La traición siempre ha sido una de las cosas más despreciables del mundo que ha destruido familias, reinos y naciones. En la historia humana se han escrito hazañas de hombres valientes, de héroes que luchan y mueren por defender su país, pero hay un acto que es lo más detestable porque es capaz de destruir, y es la traición. Hay ejemplos muy relevantes registrados como traiciones en la historia, como fue el caso de Brutus en la antigua Roma, quien junto con otros senadores romanos asesinó a Julio César, marcando una de las más terribles traiciones en la historia, pero quizá la más emblemática y el traidor más famoso de la historia es Judas Iscariote, uno de los peores, cuyo nombre es sinónimo de traición. Él delató, de acuerdo con las sagradas escrituras, a Jesús de Nazareth, el mesías, el hijo del Dios altísimo, con un beso en la mejilla. Lo señaló para que los romanos lo apresaran. Lo vendió por 30 piezas de plata.
La traición política, decía Nicolás Maquiavelo, «es el único acto de los hombres que no se justifica». Los traidores, decía Maquiavelo, son los únicos seres que merecen siempre los castigos del infierno político sin nada que pueda excusarlos.
La traición política o la traición a la patria es, sin lugar a duda, el acto más despreciable, ruin y vergonzoso que un ser humano puede cometer contra otro, contra un grupo político, contra un ejército o con la patria. Cuando un acto de traición se comete por parte de alguien de quien, por su estatus social, político y militar, depende todo, una comunidad o una nación, las consecuencias pueden ser devastadoras. De acuerdo con las escrituras bíblicas, Judas Iscariote, cuando comprendió la traición que había cometido contra Jesús de Nazareth, quiso devolver las 30 monedas de plata a los sacerdotes. Viendo que no había lugar para reparar el daño, horrorizado por su acto, se ahorcó.
Hoy en día, el honor y la lealtad son como especies en extinción, sobre todo a nivel político, que traicionan a sus votantes y a su propio pueblo quebrantando la confianza de quienes los eligen. Eso determina de manera categórica que la patria no se traiciona.
Las traiciones políticas suelen ser consideradas como el sublevarse contra la autoridad legítimamente establecida, conspirar contra el Gobierno, colaborar o asociarse con personas o grupos que tratan de desestabilizar el orden social. Existen más tipificaciones, pero cualquiera es considerado un acto execrable y ruin que defrauda todos los compromisos de lealtad asumidos. A veces la política se vuelve un oficio de gente sospechosa que la ve como una profesión para vivir mejor.
En El Salvador se está impulsando un proyecto de desarrollo de país fundamentado en el bienestar social, la inclusión financiera y la seguridad ciudadana, donde no caben políticos traidores ni agentes ni analistas de opinión conspirativos, que solo pretenden conseguir beneficios personales; por lo tanto, deben saber que cuidar la vida es la finalidad y el propósito de la política y la economía.