Socialmente, El Salvador es un país como pantalón de pobre con remiendos por todos lados, lo cual no es fácil de transformar a corto plazo. San Vicente es una de las cabeceras departamentales más abandonadas a escala nacional. Desde su fundación hasta la fecha no existe en esta ciudad ni un solo semáforo. Puede parecer increíble, pero en San Vicente quien conduce un vehículo debe saber de memoria el sentido de las calles para no manejar en sentido contrario, pues, hasta hoy, a ninguna autoridad se le ha ocurrido señalizar debidamente la ciudad. Quien alguna vez haya ingresado en su vehículo a San Vicente por la carretera Panamericana, sabe que después del desvío se encuentra con innumerables curvas. Ingresar o salir de esta ciudad por este rumbo es casi como ir en una procesión. Pero, igual, a nadie le ha interesado modernizar este tramo de carretera, porque quienes nos han gobernado a escala departamental y nacional han considerado que San Vicente todavía vive en el tiempo de la carreta.
Esta ciudad tiene un parque y una torre muy bonitos, pero ¿qué familia puede querer ir a jugar con sus niños o descansar un momento a un lugar público que no ofrece ni siquiera las condiciones mínimas requeridas para ello? El parque central Antonio José Cañas y la plaza El Pilar son lugares a los que sus responsables no le han dedicado por años la atención debida, quizás sea porque los mismos no conocen ni siquiera en fotografía cómo son los parques públicos en los países medianamente desarrollados.
El Instituto Dr. Sarbelio Navarrete es el único centro académico de Educación Media público en el cual los jóvenes tienen la posibilidad de estudiar diferentes opciones de bachillerato. ¿Será que la población vicentina no ha crecido lo suficiente para haber construido hace años otro instituto nacional? o como ya sabemos, porque a quienes nos han gobernado no les ha interesado invertir en serio en la educación intelectual de las nuevas generaciones. Es posible que por ignorancia yo no conozco dónde está ubicada en la ciudad la biblioteca pública, para que los niños y jóvenes puedan hacer sus tareas escolares. La realidad es que no existe.
A finales de 1976, se inició la construcción del ingenio Jiboa, el cual ofrece trabajo a algún sector de la población que vive en San Vicente y sus alrededores. Pero, desde entonces, no se ha construido ninguna otra fuente de trabajo, porque la clase política de este departamento se ha preocupado únicamente por velar por sus propios intereses no por las necesidades de los vicentinos que ciega y devotamente han mantenido en el poder a un grupo de políticos que no han hecho nada para desarrollar esta porción del país. Hace algunos años apareció en las noticias que el nacimiento de agua que alimenta el turicentro de Amapulapa se estaba agotando, porque lo único que se ha hecho es explotar esta fuente de líquido natural. Pero nadie se ha preocupado por la forestación del área de la que provienen estos mantos acuíferos. ¿Qué sería de San Vicente si un día esa fuente de agua llegase a desaparecer?
«Mente sana en cuerpo sano», enseñaba san Juan Bosco, para lo cual es necesario el ejercicio físico, por lo menos caminar. Pero sucede que en San Vicente no existen lugares adecuados para esta práctica, aparte del estadio, el cual no es un lugar de acceso público para quien desee caminar o correr. ¿Cómo es posible que nuestra cabecera departamental continúe tan abandonada?