TOMO V – PARTE III
El 27 de febrero de 1858, en el periódico oficial La Gaceta se publicó el decreto que dio origen al Ministerio de Relaciones Exteriores, convirtiéndose en uno de los primeros cuatro ministerios que tenía El Salvador.
Desde ese año hasta la actualidad, la entidad ha albergado a diversos diplomáticos que con su trabajo han hecho verdadera patria.
Coronel José Arturo Castellanos
Durante el Gobierno del presidente Maximiliano Hernández, en 1937, el coronel José Arturo Castellanos (1893-1977) fue designado como Cónsul General en Liverpool, Inglaterra, donde comenzó, según correspondencia oficial con la cancillería salvadoreña, a otorgar visas a personas de origen judío que se sentían perseguida por los nazis. La misma correspondencia señala que el Gobierno en el poder le obligó a no hacerlo.
En 1938, Castellanos fue nombrado Cónsul General de Hamburgo, en Alemania. Allí continuó con la expedición de visas, siempre para ayudar a los perseguidos. A finales de 1941, el coronel solicitó ser trasladado a Zúrich, Suiza, debido a la expansión de la guerra en Alemania y a la ruptura de las relaciones entre ese país y El Salvador. Con su traslado se nombró Cónsul General de Suiza, con sede en Zúrich, poco después fue trasladado a Ginebra.
Fue justamente en Ginebra donde le contactó George Mandel Mantello, quien le propuso ser parte de un esquema de salvación de vida, mediante la expedición de documentos salvadoreños que permitían a los portadores huir de la persecución nazi.
Antes de tomar alguna acción, Castellanos decide consultar al doctor José Gustavo Guerrero, otro hombre importante en la historia del país, jurista y diplomático, que en ese momento era el presidente de la Corte Internacional de Justicia y la figura más relevante de El Salvador en el mundo.
Gracias a la documentación otorgada, miles de judíos lograron emigrar, salvándose del exterminio, al evitar ser trasladados a los campos de concentración y prisiones del régimen alemán. Los textos de los Certificados de Nacionalidad que se tienen resguardados en cancillería contienen términos precisos que se cree no fueron escritos por Castellanos o Mantello, ya que no tenían formación como internacionalistas, en cambio el doctor Guerrero era un consumado estudioso de esa área del derecho.
Doctor José Gustavo Guerrero
Su vida emblemática inició desde que estaba en la Universidad Nacional, donde fue expulsado por participar en un periódico estudiantil que criticaba al Gobierno. Por órdenes del entonces presidente, el general Rafael Antonio Gutiérrez, se ordenó su captura recluyéndolo en un cuartel de la capital. Al final, tuvo que prestar servicio militar obligatorio como castigo.
Terminó sus estudios en Guatemala, graduándose de doctor en Derecho, en 1898. Ese mismo año, de regreso al país, es nombrado por el presidente Tomás Regalado como su secretario particular. Su carrera diplomática surge poco tiempo después cuando fue electo Cónsul en Burdeos, y Encargado de Negocios en Italia. En 1911 presentó credenciales como ministro Plenipotenciario en París, Madrid y Roma. Su fama como jurista internacional creció cuando defiende a El Salvador contra Italia y gana el Caso Canessa.
En 1920 es electo por unanimidad presidente de la Liga de las Naciones, antecesora de las Naciones Unidas y surgida tras la Primera Guerra Mundial. En 1927, se convierte en ministro de Relaciones Exteriores y de Instrucción Pública. En ese lapso fundó la Escuela Diplomática en El Salvador y estructuró la primera y única ley sobre esa materia que ha tenido el país. El 23 de mayo de 1927 firmó el decreto que le dio autonomía a la Universidad de El Salvador.
En 1930 entró como presidente del Tribunal Permanente de Justicia Internacional de La Haya durante nueve años, y al expirar su período fue reelecto hasta 1946. El Tribunal de Justicia tuvo que abandonar su sede debido a la invasión de Holanda por las fuerzas militares de Hitler. En 1945, cuando se creó el nuevo Tribunal Internacional de Justicia, Guerrero fue otra vez electo presidente para el periodo 1946- 1949. Después fue electo vicepresidente desde 1949 hasta 1955.
Artistas diplomáticos salvadoreños
A lo largo de la historia, y según documentación que se tiene resguardada en cancillería, se comprueba que diferentes escritores y poetas fungieron en cargos diplomáticos, aportando mucho a la cultura y literatura. Estos son algunos de lo más relevantes.
Alberto Masferrer
Fue escritor y una de las figuras más dinámicas de la vida cultural y política de El Salvador. En 1901 fue nombrado cónsul de El Salvador en Buenos Aires, Argentina. Ocupó los consulados salvadoreños en Santiago de Chile, en 1902; San José, Costa Rica, en 1907, y Amberes, Bélgica, en 1910.
Hugo Lindo
Poeta, novelista y cuentista salvadoreño. Fue embajador en Chile entre 1953 y 1959; en Colombia, 1959-1960, y en España 1969-1972. Posteriormente lo nombraron director de la Oficina de Asuntos Culturales de la Organización de Estados Centroamericanos. Perteneció a la Academia Salvadoreña de la Lengua, donde fue director emérito, y fue miembro correspondiente de las Academias de España, Chile, Colombia y Honduras.
Claudia Lars
Fue una de las voces más sobresalientes de la lírica centroamericana del siglo XX. En 1948 se trasladó a Guatemala para ejercer sus competencias como agregada cultural de la embajada de El Salvador.
Salarrué
Fue una de las voces fundamentales de la literatura hispanoamericana. En 1946 trabajó como agregado cultural de la delegación diplomática en Estados Unidos.
Raúl Contreras
Fue poeta y dramaturgo. Desde joven se dedicó a la diplomacia. Fungió como segundo secretario de la Legación de El Salvador en España, en 1925, y fue Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en París y Madrid. Además, se convirtió en embajador de El Salvador en Madrid durante casi 10 años. Entre sus actividades en el ámbito de la promoción literaria y artística, se destaca la participación de la fundación de la Casa de la Cultura. También fue miembro de la Academia Salvadoreña de La lengua y, desde enero de 1951 hasta el 16 de diciembre de 1954, fue jefe de la Dirección General de Bellas Artes. Algunas de sus escritos aparecen firmados con un seudónimo femenino: Lydia Nogales, sobre todo en «La patria de las artes», sección cultural del diario Tribuna Libre, de San Salvador.