A sus veinte años, Raoul Fernández, un salvadoreño nacido en San Salvador, migró hacia Francia. Entre las cosas importantes que empacó en su maleta estaba el sueño de trabajar en teatro. Su inspiración nació de pequeño al ver a su madre cómo le colocaba amor a cada una de las prendas que confeccionaba.
«Mi interés, sobre todo, era en el vestuario porque mi mamá era costurera, y aprendí viéndola hacer sus propios vestidos. Ella hacía tutús para los bailarines del colegio. Yo de cipote veía que ella misma pintaba sus telas, cortaba sus vestidos, hacía los disfraces, peinaba pelucas, y yo decía qué bonito, pero seguía jugando con mis carritos», recordó Raoul.
Con fondos propios compró el boleto de avión hacia Europa, y con un capital para vivir solo cuatro meses inició la aventura siempre con la bendición de su mamá. «Me dijo: “Vos te vas allá, te quedás el tiempo que sea que tenés el pisto necesario. Si ves que no te funciona, no te adaptás, te volvés. Tu billete de avión dejalo abierto”».
El joven aprovechó todo lo que pudo en Europa. En corto tiempo logró entrar a la universidad. «Había un programa que permitía a los estudiantes que llevaban buenas notas poder optar por una media beca […] Cuando estaba en el segundo año había un anuncio en la universidad que decía que necesitaban costureros en la Ópera de París, aquí en Europa, ya se deben de imaginar la competencia que hay», comentó Fernández.
Trescientos cincuenta fueron los inscritos para optar a la plaza, de los que solo tres serían seleccionados. «Dentro de los trescientos y algo nos eligieron y me quedé. Me hicieron un contrato y me fue prolongado. Finalmente, me titularizaron, que quiere decir que yo tenía mi sueldo y mi trabajo seguro hasta que yo me jubilase», manifestó.
Diez años fueron los que pasó trabajando en la Ópera Garnier, de París, donde no solo hizo trajes, sino que joyas, armaduras y accesorios. De igual manera, empezó a actuar luego de su horario laboral.
«Se corrió la bola de que había un salvadoreño que hacía costura, que era actor […] y poco a poco me fui abriendo terreno en algunos espectáculos venían a verme realizadores de cine y luego hice películas».
Su paso por el séptimo arte también estuvo cargado de muchas emociones y le permitió trabajar con grandes actrices de la talla de Catherine Deneuve, en «La Tête haute» («Con la frente en alto») y Geraldina Chaplin, hija de Charles Chaplin, en «Marguerite et Julien», una película de drama y romance, donde le da vida a Léfévbre, filme que estuvo a cargo de la francesa Valérie Donzelli.
Raoul afirmó que a sus 64 años sigue aprendiendo y en su caminar hizo vestuario en la Ópera de Seúl, Ópera dePekín, en Beijing; en el Covent Garden, de Londres; en Ámsterdam, Hamburgo, entre otros lugares de Europa, con lo que aseguró ha logrado llevar en alto el nombre de El Salvador.
Desde el año pasado ha hecho una gira con el monólogo, «El retrato de Raoul», obra que trata sobre su vida. El guion fue elaborado por el escritor teatral Philippe Minyana.
«Me citó en su casa, poco a poco me hacía preguntas y tomaba notas, en seis meses él escribió el monólogo. Inmediatamente contactó a un director y le dijo: «Marcial, tengo esta obra de teatro, quiero que la leas para saber tu opinión». Marcial Di Fonzo Bo, que es un director de teatro argentino, la leyó y al cerrar la última página llamó a Philippe: «La quiero poner en escena y queremos que sea Raoul el actor, y allí me tienen actuando», afirmó.
Aunque lleva años radicado en París, Raoul recalcó que su prioridad sigue siendo el país que lo vio nacer, El Salvador, y no descarta la posibilidad de regresar a enseñar «lo poco, mediano o mucho que ha aprendido».
El intercambio donde el actor expuso su vida y los logros que ha obtenido fuera del país se desarrolló el último lunes de noviembre, que se denominó «La magia del teatro» y se presentó por medio de Zoom con la colaboración de la Embajada de El Salvador en Francia.
Portrait de Raoul
«Retrato de Raoul» es un monólogo que habla de la vida propia del actor, donde busca una paz interior que despeje las dudas sobre su género. Se puede observar a Raoul cargado con bolsas de viaje, las que va liberando, y dónde aprende a vivir con lo que cada una guarda. De igual manera, esta acción le ayuda a aceptarse.
La puesta es una declaración teatral que no dice el nombre del autor, solo se menciona que viene de un país lejano: El Salvador. Allí, mamá y papá después de perder trágicamente a dos hijos, tuvieron una hija. «Mi cabello era largo, mi voz era fuerte, mi alma era una mujer», se lee en el guion.
La obra se desarrolla con hadas madrinas que aparecen en la vida de Raúl. La primera es su madre, quien le enseña el amor por la costura. El hada número dos aparece al llegar a París, bajo el rostro de otro Raúl en exilio, bajo la apariencia de «Copi». En la Ópera de París, donde trabaja como costurero, Rudolf Nureyev se convierte en su hada tres.
Su hada número cuatro aparece en el Teatro Gérard Philipe, donde fue descubierto por Stanislas Nordey, quien lleva a Raúl de los bastidores al escenario; y su quinta hada, Marcial Di Fonzo Bo, quien lo lleva al escenario con una obra propia.
Es entre las diferentes hadas como se logra dar vida al monólogo del salvadoreño, mismo que ha llegado a teatros de Francia y a otros fuera de ese país, como el Teatro Cervantes, de Buenos Aires; Teatro La Memoria, de Santiago de Chile. Así como a los festivales de Montevideo y Málaga. Ha sido escrita por Philippe Minyana y llevada al escenario por el director Marcial Di Fonzo Bo.