Por Roberto Carbajal / De Crítica
En un ambiente sombrío, lleno de vicisitudes y frustraciones vive Charlie, un profesor de redacción. Trabaja en línea, padece de obesidad severa y alta presión arterial a punto de colapsar. Vive encerrado en un apartamento donde imparte sus clases y teme que sus alumnos se den cuenta de su condición, por eso no enciende la cámara al interactuar con sus pupilos. Apenas puede levantarse.
Brendan Fraser es el actor que protagoniza esta cinta y fue nominado al Globo de Oro y ganó el Óscar como mejor actor por su interpretación. En «La Ballena», Charlie arrastra un pasado doloroso, pierde a su pareja, abandonó a su hija y sufre marginación por su condición de obeso, un mal que sufren miles de personas en el mundo.
Charlie junto con su hija Ellie, interpretada por Sadie Sink, logran atrapar la atención y el papel de su amiga y cuidadora Liz, encarnado por Hong Chau, entretejen una historia conmovedora que gira en torno a la condición de él.
Hacer las paces con su hija, que pronto se graduará de secundaria, y dejarle un mejor futuro es en lo que se centra el conflicto dramático de la cinta. Charlie sabe que no podrá recuperarse de su enfermedad, pero sí tiene la esperanza y la fuerza para salvar la relación con su hija, él daría toda su fortuna por recuperarla. En cambio, Liz hará todo lo posible por ver a Charlie con salud.
La trama se desarrolla durante cinco días de la vida del protagonista. Su tiempo pasa entre impartir clases, orientar a sus alumnos sobre qué es hacer un buen escrito y las visitas que recibe de su cuidadora y la confrontación con su hija; además de su obsesión con la comida que lo llevará a un estado más grave.
La ballena nada entre esas aguas y lucha por no sucumbir en estas, nada contracorriente y se sumerge en un mundo por momentos inhumano, por momentos compasivo.
«La Ballena» nos llama a dejar los prejuicios y los estigmas sociales hacia las personas obesas, lo que hay detrás de esta condición y sentir empatía por aquel o aquella que padece alguna enfermedad.
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«Lamentos»
Por Guillermo Funes / De Poesía
«Para que haya jardines en flor y hostias en elevación, fue necesario que un labrador se hiciera callos en las manos». Héber Salvador de Lima
Mujer de los eternos lamentos,
Raquel que a tus hijos lloraste
y aún a uno de ellos de tu pecho arrancaron.
Las bestias del odio ensordecieron, y el clamor de tu dolor no escucharon.
No, no querías ser consolada
solo querías viajar con ellos,
y unirte a sus lamentos.
El Mozote fue tu Gólgota en ese tiempo, más de tu eterna angustia sacaste fuerzas y nació tu voluntad de gritar al mundo la verdad.
¡Tus ojos vieron la crueldad!
Los gemidos de dolor tus oídos escucharon.
Gemidos humildes e inocentes en tu corazón quedaron, porque muchos de ellos eran propios, eran tuyos, de tu sangre, de tu pueblo, de tus hijos, de tu vientre de madre.
Mujer de los infinitos sollozos,
mujer de lágrimas transparentes,
sangre, lloraste la sangre de tus hijos, y cada lágrima tuya alimentó esta tierra.
Y creció el árbol fuerte llamado Rufina que se plantó de frente denunciando asesinos con la voz y el valor que te dieron tus hijos.
Y al árbol Rufina se le cumplió el sueño de emprender el vuelo y viajar hacia ellos.
Y por siempre a ellos te has unido.
Y aquí en esta tierra, tierra tuya,
donde ha quedado tu nido,
tu valor, tu recuerdo y tu temple
de madre extraordinaria y mujer valiente.
Tus raíces están plantadas por siempre. Te decimos “Árbol Rufina”,
¡salvadoreña victoriosa, gloriosa heroína!
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«Mujer, creación divina»
Por Jimmy Francisco Ortega / De Poesía
Resplandece el orbe,
se conmueve el cielo
por ese nombre de amor eterno, que armoniza al mundo
con su cantar preciso.
Que despierte el mundo,
que grite el universo
con amor profundo.
Que postre su voz
ante la luminosa frente,
ante la hembra capaz de amar ¡más allá de la muerte!
¡Oh maravilla de la creación divina! Inmenso amor que no expira.
El rey de los cielos ilumine tu vida.
¡La vida misma que das a quien das la vida!
Linaje de Eva fatigada,
¡descansa la libertad del hombre en tus espaldas!
Del hombre mismo autor de tu dolor ¡Responsable de tu cruz pesada!