Desde que la depresión tropical 29 se fortaleció y pasó a convertirse en tormenta tropical Eta, las alarmas se activaron en Centroamérica debido a que la trayectoria la llevaría directamente a las costas caribeñas de Nicaragua y Honduras, con efectos indirectos muy poderosos en El Salvador, Guatemala y Costa Rica.
Desde ayer por la tarde, antes de tocar tierra, Eta ya había escalado en poder destructivo y fue clasificada como huracán de categoría 4. En El Salvador, desde antes de esa reclasificación, se elevó la alerta nacional de verde a amarilla. Todo el sistema de Protección Civil, con sus contrapartes en los departamentos y los 262 municipios, debe estar activado para enfrentar cualquier emergencia.
Estamos en una situación muy precaria, porque las lluvias de las últimas semanas han sobresaturado los suelos. Ya vimos lo que una lluvia de poco más de dos horas concentrada en el volcán de San Salvador provocó en Nejapa: nueve fallecidos, un caserío devastado por la corriente de lodo, piedras y escombros, y el bloqueo durante 72 horas de una de las principales vías de tránsito en el país.
El Gobierno ya activó 1,152 albergues para recibir a las familias que estén en riesgo. El peligro es real, y como sociedad debemos prevenir todos los efectos posibles para evitar muertes. Muchos daños no se podrán evitar, porque se tratará de infraestructura cercana a los ríos y las quebradas, pero de que todos cumplamos las medidas de prevención dependerá que haya menos fallecidos.
Ya otras tormentas nos han demostrado que el aumento de lluvia en el suelo salvadoreño es devastador. Las últimas tormentas, como Ida y Amanda, nos dejaron un legado de destrucción. Ni se diga el huracán Mitch en los noventa o el huracán Fifi en los setenta.
En las próximas horas veremos cómo el agradable clima con el que empezamos la semana cambiará y dará paso a nubes oscuras y las lluvias que, poco a poco, harán subir el nivel en los ríos. Imágenes de satélite nos muestran que nos enfrentamos a un escenario muy complicado, pero hemos tenido la suerte de contar con tiempo para prepararnos.
Debemos cumplir con las medidas de prevención y estar atentos a las indicaciones que emanen de las autoridades locales y nacionales de Protección Civil. No es tiempo para protagonismos insanos o para hacer campaña electoral. Es tiempo de estar al servicio de la nación y de salvar vidas acatando las medidas preventivas.
Nunca serán innecesarias las precauciones, aun si la situación no llega a los escenarios más complicados. Más vale estar sobrepreparados que la desgracia nos agarre desprevenidos.