Envía a [email protected] tus colaboraciones de poesía, cuentos, críticas de cine o relatos breves (hasta 500 palabras) para ser publicados en nuestra sección.
Manlio Argueta, escritor y poeta / Artículos sobre literatura / XII entrega
Observando esta exposición de arte abstracto que se exhibe en la antigua casa presidencial, Ministerio de Cultura, barrio San Jacinto, recuerdo las polémicas sobre la abstracción en las artes visuales entre simpatizantes ideológicos de una u otra de dos grandes tendencias: Arte Abstracto o Concreto y Arte Figurativo. Un pasado de polémicas estéticas en una época en que se dieron dos liderazgos de gran aliento: uno era de Camilo Minero (arte figurativo), el otro de Carlos Cañas (arte abstracto). Cada comentarista literario, por lo general los poetas, y comentaristas diversos, tomaba partido. Las condiciones sociales que vivíamos hacían predominar la aceptación del arte figurativo. Pero Cañas y Camilo siguieron su línea, en fin el artista debe evitar el contagio desde afuera del ámbito. Y lo mejor era marginarse de la polémica. Fue decisión sabia poner oídos sordos y continuar cada quien con su obra, como sucedió.
Ese es uno de los retos que tiene el artista, enfrentarse con la obra ante un receptor activo. Lo importante es despertar la imaginación, «esta, que rodea al mundo, es más importante que conocimiento» (decía Albert Einstein).
Un reto que debe enfrentar el espectador frente a los doce cuadros de esta exposición de arte abstracto, que se expone en la antigua casa presidencial, barrio San Jacinto. Doce obras de igual número de artistas de tres nacionalidades distintas. Son siete salvadoreños: Mario Martí, Raúl Elas Reyes, Miguel Ángel Orellana, Antonio García Ponce, Cesar Menéndez, Roberto Galicia y Salarrué. Un costarricense: Felo García; tres guatemaltecos: Elmar Rojas, Rodolfo Abularach, y Marco Augusto Quiroa, y Alice Baber estadounidense. Todos ellos de gran trascendencia como maestros de las artes pictóricas donde el color, las texturas, y composición surgen como expresión técnica de comunicación estética.
A propósito del receptor, decía el novelista argentino Julio Cortázar que su literatura requería «un lector cómplice». Al igual que Picasso: «el espectador debe ser un activo intérprete emocional ante una obra de arte». Y esto opera para todas las artes.
La idea es «sentir» con los otros sentidos comunicativos de la emoción, si queremos apreciar la obra artística que, en el caso de la pintura abstracta debe conjugarse la sensibilidad del espectador para captar el trasfondo cualitativo que se crea con el arcoíris cromático en trazos de profundidad técnica. Similar es el movimiento en caso de la danza, o la combinación del sonido con el tiempo y los silencios, en la música. O como ocurre también con la poesía.
Si queremos ser cómplices debemos contar con un momento contemplativo en el que la emoción del artista nos lleve a nuestra propia emoción, porque no será necesariamente la misma del artista.
El estudioso de la artes Arnold Hauser coincide con Cortázar cuando afirma que las obras de arte son provocaciones que «debemos interpretar según nuestras aspiraciones y formas de vida de cada quien, y según habilidades mentales». Es decir, captar según la formación cultural y educativa de cada quien.
La clave está llegar a una emotividad que no requiere coincidir con la del artista. Porque a contrario sensu de lo que dice el genial Einstein no es que la imaginación sea más que el conocimiento; no, se trata de un «conocer» más profundo que lo captado por los cinco sentidos.
Esos colores, sean arte figurativo o abstracto, como es el caso de esta exposición requiere «sentir» con las emociones, como sucede en todas las artes. El gran filósofo Georg Lukaks ha manejado estos conceptos en tres tomos de su obra «Estética» (atrevido de mi parte resumir en dos líneas). De modo que así como llegamos a la emoción por la poesía se debe llegar a estas obras expuestas. El poeta Publio Horacio (220 años a. de C) decía: «Ut pictura poesis». O sea: «Así como la pintura es la poesía». Ni siquiera decir que hay poesía en una obra de pintura, sino que también hay «pintura» en los poemas, y en ese contexto todas las artes se interrelacionan y es por eso que las artes en conjunto hacen vivible la existencia, construye valores de convivencia para diferenciarnos de la bestia. Descubrir el valor del arte es contar con un alma cerebral (no un arma), tan poderosa para construir como la nuclear para coexistir. Esa imaginación y ese pensamiento creativo vive miles de años, porque son los valores de la cultura (costumbres, modos de vida, ideas, religión, tolerancia, etc.) son la mejor defensa para la convivencia universal.
Así debemos admirar las ideas creativas de estos doce pintores, sus conceptos e intención, incluso provocación, que nos hacen viajar a su mundo interior que a la vez produce mejoría espiritual en el humano planetario. De esa manera es que los espectadores somos cómplices del artista.
Así ha sido desde que se inició la pintura rupestre hace más de cuarenta mil años. El artista crea su universo íntimo para trascender hasta el espectador en forma de valores apreciados por la emoción. Con ese estado de gracia debemos apreciar esta colección de pintura a la que nos referimos. Un regalo directo al corazón para quienes la visiten.
Crónica de un evento inusitado
Por Alexander Campos / Símbolo Poético
Según cuenta la historia (por lo menos la reciente) no se había visto en San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, ese deseo descomunal de la sociedad por asistir masivamente a un evento poético.
No se sabe si es porque nunca se había organizado de tal manera como lo hizo, quien sin lugar a dudas fue el artífice de este bello regalo artístico como lo es el amigo connotado poeta, escritor y gestor cultural Julio César Chamorro Rosero, junto a un grupo excepcional de amigos y de instituciones que se involucraron sin ningún interés, nada más con el deseo de apostarle a que todo saliera de estupenda manera y de magnífica forma. Tal como se dio el IV Festival Internacional de Poetas por la Paz, impulsado por la Casa de Montalvo, núcleo de Ipiales.
La otra razón podría ser que se está despertando en la humanidad una nueva manera de ver, de percibir la poesía, porque la gente hizo larga fila, abarrotó el Teatro Imperial de la Universidad de Nariño, no dejando espacios para más asistentes; pues según se supo, por cuestiones de medidas de seguridad en salud, a muchos no se les permitió el ingreso.
Las altas autoridades de la Universidad de Pasto dieron la bienvenida a los poetas y al público asistente.
Personeros gubernamentales dieron las facilidades para el hospedaje (y de lujo) para los poetas internacionales y los nacionales que llegaron de otros estados del país.
Las organizaciones sociales, como el sindicato de maestros, dijo decididamente presente; los medios de comunicación promovieron en detalle la agenda a desarrollarse en cada uno de los lugares anfitriones; la comuna de Guachucal y Colimba fueron unos decididos acompañantes del magno evento.
Ipiales, representado por Julio César y su amada esposa Ana, mostraron de hecho, aún en medio de un evidente cansancio, la gracia plena de hacernos sentir como en casa, y los poetas, si los poetas asistentes maravillosos y dignos artífices de la palabra y del canto que cala el alma de cada asistente, ovacionó en inusitadas algarabías cada número, cada auténtica participación artística.
Por lo que concierne a Roberto, Malu, Katia, artistas de Brasil, y a su atento servidor Alexander de El Salvador, rendimos al igual que a Julio César, un merecido reconocimiento a nuestros nuevos amigos Enrique Herrera, insigne historiador del estado de Nariño, y a Ricardo Rueda, maestro directivo del sindicato y profesor de química y biología, quienes nos hicieron liviana y maravillosa la estadía en el grandioso y honorable IV festival Internacional de Poetas en Colombia.
En broma (pero serio) he dicho muchas veces que somos sus hermanos putativos porque nos han adoptado y tratado con especial e indiscutible afecto. Muchas gracias estimables amigos.
Lo más importante por decir es la gratitud que debemos tener con el altísimo Padre celestial, quien nos permitió vivir estos instantes que dignifican la vida y que nos hace saber que los sueños se hacen realidad cuando se cree en ellos y se lucha infatigablemente por alcanzarlos. Gracias señor todopoderoso.
De mi parte, un inmenso abrazo a mi hermosa familia por apoyar la conquista de mis sueños; a los amigos de una caja de crédito en Usulután, que decididamente patrocinaron la compra de los boletos aéreos para asistir al evento; a los amigos sinceros que siempre están pendientes de los triunfos que se avecinan y estimulan su alcance y, de verdad, al país por permitir que humildemente cada uno de nosotros nos mostrarámos con categoría, con calidad, ante los ojos del mundo.
Muchas y maravillosas gracias a todos y todas. ¡Viva el Salvador! ¡Viva Colombia! ¡Vivan los países que estuvieron representados por cada poeta asistente en la alargada tertulia de arte de vida!
«PERDÓNAME»
Tengo la sensación de que han pasado
quinientos años sin inflexiones,
y tu imagen continúa gravada
en el centro digital de mis recuerdos.
Miro al infinito sin lograr entender
el espacio tiempo, pero sintiendo muy adentro
el calor de tus manos y el contacto sensual
de tus mejillas de fuego.
Te recuerdo con tu uniforme gris del instituto,
con tu cartera colgada al hombro
y tus zapatos cerrados con hebillas;
y luego con tu canasta colmada de totopostes
te veía correr ofreciendo tu mercancía
y tu sonrisa de amapolas
a los viajeros de los autobuses
sentados como zombis de mirada ausente.
Y hoy, con mis ochenta y tantos cumplidos
debo confesarte, que te dejé llorando,
porque la universidad y los prejuicios sociales,
como pirañas voraces me devoraron el alma.
Donde quiera que estés: ¡Perdóname mi amor!, ¡perdóname!