En la película «Alicia en el país de las maravillas», el Sombrerero Loco, interpretado magistralmente por el actor Johnny Depp, expresa respecto a su conducta y pensamiento que no es que esté loco, sino que su realidad es distinta a la de otros.
Este planteamiento es de gran profundidad para la filosofía y el pensamiento místico, ya que todo lo que sabe y huele distinto es tomado como locura por la sociedad actual.
Es preciso entonces dilucidar esta postura desde un enfoque libertario del ser y desde una verdadera liberación del interior, sin las ataduras sociales que solo crean discordia en el interior de cada persona, y eso lo termina trasladando a la intolerancia y la violencia social que se vive en las calles día a día.
Claro, no se pregona el desorden social, pero sí la capacidad de vivir libremente en sociedad. De tal manera que la única forma de vivir una existencia plena y sin conflicto consigo mismo es aceptándose y amándose por lo que se es, y luchando día a día por ser mejor a la base de lo que ya se es.
Eso sí, con la plena convicción de que pensar distinto y vivir distinto no implica locura o inmoralidad, sino, por el contrario, solo querer vivir con la capacidad de ser uno mismo, viviendo y dejando vivir.
Tal como diría el maestro de la poesía mística Khalil Gibran: «En mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido».
La incomprensión de los otros es fuente inagotable de comprensión de uno mismo a uno mismo, dando paso al autoconocimiento.
Por tanto, ser distinto puede ser motivo de incomprensión y hasta intolerancia de los demás, pero nunca de Dios.
Así pues, no hay locura en ser distinto, aunque lo parezca a los demás, siempre y cuando esa diferencia no sea para dañar a nadie ni dar mal ejemplo.
Pero lo que debe quedarle claro a quienes sufren la indiferencia, marginación o rumores por vivir distinto es que hay un Dios que ama su unicidad y que seguramente le honrará dándole oportunidad de crear y crecer a través de esa diferencia.
Se debe tener claro quién se es y ser feliz con ello, manteniendo la integridad de ser y hacer conforme a la propia consciencia y los mandatos de Dios; dando ejemplo de vida, comprendiendo como incomprendido a quien no comprende y rumora, dejando en manos de Dios a los que dañan y confiados con total plenitud que el camino escogido de ser distinto deberá ser el gran destino al que se es llamado.
Termino con lo siguiente, lo establecido en 1ª. Corintios 12:12: «Porque, así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo».
Si bien es cierto, el apóstol Pablo habla acá sobre los diversos dones de los miembros de las comunidades cristianas, en un solo sentir como hermanos se puede tomar para un concepto interior y social.
Sueño con una sociedad que ame las diferencias y los dones distintos en los que cada uno lo ponga al servicio de los demás, sin ningún temor ni rumor por parte de los miembros de una sociedad.
¡No es locura!, es percepción distinta de la vida y de cómo vivirla, con esa libertad del interior y con la paz de saberse hijo de Dios.
Disfrute su diferencia y póngala al servicio de los demás, dando ejemplo de comprensión para aquellos que no son capaces aún de entender por su consciencia dormida. Si a la vida se ha venido a amar y aprender, la base «sine qua non» de ello no es otra que querer, aunque se sea distinto.
Acepte y ame su diferencia, potenciándola hasta llegar lo más alto posible.