Colombia alcanzó un récord de cultivos de hoja de coca en 2022, con 230.000 hectáreas sembradas y una producción de 1.738 toneladas de cocaína, según la ONU, pero grupos mexicanos, albaneses, brasileños, ecuatorianos e israelíes comienzan a tener más poder en el narcotráfico mundial, aseguran Nathan Jaccard y otros cien periodistas.
Este grupo tardó meses en descifrar siete millones de correos electrónicos y 38.000 archivos filtrados por el grupo Guacamaya, los piratas informáticos que en 2022 hackearon agencias de seguridad y ejércitos de México, Chile, Colombia, Perú y El Salvador.
Así nació «Narcofiles», un trabajo que dibuja las redes de producción y tráfico de la cocaína.
«El mercado está mutando», dijo a la AFP Jaccard, editor en español del Proyecto de Reportería del Crimen Organizado y Corrupción.
En agosto de 2022, Jaccard y periodistas de 23 países accedieron a los archivos filtrados de la fiscalía que dan cuenta del rol de la industria bananera en la exportación de cocaína y del aumento del tráfico en rutas como la del río Amazonas, por donde cada vez salen más submarinos cargados de cocaína al océano Atlántico.
Las autoridades españolas apresaron el primer batiscafo de este tipo en Europa en 2019. En su interior había tres toneladas de polvo blanco proveniente de Colombia.
«Tercerización»
La caída de los precios de la hoja de coca en Colombia y el auge de nuevas drogas en el mundo golpearon el negocio de la cocaína en el país, según expertos.
«Colombia ahora no tiene un rol protagónico en la cadena internacional» de narcotráfico, dijo Elizabeth Dickinson, analista de Crisis Group.
Las filtraciones revelan, por ejemplo, que se han multiplicado las plantaciones de hoja de coca en Centroamérica y México, mientras la pasta de coca se procesa cada vez más en laboratorios de Europa.
«Los narcotraficantes están tomando decisiones de acercarse a los mercados» para reducir costos y riesgos, mientras maximizan ganancias, explicó Jaccard.
Es una suerte de «tercerización» de servicios criminales especializados, añadió.
Cambios que han provocado que los carteles de Colombia, otrora cuna de grandes capos como Pablo Escobar, ya no sean los que toman «las decisiones» del mercado, explicó Dickinson.
Aunque en el país siguen operando grandes estructuras criminales, como el Clan del Golfo, el principal productor mundial de cocaína, «hay un proceso de atomización de los grupos» que reducen su poder, aseguró Jaccard.
El desarme del grueso de la guerrilla de las FARC, con la firma del acuerdo de paz en 2016, «abrió muchos espacios» y dio paso a liderazgos locales con «alianzas más flexibles», añadió.
Israelíes
Otro cambio en el mercado es el ascenso de grupos mexicanos, albaneses, brasileños, ecuatorianos e israelíes.
«Se están desarrollando otros actores que en el futuro podrían entrar a competir con Colombia en el mercado», aseguró Ana María Rueda, investigadora de la Fundación Ideas para la Paz.
Un memorando entre Colombia e Israel, conseguido en esta filtración, describe un «aumento significativo» de delitos cometidos en el país sudamericano por israelíes que llegan atraídos por el turismo sexual y han sido vinculados por las autoridades a casos de tráfico internacional de cocaína.
Puertos y banano
«Narcofiles» revela también el creciente rol de la industria bananera en la exportación de la cocaína.
El 70% de los decomisos de droga en Europa ocurren en los puertos, según la Comisión Europea. Los narcotraficantes usan los bananos, ya que los productos frescos pasan más rápido los controles de aduanas porque corren riesgo de llegar en mal estado.
También se benefician de este negocio algunos grupos paramilitares, históricamente vinculados a los grandes cultivos de esa fruta.
«Las bananeras han estado asociadas, incluso condenadas por su cercanía» y financiación de los escuadrones de derecha, recordó Jaccard.
Varios de esos casos han ocurrido en el municipio de Urabá (noroeste), donde se encuentra el 60% de los sembradíos de banano.
Amazonía
Uno de los nuevos puntos calientes del mercado de la cocaína es la triple frontera entre Colombia, Perú y Brasil, en la Amazonía, un lugar que «hasta hace 15 años era relativamente tranquilo», dijo Jaccard.
Desde entonces se ha convertido en puerta de entrada de la droga a Brasil, se han multiplicado los cultivos de hoja de coca y han aumentado los delitos ambientales.
Grupos criminales brasileños como el PCC (Primer Comando de la Capital) y el Comando Vermelho «han venido tejiendo alianzas con los grupos colombianos» en territorios «sin ley» donde hay «poco control estatal», según las filtraciones.
Estos grupos ya tenían alianzas «con las FARC y estas han seguido ahora con las disidencias» de esa guerrilla que no firmaron de paz, añadió Jaccard.