Cuenterete Teatro tiene como sede permanente la Casa de la Cultura de Santa Tecla. Al final de la vieja casona está el taller y contiguo hay una sala donde se muestra la sorprendente colección de títeres que el grupo ha creado durante 38 años de trayectoria.
Tres de los miembros de Cuenterete, Francisco Ramos, Emanuel Merino y Alejandro Anaya están en el taller creando la nueva versión de los personajes de «Tío Conejo Orejas Largas», un cuento de tradición oral.
Las cabezas del león, el conejo y el tigre están avanzadas. Francisco se ocupa del cocodrilo y en cuestión de segundos corta una tira de fomi blanco y diseña los colmillos del reptil, que luego coloca con pegamento en la trompa del animal. Su habilidad sorprende.
El grupo ya tiene en su repertorio la obra de Tío Conejo en títeres guiñol, pero ahora hacen la versión de títeres corporales.
Es normal que cada cierto tiempo se cambien los títeres o se hagan versiones, que algunos caigan en desuso y sean guardados, o cuando van surgiendo nuevas producciones (propias o adaptaciones) el equipo de creativos deba ocuparse de pensar en los detalles de cada personaje, su personalidad y todo lo que demanda el arte del muñeco.
Emanuel se ha ocupado del tigre y comparte que en esa figura hay algo suyo, sobre todo sus sentimientos y emociones. Para él «es mágico» todo lo que hacen. Viven del teatro y para el teatro.
Todos los integrantes de Cuenterete conocen las diversas técnicas y materiales a usar para sus creaciones: hule espuma, papel maché, cartón piedra, bunraku, guiñol, bocones, bunraku con tela, bocones con tela, sombras chinas y los mixtos, que son los más complejos. Por ejemplo, combinan títeres de mesa tipo bunraku con hilos para manos y varillas en codos y talones, o incluyen algún otro elemento que consideren necesario.
En la sala de exposiciones se encuentran en paredes, sobre las mesas y en repisas los 150 títeres que han usado para sus 63 espectáculos, que iniciaron en 1985.
A todos los distinguen por las modalidades (materiales y técnicas) con que están elaborados, sobre todo por las obras en las que han sido utilizados.
De «El Principito» se conservan los títeres guiñol que se usaron para el primer espectáculo entre 1999 y 2000. La obra se retomó en 2011 y 2015, pero para ambos años se incluyeron actores, títeres bunraku y mixtos en luz negra.
Francisco explica que El Zorro es tipo bunraku, bocón e incluye hilos para las patas. La amada Rosa fue elaborada a partir de una máscara plástica blanca, la cual se pintó a mano. Sus orejas tienen forma de pétalos rojos, el mismo color intenso de la rosa que lleva por tocado. El vestido es negro de hule espuma.
«Se dedican tres meses para los personajes. Se diseñan (en papel), se decide sobre la técnica que se ocupará para elaborarlos y se ejecuta», comparte Francisco.
Sobre la nueva versión de los personajes de «Tío Conejo Orejas Largas», indica que trabajan en ellos desde hace dos meses. Los preparan para una presentación que eventualmente se dará a conocer.
Agrega que conservan los tipos guiñol (tamaño guante) que han usado antes, pero decidieron hacerlos más grandes para este año.
El trabajo de los integrantes de Cuenterete es amplio: deben idear cada títere, definir su apariencia y personalidad, su voz. Además, deben resolver sobre posibles teatrines (cuando son títeres pequeños), las luces y todos los elementos necesarios para la escenografía.
Fuera del escenario (en giras nacionales) se deben hacer ajustes de acuerdo con las condiciones del lugar; no obstante, el equipo mantiene preparado un juego de luces y de sonido móvil.
Sala propia
En 2014 surgió una idea entre el equipo de Cuenterete. Pensaron en crear una pequeña sala de espectáculos en la casa de la cultura tecleña. Así que, un amplio salón de usos múltiples fue destinado para el proyecto. Todos trabajaron hasta adecuar el lugar.
«En el 2014, luego de habernos conocido, haber estado en talleres y participar en caravanas itinerantes nos surge la espina de hacer una pequeña sala y emprendimos esa aventura, y comenzamos a trabajar en los telones. Las luces al principio eran de latas de jugos», recuerda Emanuel.
«Cuando entré al grupo, ese año se había empezado la construcción del teatro. Acoplé el tiempo de la tallerización teatral para el montaje de la obra y aportar a la sala. En ese proceso entendí que la cuestión era dedicarse 24/7 al teatro. Me gustó, me fue enamorando», dice por su parte Alejandro.
La sala tiene cabida para 200 asistentes. Al mostrar lo realizado, Francisco afirma «clavamos, pintamos, cosimos. Todo lo hemos puesto nosotros», al tiempo de agradecer el apoyo de la directora del lugar Estela Jiménez. «Fue una excelente apuesta trabajar por los niños, me refiero a todo menor de 18 años. Ha sido una buena apuesta porque vamos a la población más vulnerable y, al mismo tiempo, hemos podido vivir del teatro. Tengo cuatro hijos que ya van a salir de la universidad a puro teatro […] Somos trabajadores del arte, trabajadores de teatro», añade Francisco.