Europa superó ayer los 500,000 muertos por la COVID-19. Es la primera región en hacerlo y representa un tercio de los decesos a escala mundial por esa enfermedad. Uno a uno, los países del Viejo Continente están volviendo a imponer las restricciones, que incluyen toques de queda, suspensión de reuniones de más de 10 personas, limitación del tránsito entre municipios y el cierre de bares, restaurantes e incluso el atraso en la reanudación de las clases presenciales.
La segunda ola de contagios en Europa ha sido devastadora, con más muertos que en la primera, que de por sí era una cantidad enorme. Muchos gobiernos cedieron a la presión de algunos sectores de la sociedad que pujaban por el desconfinamiento y por abrir la economía, con el argumento de que muchas empresas estaban quebrando a causa del encierro obligado. Vimos protestas que incluso fueron disueltas por equipos de antimotines debido a la violencia de los manifestantes, que renegaban de las restricciones en discotecas y restaurantes.
El sistema de salud pública de El Salvador, gracias a las medidas tomadas con anticipación por el gobierno, nunca colapsó, sino que, al contrario, se expandió y mejoró la infraestructura. Incluso se creó un hospital especializado en el tratamiento de la COVID-19, mismo que ya dio de alta a más de 2,000 pacientes.
Todo este buen manejo de la pandemia, a pesar de los torpedeos de los adversarios políticos del Ejecutivo, ahora está en peligro porque la ciudadanía, harta de las restricciones, ha descuidado las medidas de prevención, tanto así que se ha detectado un aumento de los casos positivos por coronavirus.
Este incremento se relaciona con la necesidad de muchos hogares de reforzar sus ingresos económicos de cara al fin de un año que ha sido malo para la mayoría de los comerciantes, pero también hay casos de pura desidia. Solo así se puede entender que haya aglomeraciones de personas en busca de las mejores ofertas y sin tomar en serio los protocolos de bioseguridad, o que bares y discotecas estén a reventar, con gente que, alardeando de su inconsciencia, sube a redes sociales fotos y videos en los que se muestra sin mascarillas y sin respetar el distanciamiento.
Sin una ley para evitar el caos sanitario que provocarán estas manifestaciones, no queda de otra que recordarles a los ciudadanos que no bajen la guardia.
No es alarmismo sin sentido. Lo estamos viendo en Europa, con la única diferencia de que sus gobiernos no sufren el obstruccionismo que la oposición salvadoreña y sus aliados judiciales hacen a la administración del presidente Nayib Bukele. Si no nos cuidamos, todos vamos a lamentarlo.
«Sin una ley para evitar el caos sanitario que provocarán estas manifestaciones, no queda de otra que recordarles a los ciudadanos que no bajen la guardia».