¿Qué tienen en común un compositor y músico con un presentador de televisión de programas de entretenimiento, un dirigente deportivo, un arquitecto, un doctor en Historia, un conferencista y un amante de las comunicaciones? Simple: son la misma persona. Ese es el caso de Daniel Rucks, uruguayo de nacimiento, pero salvadoreño de corazón que fue parte de uno de los dúos más importante en la historia de la música salvadoreña: Rucks Parker.
Siendo un hombre de muchas facetas, Daniel Rucks mantiene un profundo apego con su etapa de compositor y parte del exitoso fenómeno musical que fue Rucks Parker en la década de los 90 en El Salvador. Además, asegura que, junto a Gerardo Parker, a quien cariñosamente llama «compadre», lograron una conexión en la que la talentosa voz de Gerardo encontró canciones maravillas surgidas de la inspiración de Daniel, dando como resultado un éxito que trasciende generaciones.
Ahora, a casi 30 años de la formación de Rucks Parker, Daniel hace un balance del estilo de música que caracterizo al dúo y las claves de su éxito, el cual los mantiene en el recuerdo de sus fans a lo largo de generaciones y que los sigue posicionando como dignos representantes de la música salvadoreña, además de hablar sobre sus otras facetas de vida en la televisión y el deporte.
¿Quién es Daniel Rucks?
Soy un humilde muchacho usuluteco que llegó a la capital en busca de amor, fortuna y fama…y no encontré nada de eso, ¡Jajaja! Vengo siendo el hijo de Carlos y Ada, mis padres queridos, argentino y uruguaya, específicamente. Nací en Uruguay, pero me nacionalicé salvadoreño en 1986. Me he dedicado a muchas cosas en mi vida, pero siempre me ha interesado en el cultivo de la parte de artes, de lo comunicacional, de la historia, en lo que tengo un doctorado. Soy arquitecto y he hecho de todo. Estoy siempre activo y dispuesto. Tengo 60 años menos uno, lo que equivale a decir que tengo una vida bien vivida.
Dentro de todas tus facetas, la de músico y compositor es una de las más conocidas, pero ¿cómo inició tu camino en la música?
A mi me regalaron una guitarra a los 7 años de edad. Fue mi abuela materna, quien era la única de toda la familia que alguna vez había tenido alguna relación con la música. Me regaló una guitarra acústica. Ella fue compositora de un par de tangos que tuvieron un moderado éxito. Ella tenía un piano de cola y, cuando todos los nietos llegábamos, comenzábamos a tocar el teclado, pero, de todos los nietos, el que comenzó a dar luces de sacar algo de música de ese piano fui yo. Por eso, me regaló una guitarra, porque regalarme un piano era más difícil.
Desde los primeros días que me regalaron la guitarra comencé a escribir canciones sin saber de música. Inmediatamente me pusieron en clases de música, yo soy guitarrista clásico. Llevo componiendo canciones desde los 8 años, siempre el mismo estilo: música primero, título, se guarda en el congelador y, luego, en algún momento surge la letra.
A partir de ese momento nace el Daniel Rucks músico que es el que se consagra en «Rucks Parker». ¿Cómo fue tu experiencia en uno de los dúos más exitosos de la música salvadoreña?
Hay una cuestión que es impagable y eso te lo tuvo que haber dicho el compadre (Gerardo Parker) cuando hablaste con él: tener el chance de escuchar las canciones que vos escribiste en un auditorio lleno de gente y coreada, no por uno, sino por la gente. Así te das cuenta que es donde quería llegar mi abuela materna, aunque jamás ella me lo haya dicho. Dentro de todo esto, Rucks Parker es la culminación de un sueño hecho realidad.
Además, la simbiosis con Gerardo, que sigue siendo tan fuerte hasta el día de hoy desde sus inicios en 1992, es fácil de explicar: el compadre era la voz perfecta que no tenía canciones y yo era el compositor ideal que no tenía voz. Todo funcionaba muy bien y, aparte, por el carácter de ambos supimos complementarnos bien. En 30 años, jamás hemos tenido una disputa. Él respeta muchísimo lo que yo hago y yo respeto muchísimo lo que él hace. A la hora de poner voces en capa, Gerardo, que es el mejor jinglero que ha habido en El Salvador, es un tipo fantástico. Sus arreglas hicieron a Rucks Parker un dueto con un sello muy particular.
Las canciones de Rucks Parker rompían el esquema de las canciones pop tradicionales. ¿Cuál fue la clave para el éxito de la producción de Rucks Parker?
Te lo digo bien fácil. Pasame la guitarra…
En este punto, Daniel Rucks toma la guitarra y, ejecutando la base musical de la canción «3/4 de Nada», continúa conversando, recordando que esa canción fue usada para una campaña antidrogas en El Salvador
«3/4 de Nada» no nació como una canción para la campaña antidrogas. Era una progresión de acordes que yo titulé como «Moviola», que son los aparatos viejos de cinematógrafo para pasar el fílmico en una pantalla de cine Me quedé con eso y, poco a poco, comencé a buscar una melodía que desembocara a un estribillo fácil. No me preguntés en qué momento ni bajo qué circunstancias se me ocurrió la cuestión de «3/4 de Nada», pero nació en un tiempo en el que se subestimaba a la persona que estaba sumergida en las drogas, se le decía directamente «Di no a las drogas», pero, una persona con una autoestima dañada, no le iba a llamar la atención algo así.
Con «3/4 de Nada», le proponíamos un acertijo y no mencionábamos las drogas en ningún momento. A lo sumo mencionábamos el humo o el alcohol. La respuesta a la pregunta era: te queda 3/4 de nada. Eso empezó a ser el estilo de Rucks Parker.
¿Cómo definirías ese estilo entonces?, ¿qué hace que Rucks Parker, con canciones densas, tuviera un impacto tan popular?
Rucks Parker mostraba un concepto interesante: uno cantaba muy bien y otro le daba las canciones o le hacía coros. Además, como te dijo el compadre, los 90 nos favorecieron mucho porque hubo una oleada de grupos salvadoreños quienes, sin ponernos de acuerdo, producíamos nuestra música y nos olvidamos de tocar los covers de The Beatles o The Ramones, nos concentramos en las canciones que nosotros escribíamos, cada quien en su propio estilo.
En mi estilo, la idea era que fueran canciones abstractas, que hablaran de todos. Además, las canciones, musicalmente hablando, eran recordables, a pesar de que la letra no era tan entendible. Había canciones que debías escuchar cuatro o cinco veces para intentar comprenderla. Hoy escuchás cuatro o cinco veces la misma canción y te aburre porque los éxitos son efímeros y desaparecen. Las canciones de Rucks Parker te llevaban a reflexionar, ocupábamos la metáfora, el simbolismo, para tratar que quien las escuchara se quedara con algo más que un ritmo pegajoso.
A partir de tu experiencia, ¿qué le dirías a los compositores jóvenes que aún tienen miedo de mostrarse?
Lo dijo Winston Churchill: Hay un momento para cada persona y una persona para cada momento. Hay que estar ahí esperando el momento y, cuando ese momento llegué, meter la pata y no dejar que nadie te lo quite. Antes de estar con Gerardo ya había tenido algunos buenos momentos, pero la simbiosis con Gerardo fue mi momento y el de Gerardo también. Fue tan exitoso que, 30 años después, estamos produciendo canciones para un álbum más. Lo seguimos haciendo porque lo seguimos disfrutando. No es necesario cambiar lo que estás haciendo porque hay un momento para cada uno.
Y, ¿qué le dirías a toda la generación que creció con Rucks Parker, sigue estando pendiente de Rucks Parker y no han dejado de ser fans de Rucks Parker?
Vacúnense porque ya estamos en una edad complicada, ¡Jajaja! Son divinos, son divinos porque, hay que entender algo: la música de Rucks Parker siempre fue una música que, en aquellas épocas, les fascinaba a las adolescentes, pero no molestaba a las mamás o a los papás porque era música blanca, positiva. Hoy, lo interesante es que, si bien estás adolescentes se han convertido en mamás, esta música no le molesta a sus hijas que ahora son las adolescentes. Son canciones que siguen siendo parte de la cultura popular salvadoreña.
Me decís que trabajan en un nuevo disco a 30 años de la creación de Rucks Parker. ¿Podemos esperar algo nuevo?
Lo que queremos mostrar es que las capacidades siguen intactas y que se pueden seguir creando canciones que le lleguen al corazón a las personas, sin caer en la producción simple. Lo que hay necesidad, una vez más, es de algo que sea un espejo nuestro de El Salvador, sin caer en un pop intelectual, sino que de verdad te llame la atención y que te sintás orgulloso de que sea algo de El Salvador.
Rucks Parker tuvo éxito en «Siempre en Domingo». Raúl Velasco tenía la política de poner agrupaciones locales para rellenar la cartelera del programa. Cuando nos invitaron, tocamos «Como Quisieras que no Existieras». Esa vez, por las dudas, le dije al compadre que preparáramos dos canciones por si las dudas, aunque Raúl Velasco solo permitía que se tocara una. Al final, el propio Raúl Velasco llegó al camerino a decirnos que tocáramos una más y decidimos tocar «No me trates tan mal». Ver esas cosas y saber que era algo que se hacía en El Salvador te llenaba de orgullo y queremos que se siga teniendo ese sentimiento.
El auge de Rucks Parker se da en la década de los 90. ¿Cómo definirías esa época para la música salvadoreña?
Cuando se dan los Acuerdos de Paz y termina la guerra se da un vuelco interno. La gente ve lo interesante que hay en El Salvador, la gente vio a los músicos salvadoreños que creaban algo diferente. Tocábamos covers, pero después mostrábamos propuestas interesantes. Para mí, la primera época de oro de la música salvadoreña se da en la de los Supersónicos y los demás grupos de ese tiempo. Luego, viene la década de los 90 que contó con el apoyo de los medios de comunicación, quienes parecían hasta confabular para apoyar a lo nacional y que se escuchara lo nacional.
Además, era algo que iba más allá del pop rock porque de pronto venía Algodón con un tex-mex y era un éxito, te llenaban un concierto. Obviamente, económicamente hablando, el país encontraba una estabilidad muy interesante gracias a los fondos de ayuda que se hicieron para construir una sociedad después de 12 años de guerra. Todo eso favoreció a la música nacional y no porque hubiera una ley que obligara a las radios a programar música nacional, sino que las mismas radios la programaban.
Hoy, si llevás una canción original, los mismos directores de radio temen que la facturación baje por la misma competencia que hay con la música de otros países, ya no arriesgan por lo nacional y, entonces, el público no está acostumbrado a escuchar mucha música nacional.
Tu faceta musical era solo una parte de todo lo que Daniel Rucks hacía. Pero, en televisión, Daniel parecía ser alguien más. ¿Cómo manejabas todas las áreas de tu vida en la que te mostrabas al público?
A mí me tocaba adoptar diferentes personalidades según sea el caso. El Daniel de «Domingo Para Todos» era radicalmente diferente al Daniel de «Viva la Mañana», que a su vez era diferente al Daniel de «Trato Hecho», que a su vez era radicalmente diferente al que estaba diferente en el escenario con «Rucks Parker» y que, a su vez, era muy diferente al Daniel que daba una conferencia de historia en una universidad. Tenía que asumir diferentes personalidades. Era agotador. En Rucks Parker había mucha actividad. Me costó un mundo apartar al compadre del piano, casi que se escondía ahí. Pero, cuando encontró el sabor de lo que había estaba buscando toda su vida, que era mostrar su voz ante toda la gente, también fue descubriendo que estábamos haciendo algo que tenía retroalimentación.
¿Tenés algún Daniel predilecto dentro de todas estas personalidades que has adoptado?
Mira, yo me llevo bien conmigo mismo, no tengo mayor problema. Pero, en una de esa, sería más interesante saber que soy un tipo mucho más callado y tímido… en una de esas yo soy más tímido que Gerardo, que me gusta encerrarme en casa con un libro o con mi guitarra, que soy un tipo de lo más sencillo que me vas a ver en los estadios alentando al Firpo… es mi forma de ser y soy compatible con todo. Me llevo bien conmigo mismo. Soy un tipo normal que ama a su familia. Trato de llevar la vida de manera más potable posible en pro del futuro de mis hijos.
Ser hincha y hasta directivo del Firpo es otra de tus facetas conocidas. ¿Cómo nació tu pasión por el equipo pampero?
Es una historia larguísima. Yo llegué a El Salvador un 14 de enero de 1980. Aterricé en Ilopango y, al bajarme y llegar en la madrugada al apartamento que tenía alquilado, lo primero que hago es agarra los periódicos y veo la tabla de posiciones y leo el nombre de un equipo de fútbol: «Luis Ángel Firpo» y digo: ¿qué es esto?, ¿un equipo de fútbol con nombre de boxeador? Ahí mismo leí que el Firpo iba a jugar en San Salvador esa semana y, como yo estudiaba en la (Albert) Einstein cuando quedaba sobre la 49, el Flor Blanca me quedaba cerca. Fui a ver el partido. Tenía curiosidad y fui una noche gloriosa y victoriosa… para el Marte, que nos metió 6-0, ¡Jajaja!
Así comienza la afinidad con el Firpo. Luego, coincidió que paré en Usulután para ver un partido entre Firpo y Santiagueño. Ahí conocí el Sergio Torres Rivera, que antes era el estadio usuluteco. De eso surgió cierta afinidad de ir a ver al equipo. Además, iba conociendo más al país y en plena guerra. Llegó el momento en que la directiva me vio y veían que yo estaba en La Femenina y que cada lunes, mi estado de ánimo dependía de cómo quedaba el Firpo.
Eso generó que la gente se interesara más por el Firpo. La directiva me invitó a Usulután, me entregaron el título de Hijo Meritísimo de Usulután, aunque yo no nací ahí, y además me engancharon en la directiva. Eso fue en 1982, cuando estábamos teniendo nuestro cuarto descenso, cuando se compró la categoría. Me metieron a la directiva porque necesitaban alguien que estuviera en San Salvador para recolectar fondos para comprar la categoría. Al final, Firpo se quedó en Primera y fui directivo de 1982 hasta 1996, justo en las mejores épocas del equipo. Hicimos un proyecto muy lindo y que funcionó muy bien en Centroamérica y El Salvador.