Los resultados del Webb, situado a 1,5 millones de km de la Tierra, superan de lejos a los del veterano telescopio Hubble, que sigue en funcionamiento pero sin la precisión de las lentes de su joven competidor.
Gracias a su exitoso lanzamiento, Webb debería operar durante al menos 20 años, en lugar de los diez que se preveía inicialmente.
«Se está comportando mucho mejor de lo que esperábamos», asegura a la AFP Massimo Stiavelli, jefe de misión en el Space Telescope Science Institute, que pilota ese artefacto espacial de 6,5 toneladas.
«Los instrumentos son más eficaces, las lentes más precisas y estables», explica. Esa estabilidad es clave para lograr imágenes nítidas.
Las imágenes que llegan del Webb son inicialmente invisibles al ojo humano, porque opera esencialmente en el espectro de infrarrojo, a diferencia del Hubble.
Pero gracias a la espectacular coloración de esas fotografías, ha conseguido deslumbrar a los aficionados.
Con esa frecuencia de las ondas infrarrojas, el James Webb puede detectar los rastros lumínicos más débiles del Universo, es decir los albores de su nacimiento sin verse afectado por las nebulosas estelares, o analizar con espectrógrafo la atmósfera de los exoplanetas (planetas fuera del Sistema Solar).
18 pétalos
El lanzamiento del James Webb a bordo de un cohete Ariane 5, a finales de 2021, coronó una odisea iniciada por la Nasa hace más de 30 años.
Tras varios fracasos, una inversión de 10.000 millones de dólares y la contribución de 10.000 personas, el telescopio se colocó de manera perfecta en su órbita a mediados del verano boreal, en particular con el despliegue de un parasol de la talla de una cancha de tenis.
Su principal espejo, de 6,5 metros de diámetro, consta de 18 pétalos que se fueron abriendo y calibrando hasta alcanzar una precisión inigualable, con un margen de error de apenas un millonésimo de metro.
El Webb envió el 12 de julio de 2022 cinco imágenes que pusieron de relieve sus capacidades: miles de galaxias, algunas formadas poco después del Big Bang, hace 13.800 millones de años.
Meses después pudo fotografiar a Júpiter con todo lujo de detalles, lo que ayudará a comprender el funcionamiento interno de ese gigantesco planeta gaseoso.
«Exceso» de galaxias
Otras imágenes coloreadas que provocaron asombro fueron los «Pilares de la Creación», enormes estructuras de gas y polvo repletas de estrellas, de tonos azulados, rojos y grises.
Estas imágenes y datos invitan a los científicos a «revisar sus modelos sobre la formación de las estrellas», explica la Nasa.
Apenas cinco meses después de su entrada en funcionamiento, el telescopio permitió a los astrónomos atisbar una galaxia que se formó apenas 350 millones de años después del Big Bang.