Saudíes adinerados se divierten en un oasis artificial levantado sobre dunas de color salmón, derrochando dinero tras un año de pandemia y en un momento en el que el reino petrolero intenta impulsar el turismo nacional.
El coronavirus ha obstaculizado la aspiración del mayor exportador de crudo del mundo: convertirse en un nuevo destino turístico y de ocio para subsanar su hiperdependencia del oro negro.
Para esta estrategia a largo plazo, en los últimos años organizó festivales musicales y competiciones deportivas ante un público mixto y reabrió los cines, que estuvieron prohibidos durante mucho tiempo.
Riyadh Oasis, situado cerca de la capital saudí, viene a ser un refugio de gama alta en el desierto. Con sus estanques bordeados de palmeras, sus restaurantes efímeros y las carpas de lujo, atrae a los saudíes más ricos, acostumbrados a gastar miles de millones de dólares en el extranjero.
«Agua, palmeras, arena: el oasis lo tiene todo», afirma un guía saudí a los visitantes, rodeado de autos Maserati o Bentley.
El oasis se inauguró a mediados de enero para una temporada de tres meses, pero ha generado resentimiento entre aquellos que no son ricos, en un país sometido a medidas de austeridad.
«El oasis está dirigido a saudíes muy ricos, a aquellos que no pueden viajar a Estados Unidos o a Europa para sus escapadas anuales», afirma a la AFP un banquero radicado en Riad.
Los países del golfo, y en particular Arabia Saudí, son los principales proveedores de turistas ricos, acostumbrados a gastar dinero.
Según el centro de análisis Research and Markets, con sede en Dublín, se espera que el mercado turístico anual de Arabia Saudí alcance más de $43,000 millones en 2025.
Los turistas saudíes gastaron en el extranjero alrededor de $18,700 millones en 2019, según un informe del banco central saudí.
SOLO PARA LOS RICOS
En el oasis situado cerca de Riad, hay que pagar $3,570 por una noche en una carpa «glamps» (contracción de las palabras «glamur» y «camping»).
«Las “glamps” me cuestan casi el salario de un mes. Se dirigen a la flor y nata, el 1 % más rico», explica a la AFP un empleado de los medios de comunicación saudíes, quien pidió el anonimato en un país intolerante con la libertad de expresión.
Adel Al Rajab, director general de Seven Experience, una compañía promotora del oasis reconoce que no apunta a todo el mundo.
«Uno no se espera que las masas vayan a hoteles de cinco o seis estrellas», declaró a la AFP.
Pero este enfoque solo para los ricos podría volverse contra ellos, afirma a la AFP un responsable occidental que trabaja en el golfo.
El reino saudí también está construyendo un parque de atracciones al estilo Disney, llamado Qiddiya, que cuesta cientos de miles de millones de dólares, y un lugar de veraneo lujoso, similar a las Maldivas, a lo largo del mar Rojo.