Después del discurso de la ceremonia de investidura presidencial, Nayib Bukele, fiel a su estilo de poner a la oposición a hablar de un tema en particular, colocó entre las tertulias la medicina amarga, concepto que los detractores ocupan para tratar de infundir temor entre la población de una manera absurda.
En los días subsiguientes sobran los amigos, colegas y allegados que me piden que nos tomemos un café para tertuliar sobre el tema, el cual se convierte en controversial cuando no se cuenta con los elementos objetivos para un análisis certero y didácticamente entendible. Por supuesto que he departido con muchas personas al respecto y además he conocido el pensar y sentir de nuestra gente. Me permitió aclararles a algunos, desde mi óptica sociológica, los componentes de un fenómeno que no deja de ser mediático y, por consiguiente, de amplio interés para nuestra gente.
Lo cierto es que en la investidura del presidente Bukele de su primer mandato utilizó el mismo concepto, y de igual manera la oposición política buscó confundir a la población. Cinco años después nos preguntamos a quién se le aplicó la medicina amarga. Y 92 % de la población tiene la respuesta.
Después de que se contaron muertes por día a manos de las maras o pandillas, ahora se cuentan días sin homicidios. Fueron 628 días sin pérdidas de salvadoreños a manos de estas estructuras delictivas y contando; ya en el nuevo período, que inició el 1.º de junio, se registran nuevas capturas producto del exitoso Plan Control Territorial y del régimen de excepción, del que la población demanda que continúe hasta extirpar por completo el cáncer que representa la mayor enfermedad o patología social que ha afectado a nuestro país en los últimos años. Según datos oficiales, extirpado en 97 %, la población comprende que la medicina amarga fue orientada y colocada a la delincuencia.
Los resultados de la aplicación de esa medicina amarga los tenemos hoy en día al haber recuperado la libertad ambulatoria, la paz, la tranquilidad y el bienestar generalizado; ahora, con la investidura para un segundo mandato, el presidente Bukele de igual manera utiliza el término de medicina amarga refiriéndose al tema económico, variable que tiene que ver con un fenómeno mundial conocido como desaceleración, lo que implica crecimiento de la inflación versus el bajo crecimiento económico utilizando como parámetro el producto interno bruto; no obstante ello, nuestro país se ha mantenido resiliente y con mucha inversión social, principalmente en las áreas de educación, salud, defensa, seguridad pública, obras públicas por medio de Fovial y la DOM, turismo, por mencionar algunas áreas.
El salvadoreño sigue resintiendo el fenómeno económico, lo cual es entendible, y para tal efecto el presidente Bukele anunció el Plan Económico, que es la apuesta para su segundo mandato, y de una vez anunció que de igual manera requerirá de la aplicación de medicina amarga para lograr estabilizar al país en términos económicos y, por consiguiente, el mejoramiento de las condiciones de vida material de nuestra gente.
Hay que recordar que existe una millonaria cantidad de dinero en concepto de evasión y elusión, por cerca de $39,000 millones. De igual forma, y no me queda duda alguna, el presidente hará uso del concepto de justicia tributaria, o sea, que acá todos debemos contribuir a ayudar con un supremo esfuerzo a efectos de que el país tenga los recursos requeridos para salir adelante.
Las pláticas bohemias y el café (amargo) serán junto a la medicina amarga objeto de análisis. Los salvadoreños confiamos en el buen tino de un presidente milénial que sabe leer los fenómenos económicos, políticos, sociales y culturales, y que dentro de cinco años podamos conocer el milagro económico anunciado.