Tsugumasa Mihara, de 73 años, dice que no recuerda haber vivido algo semejante. Este habitante de Shika, situada en la prefectura de Ishikawa, estaba haciendo una siesta cuando un «fuerte temblor» le despertó el lunes a las 16H10 (07H10 GMT).
«Me sentí impotente (…) Todo lo que pude hacer fue rezar para que se acabara rápido», cuenta a la AFP.
En total, unos 150 sismos sacudieron Japón entre el lunes por la tarde y el martes por la mañana. El más fuerte alcanzó una magnitud de 7,6, según a agencia meteorológica japonesa JMA.
Los daños en la casa de Tsugumasa Mihara fueron leves: apenas unos platos rotos en el suelo de la cocina. Y a diferencia de muchos otros habitantes, tiene electricidad.
Pero el problema, explica, es el agua, ya que la red de agua potable de Shika, así como de muchas otras ciudades de la península de Noto, quedó dañada.
Muchos otros habitantes de la península corrieron con menos suerte. Varios edificios y casas se derrumbaron como consecuencia de las sacudidas.
El último balance provisional de víctimas publicado el martes era de 50 muertos.