En 1976, el entonces departamento de Ciencias Naturales se convirtió en Museo de Historia Nacional de El Salvador (Muhnes) y se inició la etapa de coleccionar y conservar ejemplares de la biodiversidad del país; esto también conllevó a contratar personal especializado y es así como en 1982 se trasladó a Óscar Enrique Ascencio del Zoológico Nacional al Muhnes como dibujante científico y museógrafo.
A partir de ese momento Ascencio comenzó a plasmar en papel las diferentes especies salvadoreñas, pero no de manera convencional sino científica, enlazando la ciencia y el arte.
«Él es de profesión arquitecto, se dedicó al dibujo científico acá en el museo. La forma antigua de presentar los trabajos era a través de dioramas, y todo el fondo ilustrativo que se presentaba en esos pequeños espacios era pintado por Óscar», explica la directora del museo, Eunice Echeverría.
Todo inicia con lápiz, luego se aplica tinta china y en ocasiones se utilizan colores como en la imagen de un martín pescador, donde se observa el azul del plumaje.
Moluscos, anfibios, reptiles, aves y peces, de todo ha dibujado Ascencio, al punto que el total de las piezas creadas sobrepasa el millar.
«Todo es dibujo científico, no es ilustración normal ni naturalista. La diferencia es que en el caso de la ilustración científica, el ilustrador tiene que conocer y copiar exactamente la diversidad entre las especies; en cambio, en la ilustración naturalista se puede modificar el tamaño, el color, las hojas o flores, es más libre. En la científica no, tiene que ser exacta, tal cual es», manifiesta la directora.
Aunque el mundo de la tecnología ha avanzado, en este tipo de trabajo no funcionan las fotografías ya que muchas veces no es factible identificar las partes más pequeñas que posee la especie o no se puede hacer una comparación entre especies de la misma familia.
«Sí se hacen fotos, pero cuando se hace una publicación y se quiere mostrar que la uña de la pata de un escarabajo tiene dos pelos más que otra especie, no sirve la fotografía. Además, la ilustración científica queda anexada a la publicación con la información, para que quién lo esté estudiando vea el ejemplar y rápidamente capte cual es la diferencia y sino tiene el ojo entrenado, con una fotografía no le sirve», relata.
La ilustración científica respeta colores, tamaños, escalas de la especie original, sin importar su medida. Para crear una imagen fiel, el ejemplar es manipulado por expertos, mientras el ilustrador replica fielmente el especimen.
«Cuando la malacóloga iba al campo, traía los caracoles que quería que le ilustraran y Óscar se apoyaba con equipo de microscopio y estereoscopios con lo que le aumentaban su tamaño. También contaba con el acompañamiento del especialista que le indicaba de qué manera ponerlo», comparte la directora.
El 9 de octubre de 1883 se creó el Museo Nacional de El Salvador y una parte de este se convirtió en el Muhnes.
Al celebrarse 138 años de los orígenes del museo, las autoridades de la institución pensaron en una exposición de ilustración científica y mostrar parte del trabajo que ha creado Ascencio.
«Esta es una pequeña muestra de la calidad de su trabajo. Principalmente ha trabajado ilustraciones para el catálogo de caracoles y el catálogo de conchas que está en proceso de publicarse. La finalidad es conocer la riqueza que hay, dónde están, hasta dónde podemos utilizarlos para no llevarlo a la extinción, ya que en algunas playas ya no se ven caracoles y eso da una alteración porque estas son las casas de los cangrejos ermitaños», dice Echeverría.
Exponer el trabajo de Ascencio, añade la directora, es porque se conoce poco sobre la ilustración técnico científica, pese a que representa un gran aporte para los centros de investigación del país y del extranjero.
Si desea conocer más sobre este tipo de arte puede visitar el Muhnes, donde se están mostrando más de 40 piezas. La exposición estará abierta al público hasta que finalice el año, de miércoles a domingo de 9 a. m. a 4 p. m.