TOMO V – PARTE I
Por décadas, de Prudencia Ayala se sabía muy poco y esa versión mínima era sesgada. La huella de esta mujer en la historia salvadoreña permanece, sin embargo, mucho de lo que esperaba ver en su tiempo y que sigue siendo una deuda para las mujeres.
El descubrimiento de este personaje y lo que se sabe de su vida, se debe al Museo de la Imagen y la Palabra (MUPI) y, desde luego, a su fundador Carlos Henríquez Consalvi.
La honestidad y compromiso histórico del MUPI le premió con el archivo de Prudencia Ayala entregado de manos de la propia familia. Gracias a ese resguardo del Equipo de Investigación del museo, esta es la bibliografía de la primera mujer que se postuló para presidenta en tiempos en los que ni siquiera era permitido, una mujer enteramente visionaria y adelantada a su tiempo.
Prudencia: su llegada al mundo
Antes de que naciera, un rayo interrumpió el camino por el que iba su madre. Ese rayo debió ser el vaticinio de lo que Prudencia sería en la tierra. En sus manuscritos, Prudencia reseña que era de noche, su madre cabalgaba en dirección a Sonsonate, viniendo de Guatemala, ella iba aún en su vientre, aquel impacto celestial acabó con dos campesinos y la madre quedó aturdida. Eso no evitó que, finalmente, ella naciera en una cabaña en Sonzacate, el 28 de abril de 1885.
En esas mismas notas, Prudencia habló de sus progenitores. De su madre dijo que era «una indígena que alcanzó el grado de Coronel en la lucha contra el régimen de los Ezeta»; y, a su padre, lo describió como «un indio mexicano».
Junto a su madre, la pequeña Prudencia se trasladó a Santa Ana. A los 10 años, cursando el segundo grado en el colegio de la profesora colombiana María Luisa de Cristofine, tuvo que abandonarlo por la falta de recursos de su madre.
La biografía relatada por Carlos Henríquez Consalvi describe que, a los 12 años, Prudencia empezó a hacerle un camino a su nombre. A esa edad confiesa que escucha «voces misteriosas» que le revelan sucesos futuros.
A los trece años, en 1898, estas profecías empiezan a ser publicadas en el Diario de Occidente, de Santa Ana. Varias de estas clarividencias acertaron, por lo que el director del periódico, Don Rosendo Díaz, la nombró «la sibila santaneca», es decir, una mujer sabia con espíritu profético.
Dos de las profecías acertadas fueron la caída del último káiser de Alemania, y la entrada de los Estados Unidos a la guerra. Por ese tiempo, obtenía ingresos como costurera y ocasionalmente leyendo cartas y haciendo adivinación.
Cada vez más esencia
En Prudencia ya existía una visión diferente del mundo y del protagonismo de las mujeres en él. Ese pensamiento lo empieza a hacer público por medio de sus planteamientos feministas, su espíritu unionista centroamericano y sus poemas compartidos en diversos periódicos de Guatemala y El Salvador.
Con los años, la esencia de Prudencia se concentraba cada vez más la decisión y el carácter de una mujer adelantada a su tiempo, de una mujer que allanaría el camino para la patria que ahora tenemos, una mucho mejor que la que ella conoció.
En su biografía, se registra un primer encarcelamiento en 1919, cuando ella tenía 34 años. Ocurrió por criticar al alcalde de Atiquizaya. En ese mismo año, marchando en Guatemala, de nuevo es apresada por varias semanas. La acusación era por participar en la planificación de un golpe de Estado contra el dictador Estrada Cabrera. Este suceso hizo que publicara «Escible. Aventuras de un viaje a Guatemala».
Su enorme necesidad por expresarse y tener algo que decir, la registran protestando en la manifestación de mujeres, el 25 de diciembre de 1922, y que fue reprimida por la Guardia Nacional en las calles capitalinas.
El nombre de Prudencia ya sonaba, y por múltiples razones. De manera que no era de sorprenderse que en una sociedad y en un contexto liderado, pensado y habilitado solo para que los hombres sobresalieran, hubo detractores, entre ellos periodistas, que la habían tildado de «analfabeta».
Pero estaba pronta a publicar su libro «Inmortal, amores de loca», y, en 1928, publica «Payaso literario en combate».
La actitud y acción política de Prudencia ya no tenía vuelta atrás y aún no llegaba a hacer su hito monumental, como mujer de la patria.
En los siguientes años, siguió publicando en periódicos en los que reprobó las dictaduras del istmo; apoyó la lucha de Sandino, y en 1927 condenó la intervención militar de tropas estadounidenses en Nicaragua, por la que pidió una indemnización por los daños causados a esa nación.
El hito que la inmortalizó
Cruzando los 45 años llegó al momento culmen de su historia, un paso que la elevaría a ser recordada para eternidad como ejemplo, estandarte y venerable por la patria. En 1930, Prudencia anunció que intentaría correr con la candidatura a la presidencia de la república.
En ese momento, el doctor Pío Romero Bosque, presidente del país, en medio de su régimen concedió alguna apertura democrática con las elecciones de enero de 1931. Estas se considerarían los primeros comicios libres, lo que dio paso a siete candidaturas.
Las ideas y planteamientos de Prudencia no eran absurdos, ni obsoletos, eran innovadores, revolucionarios, políticos e igualitarios. Ella armó una plataforma de Gobierno que fue pública, y que era una prueba de su grandeza intelectual.
Promovía los derechos de la mujer, respaldaba sindicatos, exigía la honradez en la administración pública, la limitación de la distribución y consumo del aguardiente, el respeto por la libertad de cultos y el reconocimiento de los llamados «hijos ilegítimos». En su plataforma, Prudencia también honró su origen y se llamó «orgullosa de ser una humilde india salvadoreña». Todas estas acciones, en su conjunto, no eran menos que confrontativas y retadoras para un sistema social y político que dejaba por fuera a personas como ella: mujer, indígena y madre soltera.
Prudencia confrontó con el rol único y aceptado para las mujeres: el de amas de casa subyugadas a la cocina y quehaceres del hogar, sin individualidad y sujetas a los esposos.
Con sus derechos limitados, a las mujeres ni siquiera les permitían hacer una acusación en los juzgados ni dar testimonio y, menos, participar en defensa jurídica. Eran tiempo más aciagos que los actuales
Por toda la marginación y negar la participación de las mujeres en cargos políticos o toma de decisión de nación, las acciones de Prudencia no fueron menos que heroicas y, desde luego, provocadoras para el círculo político y social liderado por hombres.
Prudencia estaba consciente de sus pasos, por eso, cuando decidió usar un bastón públicamente lo hizo para confrontar a sus opositores más conservadores, porque era un accesorio que usaban los hombres titulados y no todos. Ella dijo: «No todos los hombres titulados llevan bastón. Yo lo llevaré como insignia de valor en el combate contra los ingratos que adversan mi amor, mi ideal, la vida que llevo».
Con esa convulsión que su existencia estaba causando declaró públicamente y a la prensa: «Jamás he luchado por candidatos, menos por caudillos, no he militado en la política local, sino hasta hoy que lanzo mi candidatura para probar mi competencia ciudadana y sacar triunfante los derechos políticos que en justicia le pertenecen a la mujer».
Sabiendo de la importancia y la incidencia de la prensa, en 1930 fundó el periódico Redención Femenina, sobre este se tiene data de tres ediciones en las que aprovechó para exponer sus argumentos en pro de los derechos ciudadanos de la mujer, como individuo pensante y funcional a partir de sí misma. «Pensando seriamente en el estado inferior en que está colocado el sexo femenino, he lanzado mi candidatura para Presidente de la República, para manifestar las actividades cívicas en las capacidades morales y mentales de la mujer; iguales al sexo masculino: sin preocuparme de barreras que tenga que vencer para sacar triunfante la redención femenina en el derecho ciudadano».
Además, reivindica los derechos de la mujer basados en la igualdad de propósitos fundamentados en la igualdad de los sexos: «el hombre y la mujer forman el cauce del mundo: los dos forman el hogar, los dos forman la sociedad, los dos deben formar el concepto ciudadano y constituir las leyes democráticas contra la esclavitud, los dos deben formar el gobierno».
Y en el número tres de su periódico se lee una sentencia más fuerte: «Este grito es de elevada significación política ante el coloso del Norte. La preparación cívico político social de la mujer indolatina-hispanoamericana, que ha de cooperar en el orden político de la actividad ciudadana contra toda humillación, contra toda corruptela…. Esto no es arrebatar los derechos al hombre, sino constituir la soberanía nacional en los dos sexos que forman la familia humana».
Pero el derecho al voto femenino aún no era una realidad, de nuevo, la voz y opinión de las mujeres no era contemplada ni de relevancia. No obstante, voces como la de Alberto Masferrer le dieron eco a los argumentos de los derechos humanos de las mujeres en la voz de Prudencia.
Prudencia también dijo que «las mujeres, según la Constitución somos ciudadanos, y los mismos que nos menosprecian, no han rehusado la contribución de nuestra sangre cuando la Patria ha corrido grandes peligros. Mi madre se batió en Santa Ana contra las Ezetas, y se le dio el grado honorífico del Coronel. Como ese abundan los casos en nuestra historia».
Masferrer escribió en respuesta a las burlas en el periódico Patria: «Prudencia Ayala defiende una causa justa y noble, cual es el derecho de la mujer a ser elector y ocupar altos puestos. Su programa de gobierno no es inferior en claridad, sentido práctico y sencillez, al de otros candidatos que se toman en serio… [Además] plantea un serio problema jurídico a nuestros legisladores y no les queda más que dos caminos, reformar la Constitución en sentido de conceder esos derechos o dormir una larga siesta», agregaría el escritor en favor de aprobarse el derecho al voto a las mujeres.
Había una respuesta para cada voz de oposición que intentaba mantener en las sombras a las mujeres, a los legisladores en contra del voto femenino les dijo que «sólo los Diputados que no sean patriotas y que no amen a su pueblo pueden oponerse».
A las burlas de aquellos amenazados y críticos de la habilidad al ser mujer también les dedicó un par de líneas: «Se nos rechaza por falta de mentalidad y de conocimientos? Yo sé de gobernantes y de aspirantes al Gobierno, que no superan a muchas mujeres salvadoreñas y aun les son inferiores».
El debate se abrió y el tema se puso sobre la agenda pública, Prudencia logró lo que nadie había logrado, tuvo una valentía titánica. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia determina que las leyes de la nación no conceden ese derecho ciudadano a la mujer. Su lucha no estaba perdida, era una batalla, la historia se encargaría luego de abrir ese espacio al respeto del derecho al voto de las mujeres, pero también de ubicarla a ella en el lugar que le ha correspondido siempre: el de una gran mujer para la patria salvadoreña.
Las elecciones las ganó el ingeniero Arturo Araujo, quien prometió promulgar una reforma agraria. No pudo cumplir su promesa. Nueve meses después, fue derrocado por su vicepresidente, el General Maximiliano Hernández Martínez.
Prudencia no corrió como candidata, pero fue claro que el intelecto de una mujer se equipara al del hombre y además sentó las bases para que las mujeres también abrieran los ojos y aspiraran a cargos públicos, a trabajos intelectuales y no solo al cuido doméstico.
A los 51 años, seis años más tarde de su épico momento, el 11 de julio de 1936, muere en San Salvador. No fue sino hasta mucho después cuando se establecieron en El Salvador, sin ninguna restricción, los derechos femeninos.
«Conservar la memoria de aquella salvadoreña de piel morena y ojos grandes que escandalizó a la sociedad de su tiempo con la propuesta de ser Presidenta de El Salvador, es un acto ineludible de justicia histórica. Con su bastón de madera, tocó la puerta de la historia para anunciar el advenimiento de una nueva era en la lucha por los derechos de los hombres y las mujeres de esta tierra», concluye la biografía que escribió Consalvi sobre esta gran mujer.