La estructuración del sistema económico salvadoreño previo, durante y después de la independencia —hasta la modernidad— se ha ajustado como engranaje en esos sectores que contribuyen al crecimiento y la prosperidad, o no, en cada época.
Desde que el territorio estaba habitado por nuestros indígenas, el comercio se originó con el cacao, como unidad de intercambio y pujanza; luego se desarrolló con el añil, el café, el comercio internacional de bienes, el rubro de servicios, las zonas francas y una era globalizada hasta la actualidad. De manera que la economía salvadoreña tiene bien marcado su paso en 200 años de historia.
El café sigue siendo el rey
Pronto, otro producto agrícola se tornaría el protagonista de la economía y con más réditos que los antecesores. Sería un grano que, si bien rojo, llegaría a valores y cantidades de exportación superiores a cualquier otro grano.
El Consejo Salvadoreño del Café registra que el cultivo — ese grano rojo que en crudo es dulce, pero procesado es una bebida aclamada en el mundo— apareció entre 1779 y 1796. Las primeras plantas encontradas estaban en los terrenos de dos campesinos en Ahuachapán.
Nadie podría haber vaticinado el boom de esos granos y el oro que había caído en territorio salvadoreño. No hay rastro de dónde provinieron esas plantas, pero hay indicios de que llegaron de Etiopía.
Existe un relato que describe que, en 1759, en Sonsonate se sirvieron tazas de café durante la fiesta de celebración de la juramentación de Carlos III como rey de España.
Desde entonces, el café, como ningún otro monocultivo, sería más que un engranaje, el motor de la economía salvadoreña por años; de hecho, en la actualidad el grano sigue siendo fuente de prosperidad y de renombre para el país.
El cultivo rápidamente se propagó por Ahuachapán, Santa Ana, Sonsonate y San Vicente, así como en el volcán Chaparrastique, en San Miguel.
Se tiene registro de que en 1855 se dio por fin la exportación de los primeros sacos de café. Dos décadas después, el valor de estas ventas superaría los récords en valor que alguna vez alcanzó el añil. En 1890, el café representaba el 80 % de las exportaciones nacionales. Su apogeo se mantuvo por décadas y a principios del siglo XX la aceptación de la bebida, sobre todo en Estados Unidos, hacía que el café salvadoreño recibiera paga a altos precios.
Este fue el primer gran producto de exportación del país. Se generó un músculo económico que daba empleo y generaba divisas que beneficiaban a sus productores y ubicaban a El Salvador en el incipiente comercio exterior de la época.
La bonanza, la prosperidad y el apetito por el café salvadoreño fue tanto que pasaron a la historia como «los años de oro». El café era el reflejo de un sistema económico basado en la agricultura, pero además en un solo cultivo.
El añil había generado créditos, pero el café llegaría para ser el verdadero oro de la economía salvadoreña y ser el principal exportado.
Si bien hubo años de intenso crecimiento, el frenesí no dejó ver más allá y la apuesta en un solo producto dejaba flancos para la economía. Nadie se preguntaba qué ocurriría si algo le pasaba a la producción cafetalera.
Entonces, sucedió lo inminente, y un cambio dejó al descubierto la fragilidad económica. El contexto cambió y no fue para menos. Corría 1929, la Bolsa de valores de Nueva York quebraba y la Gran Depresión se trajo consigo los precios del café al mismo tiempo que Brasil irrumpía en el comercio internacional con su café.
La desesperanza fue nacional, el precio del café estaba por los suelos, no había empleo y la economía pujante era un recuerdo de tiempos mejores.
El Salvador ya llevaba un siglo de independencia, pero aún había mucho por lo que trabajar, principalmente para fortalecer un sistema económico que no fuera dependiente de un solo producto, aunque ese fuera tan bueno y por tanto tiempo como el café.
Aún faltaba mucho para dejar de depender del café. Incluso en los años setenta, previo al estallido de la guerra civil, más del 60 % de las exportaciones nacionales eran de café.
Además, el Gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez no tenía reconocimiento de Estados Unidos por haber surgido de un golpe de Estado. El precio del café había alcanzado caídas históricas y la población sufría desesperación y desempleo. Poco a poco, la recuperación llegó y también abrió brecha para que un nuevo sector tomara protagonismo: el textil.
Década después, a escala regional, el comercio tomaba su rumbo y se abría espacio para la creación del Mercado Común Centroamericano, cuyo objetivo era propiciar las transacciones comerciales entre los países vecinos.
El horizonte comercial daba las primeras señales de salir del monocultivo, pero los pasos en esa dirección no se darían hasta años más tarde.
Sin embargo, el escenario comercial continuaba para el producto estelar por muchos años más. Las estadísticas señalan que, durante la década de los años setenta, el peso del café dentro de las exportaciones llegó al 62 % del total.