«Desde pequeño tenía el sueño de ser médico. Una de las cosas principales con las que uno se encuentra en el camino y le ayudan a tomar la decisión es el hecho de querer ayudar. Luego, en la misma carrera, al ver los casos, uno se inspira para querer aprender más, para superarse y querer especializarse», relató Raúl Martínez Orantes, un joven médico que labora en el nuevo Hospital El Salvador.
El camino para lograr su título implicó muchos sacrificios —propios de la carrera—, no solo en el campo académico y práctico, sino también en el familiar, ya que tuvo que renunciar a fechas de cumpleaños, vacaciones o días festivos para cumplir con su misión.
«La carrera es estresante, cansada, porque exige leer y aprender mucho, porque se está poniendo en nuestras manos una vida humana, y hay que tratar de hacer todo lo posible por no equivocarse. Eso supone mucho tiempo», comentó.
Raúl asegura que el ambiente hospitalario tiene sus propios retos, pues el nivel jerárquico durante el proceso formativo también implica poner en práctica las buenas relaciones interpersonales con sus compañeros y docentes.
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Además de las exigencias de la profesión, este joven médico se enfrentó a la pandemia por la COVID-19, que cambió el contexto médico no solo en El Salvador, sino en el mundo entero.
«Desde que inicié la carrera, en 2012, por la gracia de Dios, no hubo ningún evento catastrófico. Hasta 2020, recién graduado, nos enfrentamos a la primera pandemia, al primer gran desafío en la vida profesional del médico. Esta pandemia vino a cambiar muchas cosas en el sistema de salud», enfatizó.
La saturación de los hospitales debido al incremento de casos de COVID-19 llevó casi al colapso al sistema público de salud, por lo que el Ejecutivo tomó medidas para que la población no se expusiera al virus, como las cuarentenas obligatorias. Aun así, el personal médico tuvo que redoblar esfuerzos para atender a una gran cantidad de pacientes.
«Todo el personal de salud ha aportado su granito de arena. Se siente una gran satisfacción cuando ocupamos los conocimientos adquiridos para ayudar a las personas que llegan a nosotros. Dan tristeza también aquellos casos en los que se hace todo lo posible y el paciente no mejora, empeora y muere. Una vida es una vida, una vida no es menos que otra y siempre se intenta que no sea así, pero, a veces, está fuera de nuestras manos», señaló.
El tiempo que tiene de trabajar en el Hospital El Salvador, uno de los centros médicos de referencia en atención de pacientes con COVID-19, le ha permitido conocer, de primera mano, la necesidad de muchas personas vulnerables a esta enfermedad. Destaca que la labor realizada, en conjunto con los demás miembros del equipo médico, permite brindar al paciente los cuidados necesarios para que su salud sea restaurada y pueda regresar a su hogar, junto a su familia.
«Mentiría si digo un número exacto de pacientes que he atendido, pero un aproximado sería entre 300 y 400, en más o menos cuatro meses de trabajo, aunque el hospital ha atendido a muchos más. No solo yo estoy a cargo del paciente, ya que también es visto por el internista y, en los casos más complicados, también por el médico intensivista», aseguró Martínez Orantes.
Destacó que siempre existen casos de pacientes que dejan huella en el ejercicio de la profesión. En el caso de la pandemia, afirma: «Me quedo con todos aquellos que han logrado superar la enfermedad, y de estar en la unidad de cuidados intensivos fueron mejorando y pasando a otras áreas, donde están los menos complicados, y al final han tenido el alta».
Cada una de las altas médicas de pacientes recuperados se convierte en el fruto del esfuerzo de todos los profesionales, que forman un mismo equipo, dentro del Hospital El Salvador, expresa el médico.
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El joven se sometió al examen de residencias médicas para especializarse en cirugía general. De ser seleccionado, tendrá la oportunidad de prepararse en esa área para convertirse en residente, y así continuar ayudando a la población salvadoreña más necesitada.