Se expresa a partir de lo que él mismo describe como «la mancha».
Mario Fernández es un joven de 29 años apasionado por el arte de la pintura y no escatima energías ni materiales para plasmar su expresión, su ser, en diferentes recursos que van desde caballetes hasta murales.
En entrevista con «Diario El Salvador», expresa que su compromiso va mucho más allá del hecho de pintar. Él quiere dejar una huella, y desde sus propios recursos interviene socialmente en comunidades u otros espacios donde enseña a niños y adolescentes que la superación con el arte como amigo es posible.
¿Cuánto tiempo tienes desempeñándote en esta profesión?
Cuatro años de manera profesional y conociendo el mercado.
¿Cómo comenzaste este viaje de trabajar con los niños y adolescentes, y generar un impacto social?
En 2015 comienzo a trabajar en el Centro Educativo Samaria con niños de educación especial, y a Flor de María Ochoa, quien es la directora, se le ocurrió la brillante idea de prepararme para hablar con los niños y aprender a entenderme con ellos. Ahí empieza ese proceso.
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Comencé como espectador y me llené de todo ese mundo. Hay un niño que me marcó, que tiene autismo y no había gesticulado ni una sola palabra en sus siete años de vida; y en 2019, él me dice «gracias».
Cuando lo dice me hace pedazos, porque ha valido la pena trabajar sin esperar una retribución, poder darles lo que a mí se me entregó, que es la facilidad de poder hablar con las manos.
Estos talleres de pintura están acompañados de asesoría psicológica y fisioterapia.
¿Cuáles son tus proyectos actuales?
De momento, por los temas de seguridad y salud, no he podido continuar con mis proyectos de trabajar con niños de manera presencial, pero estoy trabajando en un manual para que lo puedan replicar los papás, puedan tener esa herramienta y ayudarlos a entender el mundo a través de los ojos de sus hijos pequeños.
Esto es lo que se está construyendo. Queremos llevar lo que vivíamos en el patio del colegio o en la comunidad, poder llevárselos con las herramientas digitales de ahora y que ellos lo puedan usar en sus casas y trabajar en ello.
¿Cuáles otros planes se avecinan?
Hace poco me mandaron una invitación de Honduras, que les encantaba el perfil de trabajo que tenía.
No sé si van más compañeros salvadoreños. Hasta donde yo sé, he sido el primero en recibir la carta para ese festival de murales que se hace en Honduras.
Se llama Cuarto Guancasco de Muralismo de los Pueblos del Mundo en Honduras.
Ellos quieren hacer un Museo de las Américas, pero a nivel de la calle, es un intercambio cultural. Van 18 países y el plan es hacer 200 murales en 15 días, del 20 de marzo al 4 de abril.
Foto. cortesía
¿Cuál será tu aporte en Honduras?
Es un intercambio cultural, donde podemos llevar producto de nuestro país y se vaya conformando con las delegaciones porque lo que se le pueda retribuir al evento es lo que nosotros somos.
La idea también es llevar el café que está produciendo uno de los compañeros del equipo. Usualmente, los intercambios que se dan son a escala centroamericana.
En mi caso solo me he movido a escala regional y se siente bien bonito, es sumamente lleno de honra que te tomen en cuenta por un arte que no tenía nada de fuerza, que era bien sugestionado por el tema de la violencia.
Pintar en la calle involucraba mucho a nivel social, religioso y moral. Incluso era prácticamente penado por las autoridades académicas que vos anduvieras un spray en las manos.
Hace cerca de cinco o seis años, todavía tenías que saber cómo hablar al llegar a los lugares, tenías que tener un buen discurso y también sensibilizar esta expresión artística.
Foto. cortesía
Hablas de sensibilizar, ¿de qué manera se consigue esto?
Este tema de pintar en la calle abrió o, mejor dicho, construyó lo que ahora conocemos que se está haciendo tendencia, que la gente está apostando por tener el contexto con artistas que intervengan en sus lugares, que puedan incluso meterse en el diseño de interiores o exteriores y que sea una parte más natural o más orgánica de lo que está sintiendo la persona que adquiere los servicios o la persona que necesite esa otra voz que le permita hablar. Hay algo maravilloso que está pasando hoy en día, político también, porque se cambió la cara de esto.
Se hizo un evento hace dos años en San Salvador en donde se invita a gente de todo el mundo, y viene gente de Bulgaria, que nosotros solo habíamos visto en videos de YouTube, de Francia, Alemania, y la gente se queda sorprendida de que acá también hay potencial.
¿Podemos decir que estas actividades son una ventana para el «street art»?
Eventos así comenzaron a darnos fuerzas a los que estamos haciendo esta profesión, para los que nos involucramos en el tema de pintar y construir nuestra propia vanguardia.
Foto. cortesía
¿De qué manera construyes la idea para pintar en ambientes exteriores?
El mero hecho de intervenir un espacio público te obliga a estudiar no solo geográficamente dónde vas a pintar, sino también a nivel antropológico, porque tienes que conocer a las personas que habitan ahí, su historia, conocer de qué viven, de qué trabajan y así se empiezan a dar como pequeñas células y, usualmente, donde tienes más apertura es lejos de la urbe.
En noviembre estuve trabajando con los niños de El Zonte. Llegar allá y ver que es un pequeño oasis de todo lo que vivimos acá, ver la diferencia de cómo los niños que viven allá ven el mundo a cómo lo ven los niños de la urbe empieza a crear un choque bien grande, porque son niños que están acostumbrados a ver la naturaleza todo el tiempo, a conversar sobre lo que ellos sienten, lo que no les gusta, y les gusta soñar en grande.
Entre ellos, empieza a surgir la curiosidad de que si se puede vivir de esto.
Foto: cortesía
¿Qué falta por hacer?
Se abre esa puerta también y nos invitan a que cuando ya esté listo nuestro manual de trabajo o nuestro manual de enseñanza con las artes, replicarlo allá.
Estamos trabajando con entre 18 y 25 niños allá, y el seguimiento se les dará cuando ya podamos consolidar la información.
Todos son niños de la comunidad El Zonte.
Foto. cortesía
¿Cuáles son las enseñanzas que atesoras de estas intervenciones?
Para ellos era un mito la ciudad y era un tabú que alguien de la ciudad llegara y se sentara a platicar o que pudieran preguntarle mil cosas, porque para ellos alguien de la ciudad era un turista que solo llega a consumir a un restaurante.
Es de bastante valor y sacrificio lo que se hace a nivel social porque nadie lo patrocina, todo surge de nuestro propio esfuerzo. A esto también se han aliado personas interesadas en que se comparta esa visión de la vida, de no perder lo que somos y, sobre todas las cosas, ayudar a una formación educativa y académica.
Esos niños con los que trabajamos están organizados como comunidad, y de parte de la misma comunidad les ha captado a diferentes ONG para darles su primer centro de computación, clases de inglés, administración básica y también hay como pequeños trueques.
Foto. cortesía
A los adolescentes que están por cumplir su mayoría de edad se les enseña a manejar y se les gestiona la licencia.
Estas cositas son las que nos hacen creer como equipo y es algo que voy a mencionar
siempre, porque lo que es Mario Fernández son todas las personas que están con él a donde quiera que vaya.
Como equipo, al ver esta situación, nos preguntamos cómo podemos aportar, cómo podemos ayudar, qué podemos entregarles a las comunidades y que sean de provecho para que lo puedan cultivar y tener frutos.
Mario Fernández, muestra una de sus recientes creaciones. Fotos DES/ Diego García
¿Cuáles son las otras áreas de oportunidad que ves para contribuir como pintor?
El año pasado fui invitado a un campamento virtual y una de las personas decía «lo que nosotros somos y lo que nosotros hacemos lo expresamos en cómo vestimos, cómo hablamos, cómo actuamos».
Esas palabras me ayudaron también a entender de qué manera yo podía abordar temas de carácter social acá dentro del país, por el hecho de que nuestra generación ha sido vapuleada por un índice de violencia bien grande, en el tema laboral y en las oportunidades de la gente en quererse seguir formando.
Actualmente estudio Diseño de la Investigación y ahí aprendo el significado de innovación. Innovar no tiene que ver solo con la tecnología, sino también con hacer un cambio cultural, con hacer un beneficio desde donde tú estás o donde vas a intervenir.
Si pudiera aterrizar en qué es lo que busco a escala nacional, es poder sensibilizar a nivel cultural a las personas, poder darles herramientas de educación y no solo darles el arte, sino lo que a ellos los va a formar en valores éticos que les permita que cada cosa que hagan sea funcional y de progreso.
Foto. cortesía
Ir a tocar estas comunidades no es solo el hecho de darles pinceles o aerosoles para que pinten, sino darles también una asesoría psicológica, poder ver cómo están ellos
internamente, qué es lo que han padecido, qué es lo que están pasando ahorita, para ayudar a romper esas ataduras que usualmente se nos inculcan como cultura salvadoreña, como que tienes que graduarte y trabajar para alguien más hasta que te jubiles.
Hay muchas personas con talentos bien grandes y lo que trato de hacer es lo que yo hubiera querido, que en mi niñez hubiera llegado un loco que le gustara pintar y me dijera: «Mira, el mundo no es tan cuadrado como lo han pintado». Soy el adulto que siempre quise que apareciera en mi vida.
Foto. cortesía
¿Qué le dirías a esas personas que te dijeron que de pintar no ibas a comer?
Todo conocimiento aplicado con bases de estudio y respaldo tiene frutos. La pintura me llevó a trabajar en el ISNA [Instituto Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia], a trabajar con jóvenes reclusas, me ayudó a ver la realidad social en la que estoy, a saber que el pensamiento de liberación no es solo hacer lo que yo quiero o tomar un lugar para pintar lo que yo quiero, sino el hecho de ocupar la finalidad del arte que es exponer, denunciar, comunicar, educar y recordar.
Lo que pudiera compartir es que, si tiene algo latiendo en su corazón, no lo dejen ir, que traten de mantener encendida la llama.
¿Cuáles han sido esos eventos más destacados que has vivido hasta el momento?
Serían tres. El paso a desnivel de las Naciones Unidas, que fue una intervención con otro equipo de trabajo.
Todo mundo le dice «el muro de las guaras». Lo que se trató de hacer ahí es tratar de recordar la fauna que había en El Espino antes de que empezaran las constructoras a intervenir. Dada la libertad, la técnica, se llama arte de paso, porque está ejecutada de una manera que puedas apreciarla mientras vas en el vehículo y no te ofenda o te distraiga a la hora de manejar.
Foto. cortesía
El segundo fue un trabajo que hice para la USAID, que hicimos en conjunto con Garage Films. Es un arte que se hizo en la plaza Morazán en marzo de 2019, donde el tema era la repatriación.
Foto. cortesía
Mi intervención era fragmentar el escudo de El Salvador e interpretarlo a mi manera. Es una abstracción geométrica como de 30 tonos de azul, todavía está vigente, la gente lo ha cuidado y la experiencia en este muro es bien importante para la decisión que yo tomo hacia dónde va a ir lo que yo estoy pintando, lo que yo quiero hacer.
El público que yo tenía para ese momento eran taxistas, huelepegas y vendedores y cuando ellos estaban sentados enfrente del muro empezaban a divagar y a hablar. A mí me recuerda cuando vivía en el lago de Ilopango, me recuerda cuando yo iba con mi papá al lago de Coatepeque, por los tonos azules. Hubo un taxista que incluso se sentó toda la tarde, y tardé 14 horas en ejecutarlo, luego, con una voz quebrada, me dice que le recordaba mucho a su infancia porque desde los Planes de Renderos podía apreciar todas las tonalidades del cielo.
Entonces, ese punto en el que se está creando el diálogo en la construcción del muro es lo que a mí me interesa, movimiento en las personas, que remueva las emociones.
Foto. cortesía
La última producción grande fue para una productora de bebidas, un mural conmemorativo para sus 110 años en el barrio Santa Cruz, en Santa Ana. Se hace en 2019, fueron 160 metros cuadrados y se ejecutó en siete días. Era recordar la historia y los procesos de la manufacturación y el tipo de transporte que tenían para mover su producto.
El público que hubo ahí era gente de la zona, personas de la tercera edad que empezaron a contarme que sus papás trabajan para esta productora y que ayudaban a transportar en carreta los barriles de cerveza, eso se convirtió en el ingreso para que ellos fueran a la escuela.
¿Nos podrías mencionar algunos de los lugares que has intervenido?
La primera comunidad fue La Selva, en Ilopango. Fue un mural bien duro por el tema de las pandillas, y eso marcó mi vida.
También la comunidad La Cruz, en Santa Tecla, otro es El Zonte. También estuve en Granada, Nicaragua, allá fueron cosas de la vida en un viaje, porque me invitaron a un festival y estaba todo un espacio, me fui cargando pintura y aerosoles y adonde me iba quedando, iba dejando mi huella.
Era el efecto nómada, plasmar la vida a través de lo que se hace con las manos y vivirla con los pies. Ese muro en Granada duró cinco días y se da esa sinergia con los niños. En Guatemala, en el barrio Limón, trabajamos con niños, siempre con el permiso de los padres y de la seguridad del lugar.
Foto. cortesía
¿Cuál ha sido el logro tras estos murales?
Hay una conexión con la historia, hay un sentido de pertenencia bien grande que permite atesorar lo que no está en los libros, sino contarlo de boca en boca. Después comencé a entender que darle vida a un espacio no solo mejora la calidad de vida de las personas que lo habitan, sino también si lo vemos del lado del emprendimiento. Se dan tours urbanos y pasan a ser parte del recorrido, se transforma en parte del atractivo turístico para los locales y para el extranjero que viene al país.
Hablemos sobre tus referentes. Si tuvieras la oportunidad de pedirles un consejo, ¿quiénes serían?
Serían dos personas. La primera es el pintor colombiano Luis Caballero. Él crea un trabajo tan hermoso a partir del carboncillo y la mancha, y trabaja bastante la anatomía humana. Su tema siempre está ligado a su infancia que es creado en un hogar religioso, y lo hace de manera contemporánea.
La otra persona es un salvadoreño, y con mucho orgullo lo puedo mencionar, Luis Cornejo. Es un referente grande en mi trabajo, tiene calidez y esa estética tan linda del «pop art» trabajada de una manera bien contemporánea. Lo conozco por mi maestro de dibujo del CENAR, Ludwing Lemus. Es un artista muy sincero con sus obras. Espero algún día pintar un mural con él si se da la oportunidad.