McLaughlin, que a finales de junio había establecido una plusmarca mundial con un crono de 51.90 en el preolímpico de Eugene, superó en la final de Tokio a su compatriota Dalilah Muhammad (51.58), campeona olímpica en Rio-2016 y vigente campeona mundial, mientras que la neerlandesa Femke Bol (52.03) se quedó con el bronce.
McLaughlin, de 21 años, disputaba sus segundos Juegos Olímpicos. En los primeros, con apenas 16 años en Rio-2016, se había quedado en las semifinales, pero en las últimas temporadas ya se había convertido en una de las superestrellas de esta prueba, que vive un momento de esplendor tanto en categoría masculina como femenina.
La joven californiana fue subcampeona mundial en los 400 metros vallas en Doha-2019, en una edición donde se coronó luego como parte del relevo estadounidense 4×400 metros.
El oro de Tokio-2020 es su primera medalla olímpica y la confirmación del inicio de su reinado en esta prueba.
Por su parte, Dalilah Muhammad (31 años) consiguió su mejor marca personal en la final de este miércoles, pero no le bastó para revalidar su título olímpico.
La única participante latinoamericana en la final era la panameña Gianna Woodruff, que fue séptima y última entre las competidoras que terminaron clasificadas, con un tiempo de 55 segundos y 84 centésimas.
Woodruff pudo por lo menos vivir su primera gran final contra las mejores del mundo, después de haberse quedado en las semifinales en los Mundiales de 2017 y 2019.
La atleta nacida hace 27 años en Santa Mónica (California, Estados Unidos) pero que compite desde 2016 por Panamá, el país de su madre, se va de Tokio-2020 habiendo batido un nuevo récord del país centroamericano, que logró en las semifinales con un registro de 54.22.