En el océano pacífico tropical (que se extiende desde la costa de América Central hasta el norte de Perú), la oscilación de temperaturas en el agua genera el fenómeno de la Niña o del Niño cada cierto periodo de tiempo. La Niña sucede cuando en el océano hay disminución de agua cálida y el agua fría tiene mayor afloramiento; por su parte, el Niño ocurre cuando hay más agua cálida en el océano y el agua fría se queda más profunda.
Ambos fenómenos son el resultado de la permanente interacción entre el océano pacífico tropical y la atmósfera. Dicha interacción es natural en el planeta y sucede de manera cíclica, además, tiene una duración aproximada de 18 meses.
Cuando no ocurre el fenómeno de la Niña o el Niño es porque el agua del océano se encuentra en condiciones neutrales o normales, que es cuando hay un equilibrio entre el afloramiento de agua cálida y fría.
Bajo esta condición neutral se encuentra actualmente el océano, pues según indicó Pablo Ernesto Ayala, coordinador del área de clima y agrometeorología en la gerencia de meteorología del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), en los meses de junio a agosto de 2021, las proyecciones indican que existe un 78 % de probabilidad de mantenerse neutral.
Sin embargo, dicha probabilidad irá disminuyendo y para finales de 2021, específicamente entre los meses de noviembre y diciembre, hay más del 50 % de probabilidad de ocurrencia del fenómeno de la Niña.
«En cuanto a las predicciones para este año, las condiciones son neutrales para el trimestre mayo, junio y julio. No tenemos a la vista que el Niño vaya a tener incidencia, la condición neutral va a la baja y la Niña pueda retornar a finales de año», explicó Ayala.
Impacto en la población
De acuerdo a los registros históricos desde 1952, estos fenómenos inician con más frecuencia entre marzo y junio, y logran su máxima intensidad entre diciembre y abril. Con relación al fenómeno del Niño, la principal afectación son las olas de calor que generan una sensación de ahogamiento y sofocación. También aumenta el brillo solar y hay ausencia de nubes. El nivel de estrés incrementa por falta de sueño debido al calor. La seguridad alimentaria se ve afectada si hay ausencia de alimentos de la canasta básica.
Por su parte, con la Niña, la principal afectación son las olas de frío en la época seca. Hay más cantidad de nubes, por lo tanto, aumentan las lluvias y las enfermedades relacionadas con las alergias, y hay incremento del valor de los repuestos de vehículos por el frecuente deterioro en las calles. «Cuando hay fenómeno de el Niño, no es que no llueva, pero cuando llueve, dada la acumulación de calor, las tormentas tienen vientos con ráfagas y quiebran ramas e incluso derriban árboles que ocasionan problemas. Tanto con el fenómeno de sequía como con el de anegación, los daños dependen de la vulnerabilidad de la amenaza. Es complicado porque tenemos mucha agua o mucha sequía», indicó Ayala.
Además, ambos fenómenos tienen relación con el cambio climático porque a pesar de que son alteraciones cíclicas naturales que han existido siempre, ahora acontecen con más frecuencia. «Antes se daban cada siete años; ahora, en una década, hemos tenido casi ocho manifestaciones de ciclicidad. Hay alguna correspondencia con el calentamiento global, el que está íntimamente relacionado con el cambio climático», advirtió Ayala.
Por otra parte, los dos eventos se predicen a través de vigilancia satelital de la temperatura del mar y de los vientos en las diferentes capas de la atmósfera por parte de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en sus Centros de Predicción Climática. Ellos emiten estadísticas y proyecciones de modelos que son retomados por el MARN para incorporarlos en los monitoreos permanentes que realizan sobre las condiciones térmicas de los océanos.