Desde niña escuché las formas temporales del verbo: dos presentes, dos pasados (definido e indefinido), un imperfecto, un pluscuamperfecto, un futuro y un condicional. Debía decirlos de memoria, mientras mi madre con las cejas fruncidas esperaba cada conjugación sin errores ni trabas. Y en la construcción debía preceder la voz determinada a la determinante, el objetivo al sustantivo y el complemento al regente. En todo este sin fin de reglas y formas de hablar siempre supe que las letras eran bellas, estaban hechas para cultivar el espíritu de forma correcta y natural. Así descubrí la propiedad de un ser, una cosa o un acontecimiento que lo hace ser amado, en las artes y las personas.
-Debes colocar una acotación para recordar la observación. Y evitar usar epifonemas de alguien o algo cuando escribes.
Y sumado a lo anterior, mamá también me hablaba con acertijos, para divertirse un rato a mis costillas.
Así se aprende poco a poco gramática española, tan llena de materias. Decía, con sus enormes ojos risueños.
A su alrededor, vi correr versos desaliñados, estampidas y solemnidades. Pareados, tercetos y cuartetos que explicaban las estampas de sus aleluyas. Hablábamos del Barroco, movimiento espiritual y literario revolucionario, no subversivo. Y de pronto saltábamos al Clasicismo como posición filosófica y al Romanticismo. Mamá intentaba explicarme las diferencias con palabras sencillas. El Barroco, en un principio, no se aplicó a una revolución del arte. Fue usado para definir monumentos arquitectónicos, esculturas, pinturas hechas con detalles exagerados, con una imaginación sin límites. Y en este punto, intervenía mi padre, el Barroco tanto en el arte como en la literatura traía una cosecha breve de pasiones y detalles recalcados.
¿Te gusta? – me preguntaban. Sí y no, les respondía. Lejos del Barroco literario, prefiero el Romanticismo y el Modernismo, les afirmaba.
Para mí, el Romanticismo fue victorioso desde un inicio, es cierto que quizás se excedió, pero su triunfo fue rápido y profundo.
Los versos como frases melodiosas, tienen medidas y palabras sujetas a número de sílabas y colocación de los acentos.
En verdad, la poesía como tal, nace y se desborda sin tanta regla, orden y medidas. Simplemente aflora como una música interior, igual que los pájaros, concluía yo, apretando mi lápiz sobre mi libreta de papel de empaque. Mamá solo movía con duda la cabeza.
Debe leer para conocer las reglas, la consonancia y la asonancia. Hay también versos libres, pero, por favor, primero aprenda la versificación o arte métrica, decía muy seria.
Y así fue como nació el origen lírico de mis versos y la versificación. La admisión de versos libres, pero no asonantes, con una amplitud maravillosa.
Cuando conocí el Realismo escribí a los hombres y las cosas, tal y como son, y los versos fueron fríos, objetivos, sin alas. Me asomé al balcón y vi un cielo color negro de asfalto recién capeado. He leído y estudiado un poco de cada movimiento, pero lo más importante es escribir lo que siento, sin odas heróicas ni filosóficas.
De este modo, al volver a leer los libros de antaño, pienso cómo la niñez y la juventud no han logrado encontrar el gusto por la lectura, ni comprender las reglas gramaticales, la construcción de versos y narrativas, el valor peculiar del ritmo y la ortografía.
Es tiempo de iniciar una búsqueda interior en cada estudiante, no todo es folclore, proverbios, cantares, adivinanzas, leyendas, tradiciones, ritos o creencias.
Es necesario comprender la sencillez de un género propio, las formas reales del pensamiento humano, la belleza de lo material e inmaterial en la existencia, las formas más expresivas de las ideas. Esto solo es posible si se logra fomentar y despertar el interés por la lectura desde la educación básica hasta el bachillerato. Dejemos a un lado las figuras de dicción, los tropos o elegancias. Enseñemos las figuras del pensamiento como formas nuevas descriptivas, pintorescas y lógicas.
Es importante que el estudiantado aprenda de libros sencillos, narraciones de cuentos que enseñan valores propios de la vida, con gracia y energía, donde puedan disfrutar de experiencias comunes, con metáforas que fortalezcan su imaginación y creatividad y temas que aborden realidades del planeta, el cambio climático, la contaminación, la extinción de especies, la realidad social y la familia. Todo lo anterior, con la finalidad de sensibilizarlos y que puedan convertirse en mejores seres humanos, voluntarios para combatir los males y salvar a las especies.
La literatura es esencial para lograr mejorar nuestro entorno, nuestro interior y las relaciones de los seres humanos entre sí y con la naturaleza. Al conseguirlo, nacerán otros géneros y composiciones cultivadas sin lamentaciones, libres con formas espirituales, individuales y colectivas.
El atraso del conocimiento en la materia de Lenguaje y Literatura no es culpa del estudiantado, se requiere una nueva revolución literaria y espiritual en la enseñanza, conocer las obras de las personas escritoras y poetas salvadoreñas que estamos con vida, los cuentos sin fantasías, las narraciones que les permitan conocer las diferentes realidades con un lenguaje sencillo y gozar así de los diferentes modos literarios.
Cuando la niñez y la juventud disfruten nuestros cuentos y poemas podrán escribir las expresiones de sus propias ideas, sin dramas ni sátiras, fantasías ni crudezas.
Les invito a recopilar los libros básicos de cuentos y poesías para estudiantes de educación básica, secundaria y bachillerato que están a la venta en librerías salvadoreñas: Librería y Papelería UCA, Clásicos Roxsil, entre otros, y empezar a apoyar la literatura nacional para la enseñanza del idioma castellano.