Cursaba octavo grado en la Escuela República del Líbano, en San Antonio del Monte, Sonsonate, cuando el maestro Rubén lo descubrió. El profesor lo sacaba del salón y mientras él tocaba la guitarra, el joven estudiante amenizaba actos.
Roberto Rivera tenía 16 años cuando empezó a cantar a sus compañeros (como público), pero pronto sería llevado a un reto más grande: el público de Sonsonate.
«Óscar René Ceceña Martínez, organizador de las cabalgatas de Sonsonate en ese entonces, me decía: “Aquí está el ataché con los sobres para que le pagués a los artistas”. Así empecé. Luego, en medio de los actos de los artistas, cuando se tardaban en llegar me decía: “Subite y cantá”. Me metía de relleno», recuerda Robert.
Interpretaba algunas canciones y regresaba a su trabajo con el ataché. Pero un día, se enfrentó él solo a ese público que tanto temía, sobre todo porque él era local y los sonsonatecos eran más severos con ellos que con los cantantes de afuera.
«Me subí y el público era duro, sino le gustaba le silbaba o le decían a coro: “Bajate” y algunos artistas que no aguantaban dejaban el micrófono, pero yo me subí, hice lo que pude. Me quedé pensando cómo mejorar. Entonces, me dije: “Tengo que presentar un show donde el 75 % del público esté contento», con ese pensamiento esa noche Roberto o Chobe, como le decían en aquellos años en el pueblo, se durmió.
A la mañana siguiente, mientras se duchaba entonó una canción de Juan Gabriel. Al salir, su mamá le dijo: «Hijo, esa nota le da».
Y en ese momento «se me iluminó hacer un show de Juan Gabriel. Yo quería darle sabor al público. Ese día me zampé un trapo como que era de las tortillas y comencé: “Probablemente ya de mí te has olvidado…” y le gusté a la gente. Luego, me decían: “Otra, otra”, y don René me decía: “Hágale”», recuerda.
De los tres días de aquella cabalgata en 1990 llevaba dos, le faltaba uno. Para ese tercer día, el organizador le encomendó subir de nuevo al escenario, pero esta vez con mariachi.
Roberto se fue a Los Leones, la plaza donde solían estar. Entre varios quintetos armó un grupo grande de más de 20 elementos. Le dieron por tarifa 100 colones.
«Con la oferta me fui para donde don René, a puro golpe de calcetín, porque no había teléfono. Llegué, le conté, me dijo que les daría 200 colones para incentivarlos más», relata.
Esa noche, con mariachi a bordo, nació Robert Riveira, como él dice, «liberado» en el escenario. Recordó aquel que le silbó y a los que le corearon que se bajara del escenario tiempo atrás, pero él iba armado con talento y humor. El toque le catapultó en su carrera.
«La gente lo que quiere es que uno lo saque de los achaques, que le haga patinar la mente y eso lo logro con el humor», explica el artista.
Así, Roberto y Robert Riveira, hombre y personaje -ambos cargados de energía y el carisma de uno que basta y sobra para que el otro brille en el escenario- han llegado a cumplir más de 30 años de ser el doble de Juan Gabriel, imitar otras voces, en resumen, ser un polifacético showman.
Aquella cabalgata de Sonsonate en la que domó a un temido público fue el inicio de una carrera que no paró. Luego, su fama trascendió a otros departamentos y a San Salvador.
De hecho, en una noche de concierto en Nueva Concepción, Chalatenango, después de su espectáculo, un hombre se le acercó y le invitó a amenizarle el cumpleaños a su esposa en Estados Unidos. Le prometió llamarle un miércoles de la semana siguiente y así fue.
La sorpresa de Robert sería que la promesa venía de un cónsul salvadoreño radicado en Maryland. Ese fue el pase para que cantara en varias ciudades en Estados Unidos. También ha cantado en Guatemala, en donde el público siempre está listo para reír con sus ocurrencias y disfrutar de sus imitaciones.
Por 12 años amenizó las noches de jueves, viernes y fines de semana de la Plaza Mariachi (en San Salvador) y por más de ocho años ha deleitado a los comensales del restaurante Sol Azteca (en Merliot, La Libertad) trayendo cada noche al divo de Juárez.
Robert ameniza todo tipo de eventos. Cuenta con un repertorio para atender a todos los gustos desde 45 minutos hasta una hora y media de espectáculo. Su talento musical lo combina con un programa de humor para adultos y su infaltable imitación del mexicano.
El artista espera seguir luciendo sus sacos de lentejuelas, deslizándose con la gracia y el estilo de Juan Gabriel por el escenario hasta que el cuerpo y las energías, que son muchas, se lo permitan. «Yo le digo a Dios que hasta donde aguante. Mi sueño es construir mi casita», reflexiona el sonsonateco.
EL SHOWMAN REENCARNA AL DIVO DE JUÁREZ
No es solo la voz, también es toda la actuación que hace revivir al difunto Juan Gabriel en el momento que Robert Riveira entra a escena. Su voz singular es imitada por este artista salvadoreño que asume su papel a todo lo que da.