemas que han llevado al enfrentamiento actual que tiene como escenario a Ucrania, pero, en realidad, confronta lo que se llama Eurasia, es decir, Rusia, China, India, Irán y otros países del oriente del planeta, con Estados Unidos, Europa y la OTAN, como su fuerza militar.
La confrontación actual determina las nuevas reglas del nuevo juego que conducirá al planeta en las próximas décadas, y podemos afirmar que el mundo ya no es el mismo a la luz del actual conflicto. Rusia libra una confrontación en la que están en juego los intereses de toda la humanidad, tal como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando fueron derrotadas las hordas nazis alemanas que, integradas por soldados y armas de toda Europa, y no solo de Alemania, intentaron borrar del mapa a la Unión Soviética. En esa ocasión, el líder nazi, Adolfo Hitler, dijo que Rusia era un país de campesinos que huirían al escuchar los primeros disparos.
Aquí encontramos el pensamiento no solo de Hitler, sino de Europa, en general. La historia demostró otra cosa y las victoriosas tropas soviéticas entraron en Berlín en 1945. En la actualidad, Europa adolece del mismo trauma civilizacional, ya que los actuales líderes europeos ni entienden ni aceptan que Rusia, ese país de campesinos incultos que ellos miran, participe como socio en el juego peligroso del mercado capitalista y con las reglas capitalistas.
Lo que Occidente ha venido llamando siempre libre mercado, en donde todo se vende, todo se compra y todo es mercancía porque ahí, en el terreno de occidente, con las reglas de la Unión Europea, Rusia compite en mejores condiciones que los otrora poderosos países europeos que aparecen en desventaja. Países como Francia, Alemania, Italia, y otros parecen haber renunciado a la libre competencia que ellos tanto pregonan y han decidido usar a su organización militar —la OTAN— como el espolón decisivo para ahogar a Rusia y someterla a la voluntad e intereses de la UE.
Esta decisión supone que Europa renuncie a la posibilidad de tener su propia política exterior para continuar siendo instrumentos de Estados Unidos, que es el dueño y amo de la OTAN. Esta decisión conlleva otra, que es la de renunciar a una ventajosa relación comercial con Rusia, lo que al mismo tiempo empuja a los pueblos europeos al atraso y a la debilidad. En el caso del gas ruso, que Europa necesita para mover sus industrias y calentar los hogares de sus pueblos, Alemania es el punto de distribución del gas que llega de Rusia a través del gasoducto Nord Stream 1.
Rusia proporciona este producto a precios infinitamente inferiores al del gas gringo, que tiene que atravesar todo el océano Atlántico antes de llegar a Europa, y es por eso mucho más caro para Europa. En la actual coyuntura, estos inteligentes gobiernos europeos, al renunciar al gas ruso, no tienen más opción que comprar el gas gringo o buscar otras alternativas que ni son a corto plazo ni a mejor precio. En este ejemplo, el miedo a lo ruso impulsa a estos europeos a ponerse ellos mismos en su cuello el lazo estadounidense.
Los europeos y Rusia trabajan juntos en el proyecto de un viaje a Marte, pero este ha sido suspendido debido a que la parte clave del proyecto es el descenso en la superficie marciana, y es aquí donde Rusia interviene con su tecnología. Europa ha renunciado a todo eso y el proyecto está siendo engavetado.
Las sanciones económicas anunciadas contra Rusia no son, en rigor, medidas económicas porque en las actuales circunstancias, son parte de la guerra con fines militares que buscan quebrar la economía, que es capitalista al igual que la de Occidente, e intentan frenar toda posibilidad de desarrollo capitalista ruso, y es, además, el amargo reconocimiento para Europa y para Washington de que Occidente es incapaz de competir en términos capitalistas con Rusia, China, India, Irán y otros.
Estados Unidos está negociando con Rusia, por medio de Ucrania, algún tipo de salida al conflicto, pero no tiene ningún interés en algún tipo de acuerdo y busca empantanar el conflicto en Ucrania produciendo una guerra de desgaste que desangre a las tropas rusas, aunque para esto se destruya el territorio de Ucrania, en lo que están de acuerdo los fascistas ucranianos que gobiernan el país. Los acontecimientos no parecen ir en la dirección que busca Occidente.