De la misma manera en que no se puede hacer una cirugía cerebral con la misma precisión de un equipo de láser utilizando herramientas de piedra y hueso, tampoco se puede avanzar en la eliminación del sistema corrupto que imperó durante décadas en El Salvador si los actores que dirigen las instituciones son aquellos que fueron nombrados por los partidos que se benefician de la descomposición de la sociedad.
Volver al estado en que se encontraban las cosas antes del 30 de abril equivale a tener la misma Asamblea Legislativa que existía antes del 28 de febrero. Es decir, sería ignorar la voz del pueblo salvadoreño, que derrotó en las urnas a los partidos que habían nombrado a los magistrados de la Sala de lo Constitucional, al fiscal general y a otros funcionarios de segundo grado. Todo este sistema estaba hecho a imagen y semejanza de los partidos que los ciudadanos desecharon porque precisamente funcionaban para desplumar al Estado.
Regresar a como estaban las cosas antes del 30 de abril equivale a tener nuevamente un ejército de activistas en el parlamento y de personas que solo aparecían para cobrar. Equivale a volver al abandono de la educación, de la salud; a una inseguridad galopante y a una alta corrupción en diversos niveles del Estado, incluyendo las alcaldías, cuyos titulares habían convertido las transferencias del Fondo para el Desarrollo Económico y Social de los Municipios (Fodes) en una forma de enriquecimiento personal y en el financiamiento de los aparatos partidarios.
«Con mucho respeto y cariño: los cambios que estamos realizando son irreversibles», tuiteó el presidente Nayib Bukele a aquellos que no estaban de acuerdo con las decisiones tomadas el 1.º de mayo por la nueva Asamblea. No es posible ofrecer la transformación de El Salvador con estructuras montadas por los personajes que querían precisamente tener un sistema en el que se aprovechaban del Estado para prosperar. El poder debe servir para transformar lo que estaba mal.
Antes de que el pueblo salvadoreño hablara clara y contundentemente en las urnas el 28F, lo que existía era un bloqueo sistemático y articulado de las bancadas de ARENA, el FMLN y sus socios. Pero a pesar de todo, El Salvador pudo tener una de las mejores respuestas ante la pandemia. A estas alturas, no solo es el país de la región con menos fallecidos a causa de la COVID-19, sino que mantiene estable su sistema de salud y avanza a pasos agigantados hacia la inmunización de su población; de hecho, se logró el hito de superar las 53,000 dosis administradas en un solo día.
Si el Plan Control Territorial ha sido exitoso a pesar de los obstáculos, es de suponer que ahora, con el respaldo y el financiamiento aprobado por la Asamblea Legislativa, los resultados que vienen serán mucho mayores. Esto no sería posible si todo siguiera igual que antes del 1.º de mayo.
Así que regresar a como estaba todo antes del 30 de abril no es viable.