El Salvador es en estos momentos el país más seguro del continente. Después de ser conocido como la capital del crimen, como la nación con más asesinatos en todo el planeta, ahora, gracias al Gobierno del presidente Nayib Bukele, El Salvador tiene una bajísima tasa de homicidios y otros delitos violentos también han sufrido una drástica reducción.
La base de este éxito es el Plan Control Territorial, iniciado desde que el presidente Bukele tomó posesión del cargo, pero que fue sistemáticamente bloqueado por la vieja Asamblea Legislativa, dominada entonces por ARENA-FMLN y sus aliados. Una vez que el pueblo salvadoreño —mediante el voto libre, directo y democrático— relegó a la intrascendencia a ARENA-FMLN y a sus socios, el Plan Control Territorial obtuvo los recursos que los amigos de la delincuencia se habían negado a aprobar.
En combinación con el régimen de excepción, que facilitó las herramientas legales para combatir a los criminales, las pandillas fueron perseguidas de una manera más efectiva, logrando la captura de más de 63,000 integrantes y colaboradores de las estructuras criminales.
Sin embargo, la tarea todavía está en marcha y tanto la Policía Nacional Civil como la Fuerza Armada no reducirán su esfuerzo hasta que el último pandillero sea enviado a prisión.
La oposición rechazó desde un inicio el Plan Control Territorial y el régimen de excepción porque sabía que iban a ser un éxito para acabar con las pandillas, aunque abrigaba la esperanza de que las estructuras criminales iban a resistir más para achacarle al Gobierno su falta de resultados. Pero ha ocurrido exactamente todo lo contrario.
Las políticas de seguridad del Gobierno del presidente Bukele han sido exitosas: las pandillas han sido desarticuladas, sus cabecillas están en prisión y las comunidades viven con una paz y tranquilidad que no conocieron en décadas.
Los que vivieron de la violencia ahora desmontan sus organizaciones no gubernamentales y fundaciones o sencillamente huyen hacia otros países, como también lo hicieron los mareros para escapar del régimen de excepción, solo que ellos lo hacen porque buscan donde haya crimen e inseguridad que les permitan continuar con su forma de vida a través de subvenciones. Se les acabaron sus crónicas macabras y no son capaces de contar historias de vida, esperanza y superación.
Los logros en seguridad son monumentales y han transformado a El Salvador en un ejemplo mundial, en un país al que muchos quieren visitar y del que quieren conocer su experiencia.