Un día lamentable en el que fueron asesinados activistas del FMLN debe ser dimensionado correctamente. Pero hacerlo desde el prisma del activismo verborreico, al margen de la investigación y apelando al mero oportunismo no es correcto ni ético.
Luego del triste hecho del 31 de enero, los líderes del partido de «izquierda» emprendieron toda una faena de ruido mediático, tratando de centrar la atención en un posible atentado político. Sin decirlo, o diciéndolo, acusaban irresponsablemente. No había hasta ese momento investigación ni proceso judicial. No había mayores detalles, pero lo que sí sobraban eran dedos acusatorios.
Al mismo tiempo, diversos personajes, organismos de fachada, tanques (oxidados) de pensamiento, periodistas de mentiras, partidos moribundos, entre otros, unificaban su discurso para intentar llamar la atención sobre el hecho. Es decir, usaron políticamente a las víctimas para intentar levantar polvo y generar empatías. Y no puede haber algo más despreciable que eso.
Los muertos del 31 de enero deben ser respetados, sí. Todo ser humano merece respeto. Pero lo que no puedo respetar, le pese a quien le pese, es ver cómo aquellos que hablan de ética, de moral, de respeto, etcétera, prefieran incendiar el ambiente y aprovechar la muerte de estas personas. No esperaron que un juez resolviera nada. No esperaron el trabajo de la Fiscalía ni de la PNC. Quizá nada más pensaron que un episodio como este les daba la oportunidad de montarse en el dolor y la condena popular para ganar apoyos.
La efervescente información que se manejó en las horas posteriores al atentado debía ser verificada. Pero algunos medios y periodistas empezaron incluso a reproducir, sin ningún tino, audios de militantes y diputados del FMLN, como es el caso de Nidia Díaz. Ahí no les importó a muchos periodistas el equilibrio ni la verificación. Mostraron que, por lo menos en este tiempo, se han convertido más en activistas que en periodistas.
¿Cuál era el interés real de quienes se decían indignados por estas muertes? Simplemente intentar desgastar al partido Nuevas Ideas y al presidente, señalar con absoluta irresponsabilidad posibles móviles políticos, llamar la atención internacional e intentar «in extremis» levantar sus paupérrimas campañas políticas. No hubo respeto. No hubo prudencia. Nada.
Los crímenes contra estas víctimas no deben quedar impunes. La ley actuará desde la racionalidad de su eficacia, pero también debemos exigir que se cuestione y se condene la manipulación de la información. El FMLN, en lugar de rendir tributo a las víctimas desde la ética política, usa el hecho como bandera de campaña. Azuza a sus cuadros más violentos, como bien lo vimos recientemente en videos en los que militantes de ese partido hacen filas y consignas militaristas (no militares), y ha empezado un juego peligroso. Los que realmente parecen interesados en que el ambiente se irrite y se ponga violento son ellos.
Dejemos que la justicia trabaje, que el proceso termine. Saquemos conclusiones solo con todo el cuadro, no con audios ni incitaciones públicas. Contrastemos y veamos con respeto, pero sin pasiones desinformadas. No nos dejemos guiar por la corriente ni por estrategias oscuras.