Nacido en San Pedro Masahuat, Óscar Ramírez es un salvadoreño de «corazón, mente y espíritu». Desde muy pequeño, el amor por la cultura y por su pueblo corría en sus venas; de grande, le regaló al país tres libros: uno dedicado a su pueblo y los otros dos a El Salvador.
«Mi libro “San Pedro Masahuat, en el departamento de La Paz”, surge por necesidad. En el libro aparecen reflejadas una serie de actividades culturales y turísticas de renombre. Nació del proyecto del clúster de turismo de San Pedro y San Antonio Masahuat, y desde 1997 hasta 2007, aparece todo un resumen de actividades quforman parte del patrimonio», explica.
Para este sampedrano una de las historias más importantes del libro es la del Cristo Negro. «Fue pescado por un pescador artesanal, historia que nuestros antepasados, como mi abuelita Luz, contaban. Ella decía que se pescó en el río», relata. La historia de la gruta del Cristo Negro es única y especial, por eso cada 14 de enero se celebra la peregrinación hacia el río Sepaquiapa que finaliza con una misa en la gruta.
«El hallazgo fue en 1953. Un pescador andaba buscando su sustento diario. Tiró su atarraya y cuando la levantó venía un crucifijo del Cristo Negro, salió corriendo a la iglesia, lo dejó en la mesa y de allí desapareció. El mismo pescador a las dos semanas lo volvió a pescar por segunda vez. El sacerdote le dijo pongámoslo en el altar mayor, pero volvió a desaparecer. Pasadas dos semanas, nuevamente lo volvió a pescar. Entonces, se hace su altar en el río. Y es así como la tradición se mantiene», dice.
En 2017, como guía turístico y turoperador decidió participar en la feria Pueblos Vivos en representación de la región de los nonualcos, y se posicionó en los primeros lugares.
Durante el evento lanzó una canción de su autoría, y del mismo evento nace la figura del «embajador del caliche». Con los años, el deseo de ayudar a su municipio hizo que Óscar creara la Fundación de Artistas los Nonualcos (Funal), con la que ha apoyado a más de 400 jóvenes del departamento de La Paz, y continúa vigente.
Un diccionario de caliche
En la actualidad, muchos salvadoreños utilizan palabras como «champa», «púchica», «jiote», «patechucho», «jayán», «chunche», entre otras, que se han vuelto parte del léxico diario. Algunas datan de la época precolombina, es decir, poseen raíces náhuat. Este tipo de jerga o coloquialismos se conocen como caliche salvadoreño.
Con la finalidad de «no dejar morir» este lenguaje popular, Ramírez pasó durante ocho años recopilando las palabras, así dio vida al «Diccionario del caliche salvadoreño», su segundo libro.
«Mis abuelos, que fallecieron, me habían enseñado tanto. Entonces, digo yo: “tantos salvadoreños que se fueron y otros que están, y seguimos hablando caliche”. Pero se estaba perdiendo, entonces decido convertir ese resumen de palabras en un diccionario de la A a la Z».
El éxito de la publicación fue tal que publicó un tercer libro titulado «Libro diccionario». Para finales de este año ha previsto lanzar su cuarto libro: «Calicho Calichón», su autobiografía.
Un salvadoreño cachimbón
Sombrero, sandalias y un pantalón de manta teñida distinguen a Calicho, un personaje creado por Óscar Ramírez para hablar del caliche y los libros que ha creado. Con esa imagen ha viajado a Estados Unidos, donde ha vendido sus libros y productos artesanales, y el dinero ha servido para fortalecer la fundación.
Años atrás, Óscar vivió en Estados Unidos debido a la guerra civil que estalló en El Salvador. «Salí de mi pueblo con 100 pesos y solo me despedí con un beso, llevaba un escapulario y el amor a mi patria, el sombrero, mis sandalias, el matate y el traje de manta. Pasado los tres meses ya no usé sombrero, usé gorra, usé lentes y reloj, las sandalias se convirtieron en zapatos tenis, por eso el traje de Calicho es eso, transculturización, pero eso sí, nunca dejé de hablar caliche», recuerda.
En cuanto al segundo sobrenombre, Calicho detalla que fue Rolando Meléndez, el Cipitío, quien lo bautizó, ya que trabajaron juntos en el programa televisivo en el que interpretó al personaje Todo Loco.
«Mira, me dijo, Calicho es bueno, pero hay que agregarle algo, y es así como me bautizó con el nombre de Calicho Calichón».